Una regla implícita que me establecí cuando empecé a escribir este blog, (Y por derecha, su primera encarnación), fue ser lo menos autorreferencial posible en cuanto a temas, es decir, concentrarme en la discusión general de políticas educativas en lugar de basar las discusiones en aspectos de mi labor como docente (O en este caso, directivo docente), sin embargo, el final del año que se acerca se convierte en un momento para hacer algunas reflexiones sobre elementos que encontré a lo largo de este 2014 en mi labor como directivo docente dentro de los colegios del distrito, mas exactamente, como coordinador para ciclo inicial (Jardín – 2 Grado)

Desde lo relacionado con la organización curricular, me queda una observación significativa alrededor de la manera en la que se maneja el paso del preescolar a la básica primaria a nivel del sistema público. Los estudiantes de primer grado hacen el paso de sus grupos de transición con 30 estudiantes a grupos de 40 estudiantes en los que el ambiente cambia dramáticamente sin que las instituciones hagan o sean capaces de hacer un proceso en el que los niños que ingresan a la básica primaria se aclimaten con éxito; los estudiantes pasan de un ambiente relativamente protegido a uno que a primera vista, podría ser considerado como hostil con ellos, que les hace una serie de exigencias para las que no están preparados y que ciertamente es un determinante en los escenarios de mortalidad académica que encuentran algunos de estos niños.

Así mismo, los padres de estos niños, al igual que sus hijos, no han sido preparados para un manejo adecuado de las exigencias a las que se afrontan los niños, lo que da pie a una buena fuente de conflictos entre padres y docentes, en los que los primeros no entienden las dinámicas académicas de la básica primaria y los segundos no tienen el tiempo para hacer una transición que los padres debieron haber hecho (Valga la redundancia) desde que los niños estaban en transición. La principal responsabilidad en esta situación tiene que ver con la obsesión de las entidades educativas con las cifras de cobertura. Con miras de garantizar altos números de niños matriculados, se ignora de forma patente el hecho que las necesidades educativas de los niños que llegan a la básica primaria son distintas a las de otros grados, y se equiparan con los de grados posteriores, dando pie a la creación de un ambiente que en algunos casos, puede llegar a ser incluso perjudicial para los niños que llegan al primer grado de la básica primaria.

Otra observación que dejó este año tiene que ver con los roles que se han venido asumiendo y que se les han venido asignando a los directivos en las instituciones educativas públicas. Resulta curioso como los estudiantes y padres de familia se refieren a los directivos de los colegios (Coordinadores o rectores) como ‘Profe’, aun cuando ya no dan clase, un testimonio de su labor continua como educadores. Sin embargo, y esto es especialmente cierto en el caso de los rectores, las funciones que se les delegan, especialmente a los rectores, los alejan completamente del liderazgo académico de las instituciones, viéndose abocados casi que 100% a labores administrativas y gerenciales, las cuales, si bien son necesarias para garantizar el funcionamiento de las instituciones, podrían ser delegadas en otros cargos.

Como consecuencia de esta desconexión académica de los rectores y las instituciones, el único contacto que tienen con la mejora de la calidad educativa en los colegios que dirigen aparece bajo la forma de la recepción de reportes de mortalidad académica y resultados de pruebas estandarizadas, sin que estén muy enterados de los procesos que llevan a esos resultados, y dejándole toda esa responsabilidad a los docentes, que si bien deben llevar parte de ella, también deberían recibir un acompañamiento por parte de los rectores, especialmente si tomamos en cuenta que los docentes en los colegios públicos son una población de alta rotación, por lo que es absolutamente necesario que quienes tienen una mayor permanencia, estén mas involucrados en las políticas de mejoramiento para garantizar su efectividad, en este caso, los directivos.

La principal observación que me queda de este año en el rol de la coordinación tiene que ver con el hecho que, infortunadamente, aun hay muchos elementos de la estructura institucional en la educación pública que contribuyen a que los procesos de mejoramiento de la calidad en las instituciones se vean obstaculizados y frenados, aun a pesar de las mejores intenciones de los actores de las mismas, como son directivos y docentes. Es importante que las entidades formuladoras de política educativa tengan esto en cuenta, y busquen estos cambios estructurales, los cuales, deben verse acompañados de un proceso de cambio cultural por parte de los actores involucrados, para lograr el mejoramiento de la calidad educativa en Colombia, un proceso necesario y posible.

Con esta entrada, Paedagogica entra en un receso que se prolongará hasta el 14 de enero del próximo año. Quiero agradecer al equipo de blogs de El Tiempo, en cabeza de Camilo Calderón por el apoyo recibido, a Federico Arango, por la invitación a hacer parte del mismo, y a todas las personas que han leído las discusiones presentadas acá. Hasta pronto.