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 Por: Daniel Fernando Mejía Lozano

Abrir los ojos es mirar el horror de la guerra en el oscurantismo moderno de una sociedad inteligente, pero a su vez tan ignorante; así quedará registrado este escrito para la historia.

Hoy en América Latina somos observadores pasivos en medio de un infinito silencio, acostumbrados a una violencia interminable, eterna, permanente y fúnebre. El holocausto digital ha convertido la ficción en realidad.

Sobre París dormido se extendía el olor a sangre de Ucrania que llegaba por los bombardeos inclementes a tan solo dos horas de vuelo de la ciudad luz. No hay justificación geopolítica, económica, cultural ni siquiera histórica para la crueldad de la guerra.

Mujeres, niños y ancianos: ahora pienso en la innecesaria muerte de inocentes olvidados en fosas comunes. Treinta y siete días han bastado para destruir ciudades enteras.

Vladímir Putin, el oscuro y provocador presidente de Rusia, nació en San Petersburgo en 1952, la majestuosa ciudad que fue la capital imperial por dos siglos fundada en 1703 por Pedro el Grande. Sin embargo, hoy yo lo contaría de otra forma. Diría que es la ciudad que mal trajo a la luz a este presidente.

La arquitectura del barroco es ahora vegetal, los colores se han sepultado en el infierno de la guerra que viven ciudades como Mariúpol, Lebedin, Malin y Borispol. La OTAN, además de enviar armas a los mercenarios ucranianos para alimentar el conflicto, poco o nada ha hecho por los refugiados que, en muchos casos, son víctimas de mafias de trata de personas en Polonia o Rumania.

Es cuestionable el rol de la Organización de Naciones Unidas ante la inclemente masacre de la población civil ucraniana. La narrativa mediática se enfocó en el hambre expansionista de Rusia, los bombardeos y la crueldad. Sin embargo, no cuestiona la indiferencia colectiva de los gobiernos que además de un pronunciamiento se han mantenido al margen, sumergidos en un silencio cómplice del exterminio de un país del tamaño de Colombia en población y territorio.

Pensando en lo anterior, observando columnas y opiniones de expertos en política exterior, considero que no existe una correcta contextualización de lo que sucede realmente bajo el cielo de Kiev. No solo se ha vulnerado la libertad de prensa por parte de los países en conflicto, sino que los medios y las redes sociales han sido utilizados como herramientas de guerra para desinformar.

Ante la ausencia de la ONU, el Centro de Gestión de Crisis y Apoyo (CDCS) del Ministerio para Europa y de Asuntos Exteriores actúa para ayudar a las víctimas y los refugiados; pero esto no es suficiente, antes de la guerra de Rusia y Ucrania los centros de refugiados ya estaban colapsados.

Centros de acogida como el de Ter Apel en Holanda experimentaron crisis al punto de que un refugiado de Irak se suicidó. Esto por el modelo establecido que no permitía la incorporación de los migrantes en la cultura holandesa.

Este centro de refugiados es una aldea a tres horas en tren de Ámsterdam donde los refugiados viven con control policial completamente aislados en una de las prisiones de la segunda guerra mundial que fue adaptada para tal fin.

En este sentido quiero cuestionar la política social de Europa y su doble moral para atender a las víctimas de la guerra en Ucrania. Creo que antes de la vida de los ucranianos el interés principal de Europa es salvaguardar el gas que necesita para el invierno.

Cuando tuve la oportunidad de conocer los centros de refugiados en Holanda, Alemania y España comprendí que, si bien los migrantes reciben un trato humanitario que supera al que pueda brindar cualquier país de Latinoamérica, ha sido el continente europeo quien ha participado en muchas de las guerras, invasiones y en la explotación permanente de los países mal llamados tercermundistas. Es decir, el que reza y peca empata. Esta es la lógica que encontré para comprender la política social europea para refugiados.

Es por lo anterior que me salgo de la línea narrativa de los medios de comunicación para narrar la guerra de otra manera, respirarla, vivirla, sentirla y llorarla como deberíamos hacerlo todos los seres humanos. No existe ninguna justificación para soportar lo insoportable, no cabe duda que ¡es el diablo quien empuña los hilos que nos mueve! Putin, Volodímir Zelenski, Biden y la OTAN empuñan los hilos y nos mueven desde los medios de comunicación que cada vez son menos humanos.

Twitter: @DanielMejiaLoz1

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