La idea de un Grado 12 en la educación secundaria colombiana (que es exactamente lo que suena), ha sido discutida con más y más fuerza en los últimos años, e incluso, han habido intentos para su implementación (más de eso posteriormente). Sin embargo, esta semana, el Senado hundió el proyecto de ley que buscaba reglamentar esta iniciativa. Un hecho que amerita una mirada tanto por su naturaleza como por sus implicaciones.

Cabe preguntarse, en primer lugar, cual es la competencia del congreso para decidir en un tema como este. A fin de cuentas, ¿este no debía ser un proceso liderado por el Ministerio de  Educación Nacional? ¿No debía estar acaso reglamentado a través de un decreto y no una ley? Más aún, ¿por qué este proyecto queda en manos del senador Andrés García? ¿Por qué un senador como Senén Niño no tomó parte en la discusión? El escenario en el que se tomó la decisión muestra uno de los problemas crónicos de la formulación de políticas públicas en Colombia: La excesiva dependencia en la legislación como vehículo para formulación de las políticas públicas en Educación; un vehículo el cual, dados sus altos tiempos de deliberación y poca capacidad de respuesta, resulta generando políticas que, para el momento en que se formulan, ya no son relevantes o apropiadas para el contexto. 

Por otro lado, bien vale la pena ver los argumentos dados por García para presentar ponencia negativa al proyecto. Llama la atención su afirmación que ‘Más horas no son más calidad’ por varias razones. Si bien esa es una afirmación válida, también es dolorosamente cierto que en el caso colombiano, la poca cantidad de tiempo de clase tiene un efecto significativo sobre la calidad educativa, lo demuestran las deficiencias en lectura y escritura crítica que reportan las universidades por parte de sus estudiantes.  Estas podrían ser resueltas parcialmente a través de un grado 12 que funcione como año preparatorio para la universidad, en el que los estudiantes puedan hacer una exploración vocacional apropiada que evite los altos indices de deserción que están afrontando las universidades. Por otro lado, un año más de colegio le da a los estudiantes la oportunidad de madurar para afrontar los retos del ambiente universitario de mejor forma. Es claro que aun con el apoyo apropiado, el ambiente universitario puede resultar difícil de negociar para un joven de 17 años, y el grado 12 también podría proveer herramientas en ese sentido.

El grado 12 en Colombia es una necesidad, y una necesidad imperiosa. Ante la falta de mecanismos de implementación y regulación, estamos abocados a ver como iniciativas independientes en ese sentido fallan, como es el caso del escenario bogotano en el que la falta de reglamentación y pedagogía al respecto ha convertido el proyecto de grado 12 en una iniciativa con bajísima acogida y muy poco éxito. Pero más allá de eso, este incidente debe ser un campanazo de alerta que haga que la formulación e implementación de políticas públicas sea labor de las entidades pertinentes y no de legisladores con poca o nula experiencia en el tema.