Esta fue una entrada sobre cuya escritura reflexioné cuidadosamente, llegando a la conclusión que dicha escritura es necesaria por cuanto me ayuda a ilustrar un punto que he defendido en distintas ocasiones.

Desde mediados de la década pasada, han habido distintos proyectos para desarrollar un programa de educación bilingüe a nivel público, tanto desde lo nacional como desde lo local (Específicamente, el caso de Bogotá). A nivel nacional, el Programa Nacional de Biliingüismo empezó a lograr avances mientras que a nivel distrital, el acuerdo 253 de 2006 dio los lineamientos para crear una ciudad bilingüe dentro de la cual, la educación era parte de un proyecto de mayor escala.

En el caso de Bogotá, a lo largo de los años, este programa ha tenido distintos acompañamientos para su desarrollo; inicialmente, este acompañamiento llegó inicialmente desde la Universidad de los Andes, como lo evidencia el análisis conducido por Anne-Marie de Mejía, reconocida teórica sobre la educación bilingüe en Colombia. Este acompañamiento, de corte mas diagnóstico, dio paso a la Universidad Nacional de Colombia, que entre 2010 y 2011 acompañó a las instituciones distritales (Incluyendo el colegio donde trabajo, el Débora Arango Pérez) en el desarrollo de syllabus de contenidos para asignaturas como Inglés y Ciencias Naturales.

Sin embargo, los cambios en el panorama político de la ciudad han traído consecuencias sobre el desarrollo del programa. La llegada en 2012 de Gustavo Petro con su discurso de defensa de lo público significó la salida de la Universidad Nacional y la llegada de la Universidad Distrital a la labor de acompañamiento de las instituciones educativas, un acompañamiento que llegó de forma traumática e inesperada y que además resultó una caída en la calidad del mismo. La Universidad Distrital llegó sin el mas mínimo interés en saber que estaban realizando los colegios hasta el momento, ignorando los avances en construcción curricular y creyendo que su labor se reducía a talleres para realizar actividades en clase, cuando instituciones como el D. Arango han construido syllabus de contenidos de primero a sexto grado. Mas aún, con el paso de los años este acompañamiento ha disminuido en intensidad, dejando, con el paso del tiempo abandonadas a las instituciones del distrito participantes en el programa.

La situación presentada en este programa refleja la necesidad imperiosa de darle a las políticas educativas un carácter de estado y no de gobierno. Los partidos políticos deben entender que la naturaleza largoplacista de dichas políticas no permite cambios de rumbo al vaivén de la escena política sino un sentido de continuidad, eso si, con procesos de evaluación que permitan medir su efectividad.