Creo comprender el concepto de la legítima defensa. No ando armado, ni quisiera, pero comprendo el miedo de la gente que decide armarse. Comprendo también que la víctima, al verse vulnerada, libere la adrenalina suficiente como para matar a tres ladrones que lo amenazan. Comprendo también que el valor de la vida tiende a la baja y que hay gente que mata y muere por un celular. 

Habiendo dicho lo anterior, podría pensarse que soy como tantos que han celebrado en las redes sociales lo que pasó en la noche del jueves pasado en un puente peatonal: un médico, al verse amenazado por tres asaltantes, les dispara, los mata y huye de la escena. Pero no. En realidad no me parece un acto heróico, ni avalo la justicia por mano propia. De hecho, considero que todo lo ocurrido es una tragedia. 

Tragedia para el médico y su familia: un ciudadano común no vuelve a su casa con el anhelo de matar a los delincuentes que se encuentre por su camino. Seguramente este hombre, que se convirtió en asesino de buenas a primeras, está hoy con un peso en su alma que jamás se aliviará. Segar la vida es un acto cruel y atormentador. Si ya para muchos ver morir a alguien es un evento traumático, imaginen matar a alguien por mano propia, ser testigo de excepción de la piel erizada, del último rictus en la boca, de las extremidades desgonzadas. Horroroso. 

Quizás este médico tiene hijos a los que les ha hablado de principios, quizás, en oficio de su profesión, habrá hecho hasta lo imposible por salvar una vida sin diferenciar si era de los que llamamos buenos o malos. Quizás su esposa le había advertido que no le gustaba verlo armado…

Tragedia también para las familias de los delincuentes: seguramente las mamás de estos ladrones no criaron a sus hijos para la delincuencia, quizás fueron muchos los sermones que sus hijos no quisieron atender. Posiblemente alguna de esas mamás quiso sacar a su hijo adelante pese a las adversidades y pensaba que estaba haciendo bien su trabajo hasta que recibió una llamada de Medicina legal. Un hijo siempre será un hijo, así sea ladrón, violador o político y no hay madre que merezca tener que enterrarlo. 

Por eso me parece aberrante el chiste fácil que compara al médico con un héroe, porque no lo es, su acto no es heroico, más bien es un síntoma trágico de lo que somos. Matar a tres personas, aunque ladrones, no es deseable, es execrable; anteponer un bien material sobre la vida misma me parece más una consecuencia terrible del capitalismo que una reivindicación de los buenos contra los malos. Pero esa es mi opinión, minoritaria en esta tierra en la que preferimos avalar la justicia por mano propia antes que exigirle al Estado educación y seguridad. 

Twitter: @andresburgosb