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Hablar sobre el trabajo es como hablar sobre el amor, nos tomaría otro libro considerar las muchas equivocaciones que hemos cometido como sociedad y que nos ha llevado a idealizar el trabajo. Desaprender los preconceptos que tenemos sobre la idea de ganar dinero es una tarea absurda e interminable que, además, ha sido estigmatizada y restringida por el todopoderoso, el capitalismo.
Así es, la idealización que le tenemos al trabajo es similar a la idealización que tenemos del amor romántico: son ideas tan machacadas por la cursilería romántica y por los intereses corporativos que ya casi ni siquiera somos capaces de discernir las definiciones sensatas de lo que es un vulgar embuste para vendernos una gaseosa. Con respecto al trabajo, hemos sido criados con frases de cajón que parecen traídas al mundo por algún gurú del éxito, pero que no son más que trampas que no nos dejan salir de un pequeño esquema mental de producción y consumo que anula completamente virtudes como el ocio y la creatividad. Obviamente, el trabajo es el primer gran problema que enfrentamos en las sociedades actuales para amar bien. ¿Cómo podemos amar bien si no tenemos tiempo? ¿Cómo puedo ser eficiente sexualmente si el trabajo me exprime al menos ocho horas diarias? ¿Cómo puedo ofrecerle una buena educación a mis hijos o cómo ir a terapia de pareja si el dinero que gano no me alcanza ni para las necesidades básicas?
En fin, como lo decía, hablar del trabajo es componer otro libro, así que, por ahora, aquí les presento algunas ideas que debemos replantear como sociedad para progresar colectivamente y tener más tiempo para amar bien.
No hay trabajo indigno
Falso. Sí hay trabajo indigno y no me refiero a ser zapatero o vendedor de verduras, que son oficios dignos y hasta inspiradores, me refiero a aquellos trabajos en donde los empleadores tratan a sus empleados como a esclavos modernos: les hacen contratos miserables, no les pagan lo justo, los explotan incluso sábados y domingos, no les pagan seguridad social ni les consignan a tiempo sus cesantías, les prohíben cualquier tipo de esparcimiento y son inhumanos en el trato. Tristemente empresas y patrones así abundan en Colombia, pero el empleado promedio, que necesita del puesto y del salario indigno, no tiene mayor margen de maniobra.
Trabajar bajo presión es una cualidad
Ha hecho carrera esa idea absurda de que un buen empleado debe ser excelente bajo presión. Hombre, al menos que usted sea policía, bombero o rescatista, trabajar bajo presión no sólo es malo para el ambiente laboral sino para su propia salud. Una empresa que busca gente así demuestra que no tiene control sobre sus procesos, que empodera más de la cuenta a los mandos medios y que no trata de la mejor manera a sus empleados. Adicionalmente, habría que preguntarse qué tan productivo es un empleado que constantemente está siendo acosado por sus jefes.
«El trabajo aleja de nosotros tres grandes vicios: el aburrimiento, el vicio y la necesidad»
No voy a ponerme a descalificar a Voltaire, autor de esta frase, pero sí vale la pena aclarar que sus palabras de aristócrata del siglo XVIII están muy lejos de poder adaptarse a nuestro contexto. Aquí el trabajo suele causar tanto aburrimiento que la quejadera de la gente los domingos se oye hasta en la luna. Los que trabajan mucho pueden sufrir de sociopatías graves y otros, como los docentes, somos clientes frecuentes de psicólogos y psiquiatras.
Y por otro lado está la necesidad: al contrario de lo que dice Voltaire, yo creo que el trabajo, piedra angular del capitalismo, no hace más que crear necesidades que lo justifiquen. Los ciudadanos del siglo XXI no somos seres humanos, somos consumidores, y para cumplir nuestro sueño de tener, pues debemos producir: a mayor sacrificio de horarios y de libertades, más honda vamos a sentir la falsa sensación de satisfacción cuando compremos un carro o cuando nos vayamos de paseo, estamos condenados a vivir para el trabajo y estamos tan ocupados trabajando que ni siquiera somos conscientes de ello.
La gente que no trabaja es vaga
La frase favorita de abuelas y de profesores anquilosados. La verdad es que las personas que están llamadas a cambiar el mundo no viven trabajando ocho horas al día para una empresa ni esperan un cheque al final del mes para pagar las deudas que han adquirido por comprar cosas que en realidad no necesitan. Los casos de éxito son los de aquellos que le dedican tiempo a la creatividad y para eso se necesita de mucho tiempo libre para pensar, para cultivar talentos, para salirse de la estructuras sociales a las que estamos amarrados. Si no puede desarrollarse como ser humano sin contar con un trabajo que le sirva de lastre, consígase un trabajo que lo haga feliz, que lo haga mejor persona y que le permita ayudar a los demás, pero tenga en cuenta que un trabajo así requiere de preparación y de tiempo para encontrarlo. Antes de aceptar un trabajo que no le guste ni le sirva, recuerde esta frase de Wilde: “el trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer”.
El único lugar en que el éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario
Esa era la frase favorita de un jefe que tuve hace varios años. Claro, lo que no le decía a sus empleados es que cuando hablaba del éxito se refería al éxito de los dueños de la empresa, que casi nunca iban a trabajar, y cuando hablaba del trabajo se refería al de las hormigas obreras, anónimas y prescindibles. En realidad, si bien la disciplina es muy importante, hace falta talento y creatividad para ser exitoso, tanto es así que, curiosamente, los productos que más se venden actualmente son los que suplen la idea del trabajo fuerte por la del trabajo pragmático e inteligente, o si no pregúntenle a los dueños de Virgin, Microsoft o Apple. En otras palabras, mayor trabajo no significa en absoluto mayor posibilidad de éxito.
El trabajo en sí mismo no produce nada más que cansancio y frustración, si comprendemos esta sencilla idea, podríamos empezar a construir una sociedad más feliz en donde el trabajo sea un medio para mejorar la calidad de vida de las familias y no un fin para hacer millonarios a los empresarios.
Relevante. El ser humano está haciendo de su experiencia de vida, una experiencia sin consciencia. Hace poco alguien me dijo: “No hemos venido a ésta vida a hacer dinero”.
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