La semana pasada, la Fundación Compartir presentó una serie de reflexiones frente al nuevo sistema de evaluación docente presentado hace algunas semanas, reflexiones realizadas por autores como Julián de Zubiría (Rector del Instituto Alberto Merani) y Abel Rodríguez (Ex secretario de educación distrital) las cuales vale la pena discutir tanto por su forma como por su contenido.
Es importante que la idea de la calidad docente como primer garante de la calidad educativa está calando de manera cada vez mas profunda en el discurso de la política pública en educación, en tanto es la principal garante de una meritocracia al interior del magisterio a partir de un feedback a las prácticas docentes basado en los resultados obtenidos. Así mismo, es importante reconocer que el anterior sistema de evaluación, si bien representaba estos principios en el papel, distaba mucho de ponerlos en práctica por cuanto es un sistema que carece de los requisitos de fiabilidad necesarios para las metas propuestas. En ese sentido, la nueva evaluación de carácter diagnóstico formativo es reconocida como un primer paso en la dirección correcta que empieza a sintonizar a Colombia con los esfuerzos internacionales en el tema en la medida que las normativas legales lo permiten (Como es el caso de los distintos estatutos docentes).
Sin embargo, otras reflexiones alrededor del proceso surgidas en el evento no fueron tan relevantes. Probablemente, las mas notorias fueron las formuladas alrededor de la idea del video como una de las herramientas para la evaluación docente y que fueron elevadas por De Zubiría, desconociendo el papel fundamental y efectivo que ha tenido la evaluación en video en herramientas como el proyecto MET, y el hecho que en el caso colombiano, esta herramienta es solo una parte de un sistema mas articulado de evaluación. En lugar de eso, De Zubiría optó por emitir una serie de opiniones preconcebidas que en el mejor de los casos, representan una falta de información al respecto y en el peor de los casos, son un ataque innecesario.
Por otro lado, Abel Rodríguez, desafortunadamente, se embarcó en una línea discursiva que ha sido repetida hasta el hartazgo y que ha tenido algunas consecuencias desafortunadas. Si bien el profesor Rodríguez tiene toda la razón en afirmar el sinsentido que es dejarle la formación docente al mercado, y también le asiste la razón en poner de manifiesto el efecto que tiene la falta de recursos a la hora de garantizar la calidad educativa, también es cierto que esa linea de discurso ha terminado, especialmente en el caso bogotano, en que los docentes terminen por asumir que su única responsabilidad en cuanto a calidad educativa se refiere se limita a pedir portatiles y video proyectores para los salones, reduciéndose de manera voluntaria a operarios de equipos.
Resulta desafortunado que, a final de cuentas, el trabajo realizado por la Fundación Compartir resulte en vano, cuando las reflexiones que suscita no terminan por llevar a ningún lado. Una prueba mas de como la calidad educativa, al igual que muchas otras variables asociadas a la educación, termina siendo responsabilidad de todos y responsabilidad de nadie.