Los que piensan que con el No se van a renegociar los acuerdos fácilmente deberían entender que nuestra política es un juego de poderes. La bola está en el uribismo y ellos tienen tres opciones:

La primera es hacer lo que dijeron, es decir, designar una comisión para que se una a la mesa de negociación en La Habana (no negociamos con terroristas, decían) y correr el riesgo de perder el caudal político del plebiscito renegociando un acuerdo que no va a quedar muy diferente al que teníamos (el uribismo quiere cárcel y cero participación política, cosa que un grupo subversivo nunca va a aceptar) de tal manera que su electorado, cuando vea que no pudieron hacer gran cosa les negará su apoyo para las elecciones de 2018. Esta es la mejor opción para el país pero la peor para el uribismo. Sería cuestión de un par de años que igual es tiempo perdido para la dejación de armas, la liberación de niños, el desminado, etcétera. Como a Uribe no le conviene porque sospecho que lo que quiere es que su partido gane la presidencia, no creo que esta sea la opción que ellos escojan.

La otra opción es más mezquina y por lo tanto, más probable: que el uribismo le dé largas a la renegociación y que salgan con el cuento de que solo puede hacerse con un nuevo gobierno, uribista, por supuesto, que será elegido para el 2018. De esta manera garantizan no quemar los réditos políticos de hoy en una renegociación inmediata que no va a llegar a nada muy diferente, ganarán la presidencia y se tomarán cuatro años para renegociar los acuerdos (que seguramente serán ocho con la reelección), que en todo caso tampoco van a llegar a nada muy diferente a lo que tenemos hoy. Con esta opción perdemos años de desarrollo rural, de escrituración de tierras y de reintegración de guerrilleros y todas las bondades que eso implica, sin dejar de lado el muy probable escenario de nuevos enfrentamientos armados que en cualquier momento se pueden presentar y darían paso a un recrudecimiento del conflicto. En esos años los niños que hoy tiene la guerrilla crecerán y muy probablemente no saldrán libres, como pasaría hoy, sino directo a una cárcel o a una pena restaurativa, cosa que me hace llorar.

La tercera opción es que el uribismo decida presionar al gobierno para convocar una constituyente, cosa que le conviene para que, por ejemplo, Uribe pueda volver a la presidencia, pero eso implicaría darle a las Farc participación activa en la nueva constitución, es decir, tendrían muchísimo más poder del que se le iba a dar con los acuerdos de Santos. De dientes para afuera, el uribismo ha dicho mil veces que no quiere entregarle el país a las Farc, pero si se deciden por esta tercera opción eso sería lo más parecido a lo que tanto aborrecen. De igual manera, este escenario tomaría años de atraso en el camino del posconflicto con todo lo que eso implica.

Renegociar no es fácil: en cualquier escenario pueden pasar largos años hasta que por fin las partes se pongan de acuerdo y decidan terminar el conflicto armado más viejo de América, en ese lapso posiblemente habrá más víctimas de todo tipo, narcotráfico y minería ilegal.

Pudimos decirle que No a las Farc, pudimos desarmarlas de una vez por todas y abrirles una ventana democrática desde la que dieran sus discursos anacrónicos pero la democracia es así y nos toca esperar a ver si son tan amables de no matarnos más. Ojalá que los muertos no sean muchos, que los años se pasen rápido y que la megalomanía de Uribe no nos vuelva a hundir en el abismo del que ya estábamos saliendo.

Texto originalmente publicado en mi muro de Facebook. 

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