El idioma español es un idioma que muchas veces, al intentar ser más eficiente, termina causando una confusión mayor. Un ejemplo es el hecho de que no hay una forma de distinguir entre un fallo ocasional en una actividad, y cuando ese fallo es interiorizado por parte de la persona y se repite; quedamos con la palabra ‘error’ para describir ambas situaciones, mientras que el idioma inglés, por ejemplo, usa mistake para el primer caso, y error para el segundo. El segundo tipo de fallo es de aquellos que surgen en la medida que no hay un acompañamiento y retroalimentación a la práctica, lo que se convierte en un otrosí que se debe añadir a la frase ‘La práctica hace al maestro’. ¿Tiene una reflexión así algún tipo de aplicación a la labor docente?
En la medida que es una actividad que está relacionada con la transmisión y construcción de un conocimiento disciplinar, la docencia es una actividad que está, de alguna manera, metida en dos mundos. Un buen docente está definido tanto por lo que sabe, como por cómo hace lo que hace. En el caso de lo primero, la discusión ha, afortunadamente, abandonado la noción del conocimiento enciclopédico de una disciplina como el único indicador de calidad docente, y ha entendido la importancia del proceso de apropiación y adaptación de dicho conocimiento para las necesidades de los estudiantes. Este cambio en el paradigma también ha implicado una mirada cada vez más detallada a la pregunta sobre cómo describir y valorar las prácticas de los docentes en el aula. El proyecto MET (Medidas de Enseñanza Efectiva en Español), desarrollado por la fundación Bill & Melinda Gates, junto con la rúbrica TAL desarrollada por Teach For All (y usada en Enseña por Colombia), y el marco para la enseñanza desarrollado por Charlotte Danielson son ejemplos consolidados y reconocidos de instrumentos relacionados con las prácticas docentes.
Los instrumentos mencionados permiten formular una respuesta preliminar a una pregunta que muchos docentes se hacen: ¿como puedo mejorar mis prácticas de aula? En principio, al ser referentes de acciones y prácticas, el docente puede comparar sus prácticas en las distintas etapas de su labor (planeación, ejecución y seguimiento) con los referentes que presentan los instrumentos (como el marco para la enseñanza), y desde ahí hacer los ajustes que resulten necesarios. Esto a su vez implica un aspecto crucial: la retroalimentación. Los ajustes y cambios en la práctica para una mejora de desempeño dependen de una retroalimentación que identifique lo que debe mejorar, y eso solo es posible con el acompañamiento que puede hacer un par. Infortunadamente, la relación que establece el docente con el espacio de su aula de clase termina creando una relación de territorialidad que impide la entrada de un par acompañante; algo a lo que se le tiene que sumar, la percepción que aún persiste en muchos docentes de la retroalimentación como un comentario a la persona y no sobre la práctica.
La aceptación del acompañamiento retroalimentado a las prácticas de aula para el mejoramiento de las mismas tiene un componente cultural, el cual es acompañado de medidas institucionales como, por ejemplo, sistemas de evaluación docentes basados en el mismo. Los docentes deben entender que la apertura de puertas y la desprivatización del espacio del aula es el camino más efectivo para la mejora de la calidad educativa.