La semana pasada, el diario El Tiempo publicó la lista elaborada por la Secretaría de Educación Distrital con las mejores cien instituciones educativas de Bogotá, una lista que deja varias conclusiones, tanto por el hecho mismo que dicha lista haya sido elaborada, como por los datos que nos muestra.
La lista completa está disponible en este vínculo, y, en aras de la claridad y de cierto orgullo institucional, quiero aclarar que la institución donde trabajo, el colegio Débora Arango Pérez ocupa el lugar 45 en la misma. Habiendo hecho esa aclaración, el primer dato que llama la atención es el hecho que de los diez primeros lugares, siete son ocupados por instituciones que funcionan bajo la figura de la concesión a operadores privados, lo que cimienta el argumento a favor de la permanencia de estas instituciones basados en la calidad de la educación que prestan, un argumento esgrimido por los padres de los estudiantes matriculados en los colegios durante mucho tiempo y que ahora tiene un sustento teórico, el cual debiera hacer mas difícil que estas instituciones puedan ser metidas en alguna pelea política asociada con una agenda específica, como ocurrió durante la campaña electoral de 2011 por parte de, precisamente, quien ahora ocupa la alcaldía mayor de Bogotá.
La pregunta que cabe hacerse ahora es, ¿Que hace que los colegios en concesión tengan tan buen desempeño? Si bien es cierto que estos colegios tienen un mayor grado de supervisión y vigilancia que sus contrapartes públicas (Como lo ha sugerido el académico y ex-candidato a la cámara por Bogotá Daniel Raisbeck), esta supervisión viene, en buena parte, por los mismos operadores, lo cual nos hace pensar en la necesidad de conocer sobre los modelos de gestión de estos operadores para conocer que puede ser incorporado a los modelos públicos. Sin embargo, la moneda tiene dos caras; si bien es cierto que arrojan resultados significativos académicamente hablando, también es cierto que la estabilidad laboral y escalas salariales de estas instituciones se rigen bajo estándares privados, los cuales no siempre son particularmente beneficiosos para los docentes, lo que plantea la pregunta sobre las condiciones de trabajo de estos docentes y, si dichas condiciones, al ser mejoradas podrían tener un efecto significativo sobre los resultados.
Mirando la situación de los colegios operados por la SED, es posible decir que las preguntas hechas en el anterior escenario también aplican a este. Tomando en cuenta que muchos de estos colegios comparten similitudes en tanto a planta física, los criterios de calidad académica y clima escolar son los que debemos tomar en cuenta a la hora de encontrar el ADN de los colegios públicos de calidad. Si bien el hecho de estar bajo la administración de la SED hace que los lineamientos bajo los que se rigen sean un poco mas estrictos, lo que nos lleva a buscar con especial énfasis en las prácticas que contribuyen a un clima escolar apropiado en estas instituciones, siendo un clima así definido como el que contribuye a la calidad educativa y convierte a la escuela en un lugar apropiado para la comunidad.
La importancia real de esta lista se apuntala en lo que se puede hacer con ella. Las innovaciones educativas nunca surgen de arriba a abajo, se forman de abajo hacia arriba, con una comunicación entre las instituciones que permita el intercambio de saberes, lo que le da a la SED la responsabilidad de estimular dichos espacios para crear redes entre las instituciones educativas que garanticen un proceso de mejora en la calidad educativa de carácter autosostenible.