¿Cuántas veces hemos comprado algo, nos vamos para la casa todos creídos, chicaneros, endeudados, hasta satisfechos y al llegar, nos damos cuenta de que eso que compramos no funciona como prometía la publicidad?

La mayoría de veces uno se devuelve lleno de ira para desquitarse con el primer parroquiano que se aparezca.  Casi siempre, contra esas nobles personas que trabajan en servicio al cliente. Entonces, a punta de reclamos casi siempre airados (aquí cualquiera aprovecha pa’ montarla) conseguimos que nos reemplacen el juguetico y listo. I can’t get no, satisfaction…
Cuando es un servicio, por ejemplo el celular, cable, Internet o algún seguro, ocurre algo similar, con la diferencia de que sufrimos un poquito más, porque la platica nunca la devuelven…

Con el celular se caen las llamadas y cuando esto pasa, gritamos al aire improperios con nombres corporativos. Llamamos y hacemos show, le contamos a todos los amigos que sufrimos por un operador equis, que no se vayan a pasar a esa marca porque es “de lo peor”, juramos que apenas se cumpla la cláusula de permanencia nos pasamos para la competencia y aunque a veces lo hacemos, al parecer nos conformamos fácilmente con el SMS, que envían mensualmente: «por regulación de la CRC, se compensan 4(min), que podrán usarse dentro del ciclo de facturación siguiente a este mensaje».

Y así nos va, entre amores y odios. ¿Qué pensará de esos mensajes la gente que tiene más de 800 o mil minutos al mes? ¿Se pondrán contentos? ¡Vaya uno a saber!

En fin, en este circo comercial en el que vivimos, lleno de oferta y demanda, de promociones, de dos por uno, de descuentos, de planes de puntos y de: “lo que lleve-lo que ‘seletcione’, a mil”. Es inevitable no ser víctima por lo menos una vez al mes de alguna desilusión, de algún maltrato, de algún’ rabiononón’ con alguna marca o empresa.

Hace un tiempo, en un viaje que hice con una aerolínea que no voy a mencionar. Me fui a estrenar una linda maleta, regalo de mi hijo. Una maleta que siempre me había gustado y que él, seguramente enamorado de su papá o con ganas de echarme al bolsillo, decidió ahorrar de sus onces para darme ese gustico.
Todo el viaje salió «bien». Ya estaba advertido que si la salida del vuelo era a las tres de la tarde, estaría llegando a mi destino a las 10 de la noche, aunque el vuelo durara solo una hora… pero qué carajos, uno de viaje, de paseo y montañero, se aguanta muchas cositas.

El punto fue que de regreso, mi maleta estaba como si la hubieran cogido para echarse un picadito en la pista de aterrizaje. Parecía un pocillo de loco… con las cremalleras y las marquillas rotas. Y claro, ya imaginarán cómo quedó mi corazón: ¡pues también roto! Entonces muy amablemente, aunque con el ojo aguado, hice un reclamo enviando un correo electrónico, justo después de regresar a Bogotá.

(Sé lo que van a decir: “bobito convencido creyendo que eso sirve de algo”) ¿La respuesta? Me la enviaron al parecer en la misma aerolínea porque para cuando llegó, ya «dizque» se habían vencido los términos.

Mejor dicho, yo envié la queja a tiempo y me respondieron tardísimo diciéndome que ya se había pasado el plazo para reclamar. Al recordar esto se me alcanza a torcer el ojo de la rabia que me da. Y pensar que reclamé por correo y no por Twitter por mi noble intención de no fregarle la vida a los CM’s. Al fin y al cabo, como me dijo un amigo; ¿Quién dice que las cuentas de Twitter son el departamento de quejas y reclamos de las empresas?

En cuanto a mi hijo ¿lo recuerdan? tan juicioso, tan generoso, tan pilo y tan guapo como el papá, me dijo que eso me pasaba por no cuidar las cosas, que con qué ejemplo le pedía que le duraran las vainas a él. Obviamente, debía darle respuesta a su inquietud e insistí nuevamente con mi reclamo, pero nada.

Durante días padecí de unos ataques esporádicos en los que le gritaba al aire mientras me agarraba la cabeza a dos manos. ¿Cómo así que se pasó el tiempo si seguí paso a paso todo el conducto regular para reclamar? La gente me miraba y se alejaba y yo continuaba como si nada. Me estaba volviendo loco. Hasta la voz de mi conciencia empezó a sonar igual a la de Julio César Luna…

Me debatí entre la rabia y la tristeza durante muchas semanas. Bajé de peso, no podía dormir y cuando lo lograba,  tenía pesadillas en las que mi maleta me cogía a golpes por haberla abandonado a su suerte, a pesar de también estar advertido de que eso era más frecuente de lo que parecía.

Entonces, como un milagro de la vida empecé a conocer gente que sufría del mismo mal, que había pasado por experiencias horribles y que estaban en procesos psicológicos para superarlas.
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> Por ejemplo, donde mi psicólogo conocí a muchas personas que casualmente iban a lo mismo que yo: a curar el trauma por el ‘rabiononón’ con la aerolínea. Conocí a Naty Marenco (@state_0f_mind) que estaba en terapia por tantas mentiras que le dijeron en la sala de espera y por el tiempo que permaneció allí corriendo de sala en sala, con la ilusión de ir rápido a visitar a sus papás de sorpresa en Barranquilla.

Conocí también a un señor, que en medio de su locura, planteaba que si un chulo podía dañar un avión (como efectivamente abusan de este recurso los señores de la aerolínea para excusar sus demoras), debíamos hablar con el Ministerio de Defensa para proponerle que instalara en las fronteras puntos antiaéreos a base de chulos kamikaze (debidamente amaestrados, claro) con el fin de que nos protegieran de posibles ataques imperialistas o anti-imperialistas, uno nunca sabe.

Este señor deambula por la zona del CAN en Bogotá, con planes y planos, a la espera de que el ministro lo atienda. Bueno, eso dice él, pero como anda loco, ya no sé si creerle.
En el mismo consultorio conocí a Ernest-Tito el man, que escribía el blog de @PanpayaAmigos. Le pregunté si tenía traumas por culpa de la misma aerolínea y me dijo que no, que él viajaba en flota dizque para disfrutar del paisaje. Que estaba en terapia porque había visto al mensajero de su empresa, tomando sangre de chulo con el argumento de subir las defensas. Pobre hombre, andaba llevado tratando de olvidar semejante recuerdo. Mientras me contaba, pensaba que si no es en la turbina de un avión, es en manos de un loco agorero que terminan esos pobres animalitos. Al final, Ernest-Tito para solidarizarse con mi situación, se ofreció a escribir un acróstico de su propia inspiración en honor a mi maleta.

En conclusión y ya para terminar con este lamento melancólico-mercantilista, debo decir que pasaron los meses y nada más pasó, la maleta rota se quedó, los CM de la aerolínea bravos conmigo y yo con la advertencia de mi hijo de que «en la vida» me volvía a regalar algo.

PD: Lea acá la declaración de Naty Marenco, una declaración sentida y minuto a minuto narrada para que se solidarice con las víctimas de la mala atención al cliente. Es más, siendo honestos todos somos víctimas… ¡Fuimos o seremos! Como decía un viejo programa de televisión por allá en los 90: tú tú tú tú tú tú también caerás. ¡Pilas!
PD2: En la redacción de este post ningún chulo fue maltratado, excepto el que fue sacrificado con fines aparentemente médicos.

 PD3: Hijo no te hagas el loco, las cosas hay que cuidarlas. Si a los que manipulan las maletas en el puente aéreo les hubieran enseñado eso, seguramente hoy no estaríamos en éstas. Además, que quede claro, no fui yo, fueron ellos.

PD4: Qué lejos está ese recuerdo lindo de empezar a aterrizar y escuchar con júbilo la canción del Grupo Niche que dice: «Ya vamos llegando, me estoy acercando, no puedo evitar que los ojos se me agüen»… ahora, cuando pienso en el ‘ojo aguao’ pienso en mi maleta.
PD5: ¿Por qué la gente aplaude cuando el avión va a aterrizar? En mi opinión, deberíamos esperar a reclamar el equipaje para ver si amerita el aplausito.
PD6: Nada justifica la grosería con los empleados de ninguna empresa. Si a usted le va mal con una marca, piense primero si ese que lo está atendiendo tiene la culpa o no. No sea aprovechado con la gente que no puede contestarle sus patanerías. Ahora, si hay que quejarse, para eso está la Súper Intendencia de Industria y Comercio o el mono de la pila. Igual, no se quede callado, ¡Denuncie!

 PD7: A continuación el acróstico que Ernest-Tito le hizo a mi maleta. Se titula: Mi maleta.

Maleta de mi corazón
Indudablemente siempre te recordaré
Me acompañaste tan poco tiempo que
A veces dudo que haya sido cierto
La comodidad que me ofreciste
En el único viaje que compartimos.
Te llevaré en el corazón por siempre
Aunque mañana me compre otra maleta.

Para los interesados, se dictan cursos para aprender a hacer acrósticos en la cuenta @PanpayaAmigos. Se entrega diploma. Eso dicen ellos…