La palabra ateísmo está cargada de una fuerte carga ideológica, autodenominarse ateo es correr el riesgo de que los más ingenuos piensen que eres una especie de ser sin ley, una criatura desprovista de moralidad, un sujeto peligroso que pone en riesgo las buenas costumbres. Bueno, y algunos ateos no ayudan mucho con eso de hacer grafitis en las iglesias y juzgar a todos los creyentes como una masa de ignorantes que no leen ni la Biblia…
Al respecto de la visita del papa, muchísimas personas, creyentes y no creyentes, han juzgado desproporcionados los gastos que tendrá que asumir el Estado para recibir al representante de Dios en la Tierra. Uno pensaría que los ateos serían los primeros en elevar su voz de protesta pero no necesariamente tiene que ser así, de hecho este fin de semana estuve hablando con uno que considera “trascendental” el evento, y la verdad fue que me convenció.
En primer lugar, planteaba mi amigo, los costos de la visita del papa son asumidos por partes iguales entre los dos estados, Colombia y El Vaticano. Muchos de estos costos, además, no son coyunturales sino que hacen parte de un presupuesto que en todo caso se gira. Por ejemplo, las caravanas de policías que van a acompañar al Papamóvil, la gasolina de estas patrullas y el salario de los integrantes de la escolta, son costos que se suman en las cuentas de la venida del papa pero que igual hacen parte de un presupuesto girado; debido a lo anterior, no podemos disponer estos rubros para educación o comida, como alegan algunos románticos. Es decir, no hay disyuntiva, no tenemos la posibilidad de elegir entre traer al papa o invertir esos millones en educación, la cuestión sería, más bien, traer al papa o continuar con el devenir habitual de nuestra economía, lo que implica que muy posiblemente ese dinero no se invertiría en nada significativo.
El otro argumento es menos mundano y más poderoso: somos un país eminentemente católico que, vaya casualidad, tiene índices de violencia terribles y serios problemas de polarización, acentuada por el proceso de paz con las Farc. Traer a la figura religiosa más importante del mundo a que le hable de reconciliación directamente a esa gran parte de la población colombiana incapaz de perdonar, es una inversión más que justificada con miras a generar escenarios de discusión diferentes del castrochavismo o la dictadura homosexual.
Nadie mejor que el papa para recordarle a los creyentes que se opusieron a un acuerdo de paz que deberían seguir las enseñanzas de Jesucristo: amar al prójimo, poner la otra mejilla, perdonar a los que nos ofenden. La influencia del mensaje de Francisco en la Colombia del posconflicto es trascendental para lo que se nos viene, no solo en términos religiosos, sino políticos, y no exagero: el mensaje que trae el papa bien podría cambiar el voto a la presidencia de millones.
Yo compro estos dos argumentos para apoyar también la visita del papa y cierro diciendo que siempre es agradable encontrarse con gente dispuesta a poner a contraluz sus certezas, por más radicales que parezcan. Un ateo que apoya la visita del papa es un ejemplo maravilloso de lo que necesitamos en este país: ponernos en los zapatos del otro, dialogar, dejar tanta polarización…. Ojalá que el discurso de amor y reconciliación del papa Francisco marque el comienzo de una nueva Colombia más tolerante e inclusiva. Eso para mí no tiene costo.