El pasado viernes, Moisés Wasserman, investigador y ex-rector de la Universidad Nacional de Colombia, publicaba en su cuenta de twitter un trino en el que expresaba su indignación frente a la idea que haya instituciones de educación superior que ofrezcan tres títulos en tres años, una indignación que lleva a la pregunta sobre el estado de la educación técnica en Colombia, y cual es su problemática.

Al igual que con la situación asociada al estatus de los profesores, uno de los temas que tiene una influencia significativa sobre la situación de la educación técnica y tecnológica en el país es la representación social de la misma; la idiosincrasia colombiana ha terminado por convertir al título universitario no en una herramienta para la movilidad social y el empoderamiento, sino en un símbolo de estatus; no importa el saber adquirido y lo que se pueda hacer con el, lo que importa es tener el cartón… En virtud de eso, la educación técnica ha sido sistemáticamente menospreciada desde muchos escenarios: Los padres de familia no aprueban la idea de sus hijos estudiando una carrera técnica al terminar el colegio, y solo ha sido hasta hace poco que los colegios, en sus proyectos de formación vocacional, han pensado en presentar la formación técnica como una alternativa viable y siempre como un estado transitorio en la búsqueda del título profesional.

Este discurso es, paradójicamente, perpetuado por los mismos estudiantes, como es el caso de la MANE, conformada durante las manifestaciones de 2011 contra la Ley 30 que buscaba reformar la educación superior en el país, la cual ha hecho un esfuerzo notable por silenciar la voz de la educación técnica y, a falta de un mejor término, mirarla por encima del hombro cuan pariente pobre, una situación que es rematada por la actitud del establecimiento hacia dicha educación, como lo ha demostrado la tradicional visión del SENA como un espacio para el cobro de favores políticos, sin mayor interés por darle una gerencia verdaderamente técnica y efectiva.

Ante este panorama, resulta evidente que el primer paso para una reforma de la educación técnica en Colombia que la haga verdaderamente efectiva y útil dentro del funcionamiento nacional tiene que ver con un cambio en la manera en la que esta es interpretada: Debe dejar de ser vista como el pariente pobre de la educación nacional, sino como una parte importante en si misma del sistema que provee un conocimiento y un saber hacer válido y necesario en la construcción nacional.