La calidad y la cobertura han sido entronizados como los dos estándares oro para saber si un sistema educativo es bueno o no. A fin de cuentas, un sistema educativo que hace bien las cosas debería garantizar una buena educación (Calidad) para todos (Cobertura). Sin embargo, la manera en la que el cumplimiento de estas metas en Colombia se ha tratado de llevar a cabo deja en pie una serie de interrogantes con respecto a los resultados obtenidos y a la efectividad del mismo.

 

 

Históricamente, en Colombia se ha manejado la teoría de que simplemente no es posible mejorar la calidad y la cobertura a la vez, en lo que puede ser comparado con la manida figura utilizada por los comentaristas de fútbol sobre la incapacidad de cubrir pies y cabeza al tiempo con una cobija. Como resultado de esta teoría, las entidades relacionadas con la gestión educativa, tanto a nivel nacional como regional, se han dedicado en los últimos años, cuando de presentar resultados se trata, a repetir hasta el hartazgo cifras de inversión para construcción de aulas y matriculatones en los primeros días del año lectivo. Sin embargo, como lo muestra el segundo gráfico, los resultados son particularmente desalentadores. De acuerdo al informe publicado por el Foro Económico Mundial, Colombia apenas supera a Namibia en lo que tiene que ver con acceso a la educación en el grupo de economías del sector medio superior, como lo muestra el gráfico inferior (cortesía de Javier Moreno), planteándose la pregunta sobre las causas de este aparente fracaso en la tarea de incrementar la cobertura del sistema educativo colombiano.

Para plantear teorías que expliquen este fenómeno, es necesario entender el efecto de la calidad educativa sobre la cobertura, area en la cual, de acuerdo también al Foro Económico Mundial, Colombia sale mal librada. Los resultados del gráfico superior de la entrada (de nuevo, cortesía de Javier Moreno), muestran que si bien el país no sale tan mal librado como en el caso de la cobertura, los resultados de calidad educativa siguen dejando muchísimo que desear. Si bien a la hora de hablar de calidad, y sobre todo a nivel estadístico, siempre se suele pensar en resultados de pruebas estandarizadas como las PISA, resulta pertinente también preguntarse por la calidad de dicha oferta. Una pregunta que resulta cada vez mas pertinente si tomamos en cuenta datos como los presentados por el Consejo Privado de Competitividad en su informe del año pasado que sugiere que la disminución en cobertura puede estar relacionada con la pertinencia de esta oferta. La disminución en la cobertura de la media se explica entre otras cosas, por la percepción por parte de los estudiantes y sus familias que no tiene  mucho sentido completar los grados 10 y 11, por lo que optan por ingresar de una vez al mercado laboral como mano de obra no calificada. Así mismo, la atomización de las instituciones educativas en sedes, las cuales pueden llegar a estar alejadas por distancias de 3 horas o más, también se termina por convertir en un disuasor no solo para el ingreso a la educación media sino para el paso de la educación primaria a la secundaria.

Estos se convierten en ejemplos de como, de manera opuesta a la posición oficial, pensar en atender las variables de cobertura y calidad en la educación colombiana de manera separada resulta a la larga poco efectivo y perjudicial para el sistema educativo colombiano junto a los niños y jóvenes que atiende. De la misma manera, reducir el tema a solo inversión en cupos y aulas resulta poco efectivo. Resulta necesario repensar los enfoques para incluir un currículo pertinente que atraiga a los estudiantes y sus familias y les convenza de hacer la apuesta por la permanencia en el sistema educativo.