Apreciada ministra:
Soy un taxista que lleva 10 años ejerciendo el oficio en la capital de la república e irónicamente he sobresalido en redes sociales por defender los derechos de los usuarios del servicio público individual. Tal vez porque antes de trabajar en esto tuve que pasar por los mismos maltratos, cobros ilegales e injusticias cuando fui pasajero. Sin querer logré ponerme en los zapatos de mis clientes, que día a día usaban una plataforma como Twitter para hacer visible el mal comportamiento de muchos conductores mal educados. Choferes a los cuales solo les importaba su beneficio, pisoteando así los derechos de quienes ponían su sueldo.
Eso hizo que una aplicación nueva como Uber fuera exitosa, ya que muchos usuarios de taxi tradicional emigraron encontrando en ese tipo de servicio un trato amable, digno y cordial, todo esto acompañado de seguridad y un manejo adecuado del vehículo sin violencia al volante. No les importó tener que pagar más por las carreras y usar su tarjeta de crédito para tal fin. No les importa que este servicio sea tildado por las autoridades abiertamente como ilegal y no les importará si prohiben definitivamente su uso ya que lo seguirán haciendo en la clandestinidad.
Ellos no están dispuestos a volverse a dejar maltratar por muchos mal llamados «colegas» míos. Jamás entenderán que de hecho es cierto que competir con Uber es desigual, ya que mientras un cupo de taxi amarillo vale ciento diez millones de pesos el del carro blanco no llega a diez millones. poniendo en riesgo la inversión de los que si hacemos bien la labor, que a propósito cada día somos menos.
Esto pasa porque desde el Ministerio de Transporte no hay unos requisitos básicos para que se entregue un pase de servicio público.¿Por qué no exigir que el taxista mínimo sea bachiller? ¿Por qué se le entrega una licencia de conducción a un muchacho de 18 años que todavía no tiene la madurez para llevar vidas? ¿Por qué un taxista que maltrata un pasajero no tiene sanciones serias? ¿Por qué las empresas de taxi no les importa capacitar seriamente a sus conductores para mejorar el servicio al cliente?
Y como en este país la gente tiende a generalizar, los taxistas que actuamos correctamente somos víctimas de estigmatización y tenemos que cargar con esa mala fama que ya traspasó fronteras. No es si no mirar los blogs de viajeros extranjeros para darse cuenta que lo primero que advierten a sus lectores es que tengan cuidado con los taxistas bogotanos. A mí ya por el hecho de ejercer este oficio me han negado la entrada a centros comerciales cuando voy en mi carro con mi familia o inclusive con pasajeros.
Apagar definitivamente Uber es un error, lo que hay que hacer es reglamentarla, que los cupos de esos carros no sean tan baratos para quienes están invirtiendo en el negocio ¿Sabía usted querida ministra que la mayoría de esos carros blancos son matriculados fuera de Bogotá? Usan la malla vial de la capital y no le aportan un solo peso a la ciudad.
Por qué no también direccionar los esfuerzos para que de una vez por todas se discipline al taxista tradicional dejando el miedo de enfrentarse a las empresas legalmente constituidas que ponen concejales y hasta senadores.
Yo estoy adportas del retiro en este trabajo, entre otras porque me aburrí de llevar un «INRI» durante muchos años. También porque no estoy dispuesto a pagar en su totalidad los aportes parafiscales que aprobó el gobierno nacional en cabeza del entonces ministro de Trabajo Rafael Pardo ( que a propósito esta semana en una entrevista ni siquiera supo responder cuando le preguntaron ¿cuánto vale una carrera mínima en Bogotá?). Si bien somos entre comillas trabajadores independientes dependemos de dos jefes, el dueño del taxi y la empresa afiliadora, que con su ley se lavaron las manos y no aportarán un solo peso. Tampoco tenemos vacaciones pagas, una caja de compensación y menos primas legales.
Como ve, soy autocrítico de mi gremio pero también defiendo la inequidad en el tema de bienestar laboral. Y lo más importante, defiendo los derechos de los que por muchos años me han permitido llevar un sustento a mi casa, a los que doy gracias por permitirme ganarme un sueldo respetable a pesar de no ser profesional… ¡LOS PASAJEROS!
Atentamente,
Hugo Leonardo Valenzuela Guzmán