Podríamos calificar de patético el famoso intercambio cultural que hizo ayer la policía nacional de Colombia en el cual no hubo realmente ni intercambio ni cultura sino una ofensiva exaltación a la Alemania nazi.
Patético, sin duda, caricaturesco, inverosímil… Pero si analizamos la cuestión de una manera más racional, lo cierto es que este oso internacional encarna un problema estructural gravísimo que no se soluciona cobrando la cabeza del coronel encargado de la Escuela de Policía Simón Bolívar. El asunto va más allá de la anécdota porque proyecta, a mi modo de ver, dos graves problemas éticos: el desconocimiento de la historia y la obediencia como virtud.
Si en los colegios ya no se dicta la cátedra de Historia ¿qué podríamos esperar de una escuela de suboficiales? No conozco el currículo que debe cumplir un cadete para graduarse de tan desprestigiada institución pero, por lo visto, carece del más común elemento humanístico que se emana de las Ciencias Sociales, que no solo se limitan a brindar datos sino que desarrollan el sentido crítico del estudiante. ¿Cómo es que estos cadetes tuvieron la disposición para conseguirse un Bmw clásico y un pastor alemán, que pasaron horas confeccionando disfraces y pintando esvásticas pero carecieron de total interés por darse un paseo por Wikipedia? ¿Qué entienden sus profesores por intercambio cultural?, ¿dónde está la contextualización pedagógica?, ¿cuáles son los criterios con los que se evalúa un proyecto de este tipo? ¿Cuántas personas estuvieron involucradas en el montaje del evento? ¿a ninguna le pareció que estaba mal?
Y lo anterior se enlaza con el segundo gran problema que observo y es la obsesión de la Fuerza pública por la obediencia, sin duda, fundamental en algunos contextos de vida o muerte pero lamentable si hablamos de la formación de seres humanos. ¿Quizás alguno de estos cadetes comprendió que lo que hacía era un despropósito pero calló para no oponerse a la orden de un superior? ¿Cuántos mandos medios vieron la fotos del evento y ninguno dijo nada porque la orden de publicarlas en el perfil oficial de Facebook de la policía venía de “más arriba”? La obediencia no es una virtud y la verticalidad en las instituciones militares debe replantearse por el bien de sus procesos.
Si este es el criterio con el que educan a los cadetes, nada de raro tiene que tantos policías hagan parte de bandas de narcotráfico o de extorsion, ni que a otros les cueste tanto seguir los protocolos más obvios de derechos humanos. Y cuando cometan crímenes más graves que negar la historia, seguramente responderán igual que los soldados nazis en el juicio de Nuremberg: «yo solo seguía órdenes».