El noticiero de las siete abre con un video espantoso: algunos asistentes a una corraleja saltan a la arena y maltratan a un toro hasta que este fallece. Aunque la imagen no es muy clara, se distingue en el video aficionado una masa pardusca e inerme tirada en la arena recibiendo botellazos, puñaladas y golpes de al menos veinte asistentes al espectáculo. Los presentadores entrevistan a algún experto en la materia que dice que los asesinos espontáneos podrían ser judicializados por daño en cosa ajena, vandalismo y yonosequé más. El gobernador de Bolívar habla de investigaciones y de que las pruebas están ya siendo analizadas por la Fiscalía, frase gastada que augura una total impunidad. Los periodistas con sus lugares comunes hablan de brutal ataque, de repudio nacional, de un acto de barbarie. Como todos los años, alguien propone reglamentar las corralejas, tomar medidas preventivas y un largo etcétera que va perdiendo fuerza con los minutos, que en la televisión valen tanto.

“El acto de barbarie que quedó registrado en cámaras sacudió las redes sociales” repetían todos los medios de comunicación, y citaban algunas frases sacadas de Twitter de animalistas y políticos oportunistas que aprovechan cada ocasión para hacerse propaganda, como la sagaz representante a la Cámara que ya ni vale la pena mencionar, que escribió: “rechazo la violenta muerte de toro en corralejas de Turbaco. Al igual que rechazo los asesinatos de Farc. Cosa que los medios no cubren”.

Pero la indignación en Colombia es pasajera: no bien estábamos digiriendo la noticia del toro asesinado por cobardes y borrachos cuando en el mismo noticiero sale una hermosa presentadora anunciando el cartel de toreros en la Feria de Manizales. Y se habla entonces de fiesta brava, de maestros, de artistas que cortan orejas y rabos a toros impetuosos. ¿Cuántos de los políticos indignados por la muerte del toro en Turbaco no habrán comprado ya su abono para la temporada taurina?

La hipocresía del asunto es capoteada por periodistas, lagartos y funcionarios arguyendo que una cosa es la magia del torero y otra, muy distinta, la barbarie del criminal. Para mí, la única diferencia entre un evento y otro es el traje de luces, la bota y el estatus de Manizales que jamás habrá en una corraleja en Turbaco. En esencia, ambos eventos son espectáculos sádicos que muestran a gavilleros que torturan y matan a un toro mientras miles aplauden y se embriagan. Pero claro, y esto que digo también es un lugar común, están los intereses económicos, la influencia de unos pocos taurinos, los patrocinadores y la magia de la televisión que hace que la muerte de un animal pase de causar repudio nacional en Turbaco a ser un acto de maestría y de valor en Manizales.

@andresburgosb