La semana pasada fue noticia el video de Freddy Fernández, un papá indignado que decía, palabras más, que debido a que el colegio de su hijo no había hecho nada por evitar el bullying que sufría el niño, lo había autorizado a romperle la cara al acosador. Absurdo.
Más triste que el terrible consejo del padre preocupado resultó ser la respuesta de los lectores, que felicitaban al señor y alentaban a las víctimas a tomar la justicia por mano propia. Les parecía lo más normal del mundo, les parecía justo.
Yo creo que nada justifica la agresión física, pero entiendo que la violencia y el subdesarrollo han calado hondo en nuestros corazones y nos han hecho creer -y manifestar abiertamente, con orgullo y vehemencia- que la violencia es legítima. Lo más triste del asunto es que los discursos de odio son apropiados por nuestros niños, que crecen creyéndose el cuento de que lo normal es que la víctima cobre venganza, como en las películas, perpetuando así el ciclo de violencia.
El problema es que en la vida real no siempre ganan los buenos: quienes toman la justicia por su propia cuenta terminan cayendo en lo mismo a lo que noblemente se enfrentan y pasan de ser víctimas a ser victimarios. Por eso, antes de alentar a su hijo a que se vuelva un abusador deténgase a analizar el problema desde una perspectiva racional y asertiva.
Por ejemplo, tomando el caso del señor Fernández, encuentro varios errores en el proceder del padre que, de haberlos corregido a tiempo, quizás hubieran evitado que su hijo terminara pegándole a su acosador.
Lo primero que observo es que el señor tiene una concepción errada de la vida en el colegio y de la educación: en el video advierte en varias ocasiones que su hijo tiene que arreglárselas por sí mismo, por eso no había ido antes al colegio aún cuando en las tardes su niño llegaba a contarle que era víctima de acoso. Lo que debió hacer fue apersonarse del problema y asumir un rol activo acompañando a su hijo a poner la queja pertinente. El colegio es un simulacro de la vida en el que el niño, además de adquirir distintos saberes, aprende a comportarse en sociedad. Si el papá tiene muchas ganas de que su hijo sea autónomo y le rompa la cara a quienes se la montan, que se espere un poquito hasta que acabe el colegio porque mientras esté ahí, lo que haga el niño es responsabilidad de sus padres, justamente porque no está listo para valerse por sí mismo.
Una segunda equivocación que comete el padre es creer ingenuamente que luego de que su hijo le pegó al acosador, este lo va a dejar en paz. No, señor Fernández; tenga en cuenta que los abusadores acosan a quienes pueden, el bully se aprovecha del poder que tiene en su círculo, que a esa edad suele ser un poder físico que se complementa con un poder social impuesto también por la fuerza. Usted se siente orgulloso de que su hijo le haya pegado al acosador pero no tiene en cuenta que ese victimario va a seguir conviviendo ocho horas diarias con su hijo, demostrando su poder una y otra vez de diferentes maneras. Esto crea una ansiedad constante en su hijo, mayor a la que había antes de la agresión física; en otras palabras, la idea de venganza que usted promueve no es exclusiva para su hijo, el abusador también sabe de eso, va a querer equilibrar las cargas y cada día su hijo se estará preguntando qué está tramando su acosador. ¿Puede imaginarse la vida de un niño de octavo grado con esa zozobra constante? ¿pensó en eso antes de abrir la boca?
Por otro lado también hay que pensar en la forma de actuar del acosador: si bien nuestra idiosincrasia nos hace caer en la falsa polarización del bueno y el malo, lo cierto es que hay muchos matices, más en la niñez, que no permiten simplemente castigar al culpable y cerrar el capítulo. Las cifras nos llevan a la conclusión de que en la mayoría de casos, un niño agresivo e intolerante es producto de un hogar violento, por eso no podemos tratarlo como un delincuente sino que hay que enfrentar el problema de forma holística, involucrando a los padres, a los amigos, a los profesores… Es facilista y mezquino encasillar al acosador como el malo del paseo porque un niño aprende a partir del ejemplo.
Por último, el señor Fernández alega que el colegio nunca hizo nada por frenar el problema, y puede que tenga razón ya que el bullying es una práctica muy difícil de identificar para el adulto. Sin embargo, por las referencias que hace del colegio, parece que es una institución seria que seguramente tiene un protocolo para estos casos: aquí el problema de nuevo es el desinterés del padre que aunque parece muy preocupado grabando un video mientras conduce -otro mal ejemplo para su hijo-, en realidad espera que el colegio solucione un problema que principalmente le incumbe a él. Según cuenta en su video, el acoso llevaba apenas tres días en los que el abusador no cruzó la barrera de la agresión física, la situación afortunadamente no había pasado a mayores y pudo manejarse fácilmente con un poco de sentido común, pero curiosamente, el que se queja de la intolerancia y de la agresividad de un niño le aconseja a su propio hijo que le rompa la cara al otro, y el pobre niño, obediente, aprendió una terrible lección para su vida.
La violencia física es injustificable. Esa premisa tan obvia que promulgaron grandes pensadores de la historia y que tan difícil nos parece de cumplir, es la que permite a una sociedad progresar y contar con niños felices que crezcan en un ambiente de plenitud y respeto. Si seguimos pensando que está bien usar la fuerza como solución a nuestros conflictos continuaremos cayendo en absurdos tales como oponernos a un proceso de paz o compartir con orgullo en nuestras redes sociales el linchamiento de un ladrón. Pero nos cuesta un montón comprenderlo, somos tercos y nos enorgullecemos de lo mal que estamos, creemos que la venganza puede más que el perdón y después nos quejamos de nuestro subdesarrollo. La solución, como siempre, está en la educación, y la educación comienza en casa.
Si quiere saber más sobre cómo actuar en caso de que su hijo sufra de bullying, en estos enlaces encontrará información útil.
¿Cómo tratar el acoso escolar?
El papel de los padres frente al acoso escolar
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