El domingo 30 de septiembre fuimos con mi familia de visita a la casa de la bisabuela. Mientras estaba la sopita me senté en una cómoda silla a leer El Tiempo. Pasando las páginas, interesado en uno que otro tema, llegué al cuadernillo «Debes leer», identificado con el color naranja. Allí encontré en las páginas 12 y 13 un tema que llamó mi atención: «El amor en la era del Skype«. El artículo estaba bien adornado, con fotos de una feliz pareja, gráficos y una infografía acerca de ciertas aplicaciones que permiten acortar distancias.
El sumario del artículo decía que «Internet, las cámaras digitales y las redes sociales están haciendo que los noviazgos a distancia tengan más herramientas para perdurar«. Y sí. Todos nos hemos visto beneficiados por ese tipo de dispositivos y aplicaciones que nos permiten mantener comunicación audiovisual con amigos, familiares y seguramente para aquellos que mantienen una relación sentimental a la distancia. En mi caso por ejemplo, Skype me ha permitido seguir en contacto con mi mejor amigo, Carlos Iván, quien vive hace cerca de ocho años en la China y cuando estoy fuera de casa, en otra ciudad colombiana o fuera del país por mis actividades académicas, esa herramienta y otras tantas me han permitido conectarme y hablar en tiempo real con mi esposa e hijas, incluso rezar con ellas antes de dormir. Y aunque reconozco que Skype y demás son una gran ayuda siempre queda un vacío del contacto físico, de ver, sentir y abrazar realmente a las personas que se aman. Pero para algunos ese contacto no hace falta, para qué si existe la tecnología.
Resulta que a manera de ejemplo de la funcionalidad de estas herramientas de comunicación, se traía el caso de una par de novios, él colombiano y ella argentina, quienes se conocieron en un taller de meditación en Buenos Aires. Él, que estaba de vacaciones en tan hermosa ciudad, nunca se imaginó que un romance «de verano» se convertiría en una relación formal. Regresó a Bogotá, se han visto un par de veces, han viajado juntos, él fue de nuevo a la Argentina, ella vino a Bogotá (ojalá se haya llevado una buena impresión de esta caótica ciudad). Pero claro, por lo que se deduce de la nota, ninguno de ellos dejó su país de origen y decidieron mantener la relación a la distancia apoyándose en las Tic´s.
Así, teniendo en cuenta que no se podían ver realmente, material y físicamente, tomaron la decisión de comprar un Blackberry para mantenerse en contacto. Después lograron progresar y se compraron un Ipad. Acto seguido establecieron rutinas para «compartir momentos…como cualquier pareja». Cocinan y cenan juntos por vídeo, ven películas y televisión por cable y las comentan por celular; una vez por semana, junto con algunos sobrinos pintan «juntos». En una ocasión a él le apartaron puesto en la mesa del comedor de su suegra para cantarle el feliz cumpleaños. Pero él no estaba, lo que estaba en la mesa era el Ipad y él en la pantalla cantando…
Si bien reconocen que es necesario el contacto físico es evidente que han «digitalizado» una relación que requiere de la presencia del otro, en el aquí y ahora que se llama realidad y que no tiene subsidiarios ni sustitutos.
No quiero sonar como un crítico de la relación basada en códigos binarios que esta pareja ha desarrollado. Por las fotos se ven felices y deseo que ese amor perdure, sin embargo no deja de llamar la atención la manera como muchos, al igual que nuestra pareja de ejemplo, pueden mantener una relación así.
Dice el mismo artículo que un estudio de la Universidad de Lousiana (Estados Unidos) afirma que «las relaciones a larga distancia gozan de una sana intimidad (entendida como cercanía emocional) y que el compromiso no difiere de las convencionales«. Hay que tener en cuenta que la investigación consultó solamente a 60 parejas de universitarios y no se puede generalizar. Además, debemos tener en cuenta las nuevas generaciones han acabado con el término privacidad e intimidad gracias al uso y abuso que hacen de su vida privada y de la de otros en los social media como Facebook y Twitter.
Las relaciones humanas de cualquier tipo (familiares, sociales, sentimentales, etc.) están basadas en el contacto, relación e interrelación con el otro. Ese contacto genera cercanía, confianza y lealtad gracias a una cercanía que se va desarrollando en el diario vivir, con sus alegrías y tristezas, cosas buenas y malas. No podemos caer, como lo afirma en el artículo la doctora Nelly Rojas, Psicóloga de pareja, en la dictadura de la tecnología. Debemos partir de la premisa que la tecnología es un medio no un fin mediante el cual, como lo dice la doctora, «se crean relaciones virtuales que terminan siendo superficiales…de las cuales es tan fácil salir como entrar».
Diferentes estudios acerca del impacto de las tecnologías en el ser humano han ido evidenciando como las relaciones personales mediadas por las redes sociales van en aumento en detrimento de las relaciones cara a cara. ¿O no ha notado con el paso del tiempo que el día de su cumpleaños cada vez menos personas lo llaman para felicitarlo mientras que va creciendo la cantidad de personas que lo «felicitan» en Facebook y le dejan una torta virtual?
Aquí surge nuevamente la pregunta: ¿son malas las tecnologías o definitivamente no hemos aprendido a usarlas adecuadamente?