La formulación de políticas públicas en educación implica desarrollar una infraestructura que cumpla con dos metas a la hora de proveer el servicio educativo: Cobertura, entendida como el porcentaje de la población escolar que puede ser atendida por la infraestructura, y Calidad, entendida como un currículo que responda a las necesidades de la población, cuente con los recursos apropiados y esté a cargo de profesionales idóneos. Estas dos metas están atravesadas por la noción de equidad, que, en este caso, puede ser definida como la garantía que el mayor porcentaje de la población escolar pueda recibir la educación de la mas alta calidad posible.

En términos de la equidad de acceso, la equidad está asociada con inversión en infraestructura: Construcción de instituciones educativas, contratación de docentes… Elementos que están asociados con la inversión de recursos, por lo que es una variable particularmente sencilla de abordar. La noción de equidad en calidad, por otra parte, tiene mas dimensiones que deben ser abordadas. Si bien parte de esa equidad también se alcanza a través de lo presupuestal (En lo que tiene que ver con recursos), una variable como idoneidad de los docentes debe ser abordada con mas cuidado. En el caso colombiano, esto se ha visto afectado por dos aspectos: En primer lugar, la odiosa idea que ‘cualquiera puede ser docente’ la cual ha tenido dos consecuencias, la primera siendo la tiranía que han ejercido las licenciaturas a la hora de impedir la llegada de profesionales de otras áreas a la labor docente, torpedeando el enriquecimiento de la labor por saberes y prácticas de otras áreas, en lo que puede ser considerado como una especie de reacción de defensa. La otra, subproducto de la primera, tiene que ver con la percepción de la profesión docente como una especie de escampadero, al que cualquiera puede llegar y garantizar un sueldo sin mayor esfuerzo.

En la búsqueda de la idoneidad profesional de los docentes, la institucionalidad educativa de Colombia ha optado por las masivas inversiones en capacitación para los docentes, bien sea a través de proyectos dentro de las aulas o becas de posgrado (Como es el caso del enfoque adoptado por la Secretaría de Educación Distrital), lo cual, aun siendo un enfoque bien intencionado, también ha ignorado la realidad de docentes como los mencionados en el anterior párrafo, los cuales, al ver la profesión como un escampadero no tienen el mas mínimo interés en mejorar sus prácticas y ‘pasan por debajo’ de estas iniciativas, sabiendo que no habrá ninguna represalia frente a malos rendimientos, o que de haberla, tardará mucho tiempo en aparecer. Es en este sentido que se hace necesario llevar a cabo un proceso de ‘Selección natural’, como se abordó en la discusión de la semana pasada, en la que los estímulos a la capacitación docente sean dependientes de condiciones previas, que envíe el mensaje de la profesión docente como una profesión de exigencia que recompensa a quienes hacen su parte, lo que inicia un feedback positivo en el que empieza a masificarse la dignificación de la profesión docente trayendo como consecuencia una mejora en su calidad.