@hugoleonrojito
Por estos días en los que ha sido tan maltratado el apellido Petro gracias a mala fama que tiene entre muchos habitantes de Bogotá nuestro alcalde Gustavo, he querido hacer un homenaje a un hombre que lleva el mismo apellido, pero que al contrario del mandatario, si goza de absoluta popularidad por parte de todos los colombianos.
Los de izquierda, los de centro y los de derecha; los cachacos, los paisas, los costeños y los caleños; los uribistas, santistas, silvestristas, rockeros y hasta los emos.
Se trata de un ídolo de los años 70, que tal vez las nuevas generaciones no conocen. Él también llenaba plazas pero sin obligar a la gente, sin regalar refrigerios ni transporte para que lo escucharan. A diferencia del Alcalde, adora la tauromaquía y ejerció el oficio. También votó por Álvaro Uribe, cosa que ni de fundas haría su tocayo de apellido.
Alguna vez lo tentaron para que se lanzara a la política como candidato a la alcaldía de Cereté por el Polo Democrático, pero en una sabia decisión no aceptó. Ya está demostrado que los Petro no son buenos en la política porque lo de ellos es la música.
A Petro, el bueno, su esposa no lo coge a taconazos, pero si ha sufrido de maltrato psicológico por parte de una mujer. Él fue el eterno enamorado de la célebre Claudia de Colombia, quien siempre lo rechazó porque lo consideraba un ‘corronchazo’ de marca mayor. Petro, el bueno, es un maestro del requinto, baila mucho mejor que su primo segundo (porque averiguando datos para escribir este post me enteré de que lo son), compone, canta tan bien que hasta hay seguidores que piensan que temas que interpreta a las mil maravillas de otros autores son de él.
Su padre lo bautizó como Noel pero todos lo conocen popularmente como el «Burro mocho», apodo que le quedaría mejor al Alcalde por todas las malas decisiones que ha tomado en el Palacio de Liévano. Sus éxitos más recordados son «cabeza de hacha», «me voy pal salto», «espérame entre palmeras», «bájame la papaya» y «Azucena», entre muchas otras.
Cordobés como Gustavo, pero querido por todos unánimemente, Noel Esteban Petro Henríquez, quien hasta donde sé vive en Bogotá y a diario se debe enterar en las embarradas de su primito, saca la cara por los Petro y enaltece el apellido en otro escenario diferente como lo es el folclor colombiano. Así que si alguna vez me ven en la Plaza de Bolívar gritando a todo pulmón «Petro se queda», no se engañen, estaré mirando hacia la tarima y no hacia el balcón en un concierto del gran «burro mocho».
P.D: Gustavo Petro debería evocar ese grito que inmortalizó Noel, pero cambiándolo un poco… ¡Mamá, la estoy cagando, mándame pa’l pasaje!