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Por: Jorge Iván CárdenasMucho se ha hablado en estos tiempos electorales sobre el petróleo, el gas y el carbón. Acogiendo que estamos en la era de la posverdad, es importante develar una mentira al respecto: dejar de explorar inmediatamente petróleo, gas y carbón para contribuir al ambiente.
Esto último, aunque debería ser un fin, contiene populismo en el cómo. La utilización de estos recursos como fuente de energía solo aporta el 35% de la totalidad de Gases Efecto Invernadero que emite Colombia, unos 80.000 Gg de CO2 eq.
Colombia no emite ni el 1% de la totalidad de GEI del mundo. En el segundo reporte ante la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático se indicó que los mayores contaminantes en el país se encuentran en los sectores de agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra, en donde principalmente son ilícitos.
En los boletines periódicos del IDEAM (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales), se identifican 12 núcleos activos de deforestación en el país motivados particularmente por cultivos ilícitos, ganadería extensiva y acaparamiento de tierras.
No obstante, eso es otro asunto. El punto es que detener la exploración significa perder la esperanza inversionista sobre los retornos de capital a largo plazo. Este sector aporta alrededor del 5% del PIB con una producción promedio de 760 mil barriles de petróleo al día. Solamente Ecopetrol realiza pagos al Gobierno entre dividendos, regalías, etc., por casi $20 billones. La situación financiera de esta petrolera depende mucho más de la expectativa de ingresos futuro por nuevas inversiones que de sus ingresos corrientes ya proyectados por reservas.
Con pasivos de $150 billones y un patrimonio de $93 billones, Ecopetrol ha emprendido una estrategia de SosTECnibilidad muy interesante al acoger el concepto de empresa ESG (environmental, social, and governance) alrededor de la tecnología. Este concepto relaciona los impactos ambientales, sociales y de gobernanza a través de buenas prácticas y mitigación de riesgos relacionados a la cadena de producción de los recursos naturales no renovables. Un acierto de esta estrategia tiene que ver con la adquisición de ISA, la cual expande el portafolio hacia asuntos de energía con fuentes no convencionales.
Aún así, detener la exploración también es perder el auge de los precios de las materias primas por dinámicas internacionales, como los conflictos geopolíticos en Europa y el rebalanceo de la demanda en Estados Unidos. En el Marco Fiscal de Mediano Plazo 2021 se proyectó un BRENT a $63 USD, mientras hoy Bloomberg lo ubica a $100 USD.
La inversión extranjera únicamente para petróleo antes de la pandemia era de $2.755 millones de USD, valor que se podrá superar en un escenario de recuperación y de aprobación de las licencias para la explotación de los Yacimientos No Convencionales, generando mayor crecimiento.
En este sentido, la exploración se vuelve interesante e indispensable, ¿por qué acabarla? La respuesta es un asunto de populismo ambiental y la reducción costo-beneficio por las comunidades. Sin embargo, para el primero, la expedición de la licencia ambiental para la operación asegura aspectos relacionados, como por ejemplo: inversión para protección de cuencas hidrográficas; y, para el segundo, es claro que el ciclo para la ejecución de las compensaciones y contraprestaciones económicas fruto de esta actividad debe ser revisado desde la planeación.
En conclusión, no se trata de detener la exploración porque se poseen reservas para al menos la tercera parte del tiempo que se deben cumplir los compromisos asociados al carbono neutralidad, por el contrario, se trata de que con esas compensaciones y contraprestaciones se pueda lograr la absorción de ese 35% de GEI que genera la actividad. Por ejemplo, las asignaciones relevantes para el ambiente generadas con regalías a 2030 por $4.4 billones ayudarían a crear acciones de restauración, protección y rehabilitación de áreas protegidas como parques naturales, ecosistemas estratégicos, cuencas hidrográficas, entre otras.
