En la sociedad de la información en la cual nos encontramos inmersos, las tecnologías de la información y las comunicaciones, comúnmente llamadas Tic, se han convertido en herramientas esenciales de transmisión y comunicación de todo tipo de información. Su uso, en franco aumento, ha revolucionado la forma de relacionarnos especialmente en los jóvenes que rápidamente adquieren las destrezas necesarias para dominarlas afanados por la necesidad de sentirse parte de un grupo social que se comunica con un lenguaje y medios propios.

Internet y las redes sociales tienen indudables beneficios así como el teléfono celular (móvil) y los videojuegos, cada vez más sofisticados y realistas respectivamente. Todos esos aparatos, junto con el televisor, el computador y las tabletas, rápidamente se instalaron en la cotidianidad de las familias. Sin embargo, su uso desmedido, incontrolado, en donde no existe un control por parte de los padres de familia, conlleva un elevado riesgo para todos, especialmente para niños y adolescentes quienes son usuarios más frecuentes de todas estas tecnologías y pantallas.

A los peligros «naturales» que nos ofrecen estos medios (violencia, sedentarismo, aislamiento, pornografía, sexting, grooming, trata de niños, entre otros), el uso excesivo y desmedido ha creado un nuevo mal: la adicción a las tecnologías, la «aTICción«.

Ya es frecuente que en publicaciones, congresos y foros sobres las Tic se mencione la preocupación que existe sobre esta «aTICción«. Profesionales de diferentes áreas, especialmente sicólogos, sociólogos, comunicadores y demás, han debatido sobre la imperiosa necesidad de incluir la adicción a las nuevas tecnologías dentro de los manuales de las psicopatologías de salud mental teniendo en cuenta que el comportamiento adictivo relacionado con las Tic sigue patrones muy similares a otras conductas adictivas. Lo que en principio pareciera una actividad inofensiva llega a convertirse en un hábito que las personas difícilmente pueden controlar y que puede afectar su vida. Incluso estudios ya hablan de una dependencia a Internet, el mail, el chat con síntomas similares a los generados por los drogodependientes.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 4 personas en el mundo presenta trastornos de conducta relacionados con nuevas adicciones. Siguiendo esa línea, estudios realizados en Estados Unidos indican que el 10% de los cibernautas podrían haber desarrollado una adicción a navegar permanentemente por la red.

Una de las preguntas más frecuentes es si las nuevas tecnologías generan una adicción como tal. Expertos en estos temas son enfáticos: las Tic no generan una adicción como tal sino que se manifiesta en individuos con ciertos vacíos sociales y emocionales.

Por ejemplo, los niños y jóvenes que se encuentran en mayor riesgo son aquellos que han crecido en un ambiente familiar poco unido y amoroso, con bajo nivel comunicativo, quienes tienen una baja autoestima y que buscan huir del mundo adulto que les resulta extraño, aterrador, encontrado refugio en las Tic. Si a lo anterior le sumamos que los adolescentes se encuentran en un periodo de cambios emocionales y físicos, en donde no existe aceptación de su imagen, inseguridad, temor al cambio, entre otros, pues las Tic se convierten en un espacio ideal de refugio en donde pueden proyectar una imagen lejana de su realidad y más cercana a lo que sus amigos y relacionados esperan de ellos de acuerdo con los criterios y cánones sociales.

Así, un niño tímido e inseguro y un adolescente olvidado y nunca escuchado encuentra en Internet y las redes sociales el espacio ideal para liberarse de sus temores y ansiedades.

Hay que tener en cuenta que cualquier actividad, dentro de unos límites normales de uso y cumplimiento, no es malo y riesgoso. El problema radica cuando esos límites no existen y se generan conductas patológicas de dependencia que los aísle, les dificulte desarrollar habilidades sociales, aumentar su inseguridad y baja autoestima, generando fracaso escolar, agresividad y problemas familiares y sociales.

¿Cuáles son los síntomas? Según Sergi Banús, psicólogo clínico infantil, estos son algunos de los síntomas que nos permite a los padres de familia identificar si alguno de nuestros hijos, incluso nosotros mismos, sufrimos de «aTICión»:

1-    Cuando la actividad de la que sospechamos pasa a ser el centro prioritario para la persona. Todo lo demás pasa a segundo término, incluso actividades que antes eran placenteras como salir con los amigos.
2-    Si se confirma un aislamiento del resto de la familia. Se pasa horas encerrado en su habitación y le cuesta respetar incluso los horarios de comida o sueño.
3-    Se vuelve huraño e irascible. Discute fácilmente y no atiende a razones.
4-    Se utiliza la mentira para justificar o tapar algunas de sus conductas. En casos extremos puede haber conductas de hurto para conseguir dinero en el caso que lo necesite para seguir con su adicción. No reconoce que tenga un problema. No quiere hablar de ello.

El tratamiento depende de las características de cada individuo y de la severidad de la adicción. Sin embargo, para todos los casos el papel de la familia resulta fundamental. Reglas claras, orientación, acompañamiento, comunicación afectiva, confianza, amor y comprensión resultan fundamentales.

Albert Einstein dijo: «Temo el día en el que la tecnología sobrepase nuestra humanidad: el mundo solo tendrá una generación de idiotas».

Lo ideal es evitar la «aTICción«. Comencemos ahora.

Punto aparte: los invito a visitar Juan Camilo Díaz en Línea. Allí encontrarán más artículos sobre estos temas.

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