Otra vez volvieron a hacerme la misma pregunta y de nuevo me tomé la molestia de contestar pero, como suele pasar, mis argumentos cayeron en saco roto  porque la mentada pregunta del título no fue formulada con la intención genuina de conocer una opinión diferente de la propia, sino más bien como una ofensa retórica.
Vuelvo a aclarar lo obvio: no es que la vida de un policía valga menos que la de un delincuente, ni más faltaba; lo que pasa es que un delincuente tiene por propósito delinquir mientras que un policía tiene por función cuidarnos; un delincuente está por fuera de la ley, un policía ES la ley. Que un policía muera a manos de un delincuente es una tragedia terrible pero posible en un escenario delictivo; en cambio, que un policía mate a un delincuente requiere del cumplimiento estricto de ciertos protocolos de defensa personal, de defensa de la vida de terceros y de mucho sentido común. Habiendo superado estas posibilidades, que un policía mate a un civil es un contrasentido ético, como el sacerdote que viola o el veterinario que caza.
Los que equiparan la muerte de un policía a manos de un delincuente con la muerte de un civil a manos de un policía no solamente están ignorando los principios más elementales de un estado social de derecho sino que están poniendo en una misma balanza las intenciones violentas de uno y la misión de una institución del Estado. Lamentar la muerte de un buen policía desde estas comparaciones ingenuas (y a veces medio fascistas) no solo es impertinente sino que es una falta de respeto para el fallecido, su familia y su institución.
Por otro lado, y antes de que me digan que si acaso los policías deben dejarse agredir, hay que aclarar también otra obviedad: la legítima defensa no es un derecho absoluto sino limitado por la proporcionalidad. Un policía ha recibido entrenamiento y conoce los protocolos que han de garantizar el derecho a la vida del delincuente (así es, en un estado democrático los delincuentes tienen derecho a vivir, así sea difícil de comprender para algunos). Y si el policía debe garantizar la vida del delincuente ni qué decir de garantizarle la vida a quien, por ejemplo, protesta pacíficamente.
Se espera que un delincuente cometa delitos, pero que un policía mate a un civil es una inversión ética que evidencia falta de profesionalismo, desprecio por la vida y una terrible crisis institucional.
Ya habiendo entendido lo anterior, si es que acaso el lector está abierto a entender una posición que se salga del ciclo de la violencia en el que estamos inmersos, podríamos empezar a racionalizar ciertas conductas completamente execrables tanto de la delincuencia como de la institucionalidad, siempre teniendo presente que no son esferas equiparables ni complementarias. Tristemente, como ciudadanos de un estado fallido, no estamos preparados para esa conversación.
@noseamar