Recuerdo cuando era pequeño y se acercaba la fecha de mi cumpleaños; me entraba una ansiedad terrible, una emoción incontrolable porque sabía que mis padres en medio de su corto presupuesto se esmeraban por hacerme sentir especial, siempre me daban gusto y me ponían a estrenar ropa ese día. Con el paso de los años esa ilusión se fue desvaneciendo y todavía no entiendo por qué razón. Lo único que tengo claro es que ya no me gusta cumplir años y mucho menos me agrada que la gente se entere. Esto me ocurre desde que llegué a los 39 y estando a punto de cumplir 42 (no les voy a decir qué día) les doy mis razones para que me haya vuelto un verdadero grinch cuando le cuelgo otros 365 a mi vida.
1. Desde el 2007, año en el que mi mamá murió, no puedo disfrutar de lo que más me gustaba comer en esa fecha. No es un plato que se pueda conseguir en un restaurante; se trata de un sudado de murillo que lleva papa chalequeada, fríjol verde, yuca, plátano y va servido con arroz y mucho hogao. Aunque yo lo sé preparar, nunca me queda igual que el de mi madre, y es realmente deprimente tener que cocinar para mí solo.
2. Ya no puedo comer grandes porciones de torta de cumpleaños, porque las harinas que ingresan a mi cuerpo ya no se asimilan con facilidad. En la noche estoy jodido del estómago y con unas agrieras las machas.
3. Me siento como un perfecto estúpido cuando me cantan el happy birthday, canción tradicional con partes en inglés y otras en español, que además es mal pronunciada por los asistentes, mientras angustiado no sé qué cara poner y espero el chiste pesado de «ya no sopla» cuando me toque apagar las velas.
4. No se siente chévere que personas que ni me conocen me estén mandando saludos en redes sociales, ni me gusta que me salgan bombitas ridículas en el perfil de twitter. Por eso tomé la decisión de quitar las fechas para que nadie se entere y sienta que lo hacen por mera diplomacia. El que de verdad te estima se acuerda sin necesidad de un mensaje de Facebook.
5. En la mayoría de ocasiones la fecha de mi cumpleaños cae en fin de semana de puente, por lo que tengo más tiempo para pensar pendejadas como ¿qué he hecho con mi vida? ¿de dónde vengo y para dónde voy? ¿mi balance de cosas que he podido realizar es más negativo que positivo?
6. Ahora que trabajo en oficina me parece supremamente incómodo que tengan una lista con los que cumplen en el mes, se pasen correos avisando y todavía más, que en el puesto de trabajo coloquen todo tipo de güevonadas como bombitas, serpentinas y letreritos multicolores.
7. Ese día extrañamente me dan ganas de ir a misa y aunque aclaro que no me siento viejo, prefiero estar en paz con el de arriba por si le dan ganas de llamarme antes de tiempo a rendir cuentas.
8. Mi círculo social es muy cerrado, razón por la cual no hay muchos planes. Con el paso de los años muchas personas me han decepcionado, a los que consideraba mis amigos se han ido esfumando; y como no me gusta tomar pues menos. Amigos de «jartera» no son realmente amigos (suena de fondo la cama vacía de Óscar Agudelo).
9. Ya no me arriesgo a excederme con el trago porque la resaca o guayabo me da más duro que a los pelados, que pueden pasar derecho todo un fin de semana sin despeinarse e ir a la universidad o a trabajar sin ningún problema.
10. Ir a rumbear es complicado, lo que ponen en las discotecas no va conmigo, nunca he bailado un reguetón y creo que me sentiría incómodo si lo hago en público. Además a media noche ya me quiero ir para la casa porque me da sueño; si me animo a hacerlo lo único que me gusta es un sitio de salsa o full 80s, los cuales sí cumplen con mis gustos musicales. Pero las chichoneras me causan angustia y las luces de neón afectan mis ojos.
Como pueden ver tengo razones de peso para que ya cumplir años no me parezca tan chévere; muy seguramente me iré de la ciudad, ojalá donde no entre señal del celular, solamente acompañado de mi pareja. Lo que sí necesito es una iglesia cerca para pedir perdón por lo malo que haya hecho durante los 365 días que se cumplen. Lo único que me ilusiona de verdad, es poder comerme ese chocorramo gigante que sacaron, acompañado de un litro de leche (deslactosada para que no me patee tanto).