@hugoleonrojito

Soy orgullosamente bogotano pero a través de los años he identificado ciertas conexiones especiales con otras regiones de Colombia, tal vez  sea por recuerdos de mi infancia o por  momentos importantes que me han marcado. Uno de esos sitios es el Valle del Cauca, donde viví de los dos a los cinco años. Allá cursé primero de primaria (en esa época ni siquiera existía el preescolar, así que me pueden decir ‘cucho’), aprendí a leer, a escribir y hasta nació mi hermano menor en Palmira, sitio donde nos ubicamos por el trabajo de mi padre.

Jamás olvidaré el camino a la escuela donde me esperaba un profesor al que le hacía falta una mano y que llegaba en moto a dictar clase. Tenía una prótesis que desatornillaba delante de sus estudiantes y guardaba en el cajón de su escritorio. Tuve pesadillas con eso y me tuvieron que llevar al psicólogo.

Tampoco borraré de mi mente la vez que me llevaron al zoológico de Cali y en un descuido un mico sacó la mano por entre la jaula y me robó mi bom bom bum. La pataleta que  hice a mis padres porque no me consiguieron otro, fue monumental. La verdad mi real indignación era que, ¿cómo era posible que un animal, entre comillas, menos inteligente y del que descendemos los humanos, se hubiera avispado y arrebatara mi trofeo?

Otro momento trágico en mi infancia por aquellos lares sucedió cuando un día  cuando estaba sentado en la taza del baño y por la tubería apareció una rata gigante. La impresión al verla hizo que yo saliera despavorido del baño aún con los pantalones abajo. Desde ese instante regresé al pasado ya que recurrí de nuevo a la tradicional «mica esmaltada» de mi abuelito, a quien de paso agradezco porque se enfrentó y exterminó al roedor que habitaba en mi casa.

Hasta los 15 años cada vez que iba a sentarme al baño miraba fijamente hacia abajo por si las moscas.

Obvio que todos los recuerdos no son trágicos. Para mi Cali tiene un lugar demasiado especial. Fue por eso que el pasado 28 de febrero emprendí un viaje para reencontrarme con mi pasado. Para volver a sentir el olor a caña dulce que me transporta de camino a mi escuela mientras escuchaba por todos lados la música salsa. Ese ritmo que identifica la región y que aunque no es la que más espacio ocupa en mi playlist, si guardo por ella una gran admiración.

Pero una cosa es escuchar este ritmo, y otra muy diferente es bailarlo o verlo bailar.

Anteriormente había una polémica que enfrentaba a caleños contra barranquilleros por quién lo hacía mejor. Hoy con creces, y después de ser los más premiados a nivel internacional, los vallecaucanos han dejado claro que son los reyes indiscutibles. Lo llevan en la sangre y hace parte de su ADN.

Todo este preámbulo para decirles que tuve la oportunidad de ver «Delirio», un espectáculo de salsa, circo y teatro que se presenta los últimos viernes de cada mes, con excepción de enero. También tienen funciones durante todos los días de la Feria de Cali.

Mi viaje para encontrarme con los campeones mundiales de salsa fue planeado desde el 2013. Una buena amiga caleña me consiguió la boleta y me  acompañó al espectáculo (gracias @LoreGonzalez), a pesar de haberlo visto antes. Ella fue cómplice de mi periplo por tierras vallecaucanas. Fue un paseo austero (tiquetes de avión por «chiva Colombia» y hotel tipo mulero de 40 mil pesos) y lleno de sacrificios, pero  valió totalmente la pena.

Al sitio del evento (Centro de eventos Valle del Pacífico) se llega tipo 8 pm . Es una especie de carpa cabaret donde se puede ver el show tomándose unas cuantas copitas de aguardiente blanco, por supuesto.

A la entrada me recibieron con un ‘amarillito’ y varios souvenirs de empresas patrocinadoras. Después de ubicarnos en una mesa estratégica, esperamos media hora antes de empezar a escuchar por primera vez la música del evento. Con orquesta en vivo de fondo, Alejandro Buenaventura, el maestro de ceremonias, anunció el inicio del espectáculo.

Como la idea es invitarlos para que vayan a ‘Delirio’ no voy a contar muchos detalles. Pero, ¿se imaginan ustedes cómo suena Thriller, Billie Jean, Beat it o Smooth Criminal en salsa? y aún más, ¿lo maravilloso que es ver las coreografías de estos virtuosos del baile?

Yo salí extasiado, feliz y totalmente a gusto con lo que observé. Pero lo mejor de la noche fue cuando al terminar la función los bailarines(as) bajan del escenario y empiezan a interactuar con el público. Vi cómo se acercaba una ‘morenota’ como de 1.85m  con su piel sudada y escarchadita para invitarme a la pista y… ¡quién dijo miedo!

No en vano pasé tres años de mi vida por allá, aunque también ayudó la ‘media’ de aguardiente blanco que tenía en la cabeza. Yo me sentía un campeón de salsa más, pero la verdad es que mientras ella iba a 45 revoluciones por minuto mi sangre rola solo me permitía ir a 33.

Pero si no tienen la posibilidad de ir al Valle del Cauca no importa. Mientras escribía este post precisamente me enteré que ‘Delirio’ viene a Bogotá los próximos 5, 6 Y 7 de junio y obviamente repetiré. También en el pasado Festival de Cine de Cartagena estrenaron película y próximamente estará en todos los cines del país. Sin duda es algo que hay que ver. Un espectáculo made in Cali pero que despierta ORGULLO NACIONAL.