Si usted es de los pocos que piensa que traer un niño a este mundo no es producto del azar sino de una decisión concertada con su pareja, le ofrezco los siguientes consejos para que los tenga en cuenta antes de dar el salto a la paternidad.
Estudie todo lo que tenga que estudiar
El estudio estructura el pensamiento, desarrolla el sentido crítico y le permite comprender mejor la vida. No lo haga únicamente por ubicarse en el mundo laboral, piense que también es su responsabilidad ofrecerle a su futuro hijo un pensamiento crítico que no va a obtener viendo telenovelas. Estudiar es prepararse para la vida y si usted no se ha preparado para la suya propia ¿Qué podrá ofrecerle a la vida de su hijo?
Tenga en cuenta además que después de ser padre o madre, usted tendrá que hacer grandes sacrificios que le quitarán tiempo para prepararse, así que mejor hágalo antes de afrontar la paternidad.
Verifique si es emocionalmente estable
En estos tiempos en que vivimos hiperconectados es muy común que se nos crucen algunos cables y terminemos pensando que un hijo es una especie de comodín para solucionar nuestros problemas o de lastre para que nuestra pareja aterrice y “coja juicio”. Piense cuáles son sus motivaciones para traer a un ser humano al mundo y reflexione seriamente sobre las muchas implicaciones que esta decisión va a tener en su vida. Si usted tiene problemas de depresión, de personalidad o de tipo amoroso tenga en cuenta que un hijo no se los va a solucionar, al contrario, los va a sacar más rápidamente a la superficie.
No está de más que se pegue una pasada por el psicólogo para que le haga un buen diagnóstico: siempre es sano escuchar una voz profesional que nos haga poner en duda nuestras certezas, que evalúe qué tan maduros somos y qué tan dispuestos estamos a asumir una paternidad con reponsabilidad. Si resulta que tiene algún tipo de trastorno, cosa muy común, tómese un par de años para enfrentarlo, déjese ayudar por manos expertas y prepárese mejor para asumir el rol de padre.
Evalúe su relación
Tener un hijo va a crear un vínculo indisoluble con su pareja. Pueden separarse, repartirse los bienes, empezar nuevas relaciones y lo que quieran, pero siempre estarán vinculados por el niño que concibieron. Mire a su pareja y piense cómo sería de papá y cómo sería de papá divorciado. Si una pareja decide tener hijos es porque ambos están convencidos de que serán grandes padres y de que su relación es estable y duradera, pero trate de mirar un poquito más allá. Analice su situación en cinco, diez, veinte años: los primeros años de una relación generalmente son idílicos y por ende, tranquilos, pero después de cierto tiempo es que empiezan a manifestarse las diferencias, y estas diferencias a veces son insalvables. Deje que la relación madure, tómese unos años para conocer a su pareja, analice la forma en que reacciona ante los momentos de crisis y piense si está dispuesto a tolerarlo, aún más, piense si es ese el modelo que desea para su hijo.
Haga cuentas
Traer un hijo al mundo no sólo nos cambia la vida familiar sino que puede afectar fuertemente nuestra economía. Piense si el trabajo que tiene le significa un rédito mensual suficiente para mantener a otra boca. Olvídese del cuento viejo e irresponsable de que los hijos vienen con “el pan debajo del brazo” y póngase a hacer cuentas. Dicen los expertos que en el primer año de vida de su hijo usted debe invertirle en promedio unos 9.000.000 de pesos, y la cifra va en aumento en la medida en que crece. Luego de un par de años debe ir pensando en la educación: un buen jardín, un colegio de calidad y una universidad respetable suelen costar millones.
Si usted vive apretado porque el sueldo no le alcanza, si el trabajo que tiene no le garantiza estabilidad a largo plazo, si no está dispuesto a sacrificar ciertos gastos personales por el beneficio de su hijo, lo mejor es que posponga su deseo hasta que se den las condiciones.
Llegue a acuerdos con su pareja
Determinar qué nombre le va a poner a su hijo es sólo el comienzo de una serie de decisiones a las que se va a enfrentar en la medida en que su hijo crece, y si no está en sintonía con su pareja sobre lo simple y lo complejo, se le van a venir encima muchísimos problemas. Uno de los dilemas más difíciles entre los padres, y que acarrea muchas discusiones al interior del hogar, es la educación del niño: ¿Qué enfoque pedagógico debe tener el jardín? ¿Es mejor un colegio aconfesional o católico? ¿prefiero para mi hijo una educación academicista o una que le dé libertad para desarrollar sus propios talentos? ¿lo metemos a clase natación o de patinaje? ¿Qué descanse en vacaciones o que estudie francés?… Muchas de estas decisiones se van tomando por el camino y no solo dependen de los padres sino del niño a medida que crece y puede pensar por sí mismo, pero sí es muy importante antes de que nazca tener en claro algunas generalidades, por ejemplo, con qué credo se va a educar, hasta qué punto estamos dispuestos a que nuestros suegros influyan en su crianza o si le vamos a ofrecer una formación liberal o conservadora.
Viaje en pareja
Luego de que tenga hijos se va a dar cuenta de que viajar jamás volverá a ser lo mismo, así que aproveche mientras pueda y haga su viaje soñado: vaya a la playa, tómese unos tragos, visite museos, camine por horas… Ya habrá tiempo de sobra para disfrutar de la paternidad y estresarse en los paseos con la pañalera, el tetero, los caprichos de los hijos adolescentes o la alergia de la niña por comer mariscos. Cada etapa de la vida tiene retos y placeres particulares así que antes de asumir los de un padre responsable, disfrute los que le brinda la vida en pareja.
Twitter: @andresburgosb