Cuando era niño mi padre nos prometió a mis hermanos y a mí el tradicional paseo a la costa por tierra, que nos llevaría de paso a ciudades intermedias como Medellín, Manizales, Montería y el retorno por Bucaramanga y muchos pueblitos de Boyacá. Toda una vuelta a Colombia en 20 días. Pero nuestra prioridad era conocer el mar en Coveñas, Cartagena y Santa Marta, donde nos quedaríamos la mayor parte del tiempo. Después ya de adulto, en el año 2010, cumpliendo la última voluntad de mi madre quien quería que sus cenizas quedaran en el mar, la familia regresó y volimos a pasar rápidamente por algunas de esas ciudades que conducen hacia la Costa Atlántica.

Nos quedamos una noche en Aratoca-Santander para descansar del viaje y recargar energías, aprovechamos para que nuestros hijos conocieran el Parque Nacional del Chicamocha que llevaba poco tiempo de inaugurado y a la mañana siguiente llegamos de nuevo a la capital.
Coincidentemente de un tiempo para acá he tenido la posibilidad de conocer gente muy querida (muchos de ellos clientes míos de twitter) de la acertadamente llamada «Ciudad Bonita», Bucaramanga, que me han invitado a su ciudad y a la cual he tenido la posibilidad de visitar para hacer turismo.

Cuando a uno le hablan de la gente de esta ciudad lo primero que se piensa es que las mujeres son muy bravas y los hombres atravesados. Esa horrible manía que tenemos de generalizar y pensar que todos son así. Pues me tienen los bumangueses gratamente sorprendidos con lo buenos anfitriones que son. Las mujeres, muchas de ellas muy bellas te tratan con sencillez y calor humano, los hombres amigables y orgullosos de su tierra demuestran que son trabajadores y aunque se supone que es una región muy liberal, guardan ciertas costumbres conservadoras que son llamativas para mí, pues se asemejan mucho a la crianza que me dieron.
Costumbres como cenar en familia sin que sea una fecha especial, lo cual se ha perdido en otras regiones como de la que yo provengo por culpa del ajetreo diario, compromisos laborales y el mismo estrés de la capital donde los desplazamientos son mucho más demorados, no hay calidad de vida y esto desintegra a la familia. Es más fácil encontrar las antiguas barberías condenadas a desaparecer en Bogotá, se siente más civismo en la calle y sus avenidas son mucho más limpias y ordenadas.
Percibo que en Bucaramanga, a pesar de las pocas oportunidades laborales, la gente vive mejor, tienen lo que a muchos de los que vivimos en ciudades más grandes nos falta: «calidad de vida«. El comercio no es esclavo de las ganancias por lo cual cierra dos horas a mediodía, sus habitantes pueden ir a la casa a almorzar y hasta les queda tiempo para tomar una siesta lo cual los hace más productivos en sus trabajos. No hay ley zanahoria para la rumba y con contadas excepciones la gente se sabe comportar. Y ni hablar de su exquisita gastronomía; hay varios sitios que me descrestaron. El primero se llama «Mercagán», sus dueños son los ganaderos de la región y ellos se aseguran que la carne que se ofrece en los puntos de venta sea de la mejor calidad, a unos precios razonables acompañados de un servicio al cliente inmejorable. El segundo es «Hamburguesas el garaje» que para mi son las mejores de Colombia.

Y por último, y aunque sitios es lo que hay para comer bueno, tengo que recomendar dos desayunaderos famosos que quedan muy cerca, les hablo de «El chiflas» donde no debe dejar de pedir la arepa santandereana con salsa tártara y su vecino de en frente, «El tony», donde puede acompañar un calentado con una Kola Hipinto servida con zumo de limón, entre muchas otros platos que puede ordenar.
Si el plan turístico incluye religión se debe visitar el señor de los milagros de Girón, que dicen es muy efectivo; los dulces de Floridabanca son famosos, el paseo a la Mesa de los Santos donde hace un clima delicioso no puede faltar. A propósito, ¿sabían ustedes que el mejor café de Colombia ya no se da en el Eje Cafetero? Pues si, ahora es de esta región de Santander desde donde también se puede tomar el teleférico (una verdadera maravilla de la ingeniería moderna) para adentrarse en el imponente cañón del Chicamocha que tiene una vista espectacular.
Pero PANACHI ofrece mucho más que naturaleza, también hay historia. Cuando se visita el monumento de los comuneros reconstruyen la vida de una mujer berraca (no brava) a la que le debemos mucho, les hablo de Manuela Beltrán. Hay muchas atracciones infantiles y buenos restaurantes al interior del parque.
Pueden quedarme muchas cosas por decir de esta bella región, como la parada en San Gil para visitar el parque El gallineral y poder practicar deportes extremos, pero es que aún no termino de conocer. Lo único es que recomiendo ir a Bucaramanga y sus alrededores, es una buena opción para sus próximas vacaciones.
No se si seguiré viajando tan frecuentemente, puede que en el futuro mi destino sea otro, lo único que sé es que redescubrí a la Ciudad Bonita y me enamoré de sus mujeres, sus paisajes,  su orden y de la tenacidad de sus hombres honrados y trabajadores que siempre me reciben con los brazos abiertos, a pesar de ser un desconocido y me brindan calor humano.