El 04 de agosto un joven de 16 años se suicida arrojándose desde la terraza de un centro comercial en Bogotá. Sergio Urrego se suicidó después de ser acosado incesantemente debido a su orientación sexual; y lo mas perturbador de todo ello es que una parte significativa del acoso fue orquestado de manera sistemática por su colegio, el Gimnasio Castillo Campestre.

En el recuento de los hechos realizado por la madre del joven, es evidente como el ataque a Sergio fue orquestado desde las directivas y personal del colegio, como es el caso de la orientadora de la institución, Ivón Andrea Cheque Acosta, y la misma rectora, Amanda Azucena Castillo, quien evidentemente se regodea en el hecho de haber coartado la educación del joven con medidas como la demora en la entrega de sus certificados de notas, y lo que es aun mas enfermizo, una queja contra Sergio por acoso sexual, queja, cuyos sustentos, de acuerdo a ese mismo recuento, nunca aparecieron, o negando el reembolso de los derechos de grado de Sergio.

La misma rectora Castillo llegó al extremo incomprensible de maltratar la memoria de Sergio tras su muerte en una reunión con los estudiantes del grado 11. Es inevitable pensar, que de haber seguido en la institución, Sergio habría sido sometido a cualquier cantidad de humillaciones en eventos como la ceremonia de grado o el prom.

Los ríos de tinta (o en este caso, pixeles), que se escriban en este caso no repararán el daño. Sergio seguirá muerto, sus padres y su abuela vivirán con la pena de haberlo sobrevivido cuando el orden natural de las cosas es lo contrario y el colegio seguirá dando respuestas tibias cuando la verdad es que tiene la sangre de un adolescente en sus manos. 

La pregunta que nos tenemos que hacer en este momento gira alrededor de la respuesta gubernamental ante los actos tan asquerosos realizados por el Gimnasio Castillo Campestre; desafortunadamente, tal parece que la respuesta de la Secretaría de Educación de Cundinamarca (encargada del caso por cuanto el colegio se encuentra fuera de Bogotá) es en el mejor de los casos ingenua y en el peor de los casos negligente y cómplice. 

La Secretaria de Educación del departamento manifiesta que no se ha dado una respuesta a la queja interpuesta por la madre de Sergio Urrego, y también es evidente que se han limitado a contentarse con las respuestas que ha dado la institución, sin dar cualquier atisbo de esperanza que va a haber alguna sanción que siquiera trate de corresponder con la gravedad de los acosos hechos por parte del colegio. También resulta perturbador el silencio de organizaciones como FECODE, que este año ha sido una voz muy prominente a la hora de pedir beneficios sin responsabilidades para los docentes, pero ante casos como este guarda silencio, en una muestra del anquilosamiento mental de quienes la dirigen.

¿Que sigue ahora? Esperemos que en las políticas públicas para población LGBTI que anunció el ministro del Interior Juan Fernando Cristo haya un paquete de medidas que tome en cuenta los riesgos de los adolescentes pertenecientes a estas poblaciones y que se encuentran en situación de riesgo por acoso, unas medidas en las que tome parte el ministerio de educación para garantizar que tanto colegios privados como públicos sean espacios de tolerancia y aceptación a los jóvenes que están explorando su identidad y preferencias sexuales. 

Medidas como espacios similares a la escuela Harvey Milk en Nueva York si bien son medidas pragmáticas por cuanto protegen de manera inmediata a estos jóvenes, en el largo plazo refuerzan la idea de ‘Debemos mantenerlos separados de los demás’, por lo que la única alternativa es la educación para la aceptación de la diferencia, y las sanciones efectivas a las acciones criminales de instituciones como el Gimnasio Castillo Campestre, quienes son los principales responsables de la muerte de Sergio a través de un acoso grotesco. 

Las últimas palabras de Sergio, contenidas en una carta a sus padres, son un testimonio del daño indecible cometido por ese colegio, y son el cierre mas apropiado a esta entrada.

“Hoy espero lean las palabras de un muerto que siempre estuvo muerto, que caminando al lado de hombres y mujeres imbéciles que aparentaban vitalidad, deseaba suicidarse, me lamento de no haber leído tantos libros como hubiese deseado, de no haber escuchado tanta música como otros y otras, de no haber observado tantas pinturas, fotografías, dibujos, ilustraciones y trazos como hubiese querido, pero supongo que ya puedo observar a la infinita nada”