Los niños no nacieron con un «chip» que les permite apropiarse de las Tic de manera más rápida y sencilla. Simplemente nacieron en un momento en donde el iPad es parte del paisaje como las vacas.
Es curiosa la manera cómo los niños de hoy se relacionan con las Tic. Y no es solamente con la manipulación de la herramienta si no la manera cómo se involucran con sus posibilidades y contenidos.
Ariel Torres, en una columna en el diario La Nación (Argentina), contaba lo siguiente: «La hija de unos amigos recién empezaba a hablar. Así que le costaba pronunciar la palabra iPad. Pero la hizo corta, como en general hacen los chicos: le decía Pepe. En rigor, le resultaba más complicado decir iPad que usar su iPad. O Pepe, como quieran». A miles de kilómetros de distancia, mi hija de tan solo 2 años de edad, balbucea. En ocasiones no es muy claro lo que habla. Así que no es fácil entender palabras como carro, burro, tortillas y mucho menos tableta. Así que se las arregló como usualmente lo hacen los niños pequeños: les inventan nombres, apodos, nicknames. En el caso de la bendita tableta la nombró «latable». Al igual que la hija de los amigos del columnista a mi hija le fue más fácil aprender a usarla que llamarla por su nombre.
A esa situación los adultos la hemos denominado «chip». Y lo hicimos porque nos cuesta admitir, según Torres, que nunca podremos experimentar las Tic como lo hacen los niños. Podemos usar Twitter, subir fotos en Facebook, ser muy buenos adjuntando un archivo en el mail, pero de eso no se trata. Incluso, el profesional en Ingeniería de Sistemas, con especialización en programación y maestría en configuración, no alcanzará a entender el mundo Tic como lo hacen ellos, los más pequeños.
¿Por qué? Recordemos cuando fuimos niños. Nos sorprendimos con la radio, la Tv y por supuesto con la aparición de la Internet porque aparecieron en un momento análogo, monomedial, divergente. Ahora que estamos inmersos en un ambiente binario, multimedial, convergente, pues estamos mareados, infoxicados, y una simple página web de un almacén nos parece el almacén cuando es una página web, no el almacén. ¿Entendieron? Mejor dicho, lo que creemos que es no es porque es otra cosa.
Debemos aceptarlo. Los niños pueden enseñarnos mucho sobre las Tic y de repente dejar de pensar que solamente nosotros debemos enseñarles sobre algo que no conocemos muy bien. Pero no es tan sencillo porque no se trata de cómo abrir una cuenta en Flickr, ni cómo cargar un video en You Tube; no se trata de la simple manipulación de un celular o cómo desbloquear el iPad. No es eso. Lo que ellos saben lo saben antes de poder expresarlo por su nombre. Son una generación que aprende primero y luego le pone nombre a ese saber. Torres incluso menciona elementos de la relación saber y expresar. Con razón mi amigo Cristian Conen insiste en la experimentación como parte fundamental en el proceso de educación de los hijos: aprenden haciendo no diciendo. Nosotros primero aprendimos cómo se decía y después cómo se hacía. Y nos quedamos con el nombre y no logramos saber a ciencia cierta cómo y para qué se hace.
Y ese saber los niños lo sienten, lo respiran, lo viven, lo perciben, lo predicen, lo experimentan, lo retan, lo aceptan o lo rechazan. Nosotros seguimos hablando de nuevas tecnologías y para ellos el «nuevo» no existe, porque todo ya existe con «latable», los celulares «inteligentes», los videojuegos sin controles, las redes sociales, la integración mediática; como la vaca y el potrero, el perro y la tienda de la esquina. Para nosotros todo es nuevo, novedoso, impresionante. Y es en ese momento donde evidenciamos nuestra ignorancia: «¿Hasta dónde vamos a llegar?» decimos; en cambio, ellos, los niños, no se plantean límites.
Seguramente usted tiene un celular, una tableta o un computador en casa. ¿Ha pensado qué pasa por la cabeza de su hijo/a cuando se encuentra frente al dispositivo? Caramba, daría lo que fuera por saber qué pensamientos, sensaciones, emociones, deseos, frustraciones pasan por la mente de mi hija cuando toma la tableta en sus manos, la desbloquea y abre el juego de rompecabezas. Ellos, los niños, no son usuarios digitales: son enormes ciudadanos digitales: viven, caminan, socializan, interactúan con pares en medios a los cuales le sacan todo el provecho.
Para nuestra fortuna aún ciertas empresas siguen imprimiendo el manual de uso de los aparatos. Y gracias a eso podemos conectar la nevera, poner a funcionar el microondas, echarle detergente a la lavadora y prender con un palito la estufa de gas.
Y menos mal que aún hay cosas que como padres de familia podemos ofrecerles como un abrazo, un te quiero, el amor, los valores, la ética, la felicidad y mucho más que no tienen app ni código de desbloqueo y que ellos, los niños, necesitan ahora más que nunca para moverse en este mundo de ceros y unos.
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