Gran polémica causó en pasados días la multa que le impusieron a escoltas de Piedad Córdoba por estar parqueados en un lugar prohibido invadiendo un carril destinado para la ciclovía. Ya anteriormente también habían sido sancionados los guardaespaldas del empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo por detener el tráfico e intimidar a otros conductores. La ley es explícita al decir que solamente la caravana del presidente de la república podrá ejecutar este tipo de acciones teniendo en cuenta el grado de riesgo del personaje que se desplaza.
Pero como en este país nos cuesta acatar las normas, el secretario de movilidad Juan Pablo Bocarejo y el secretario de seguridad Daniel Mejía recibieron una respuesta, en mi concepto infantil, por parte de la excongresista quien en twitter escribió que no había otra forma de poder prestar la seguridad y que cómo en otros casos ellos no se habían pronunciado, victimizándose como siempre suelen hacerlo los dirigentes de izquierda y pensando que las normas a ellos no los cobijan.
Inmediatamente Daniel Mejía le recordó el caso del empresario Sarmiento Angulo haciéndole ver que las reglas eran para todos y que la multa se haría efectiva a pesar de la pataleta que armó. Sin aceptar su responsabilidad siguió peleando sacando excusas cual chino chiquito que dice, «si otros lo pueden hacer, pues yo también».
Me desempeñé en el cargo de protección a personas durante 10 años en el sector privado y con autoridad puedo decir que, se es buen escolta si se tiene un jefe que enseñe que en su labor diaria no se puede pasar por encima de los derechos de las demás personas; un directivo que se preocupe por el bienestar de los que protegen su vida y esté pendiente de los gastos de parqueo para evitar inconvenientes con las autoridades, que no permita invadir carriles exclusivos, que no pare el tráfico para su propio beneficio, pero sobre todo un jefe que cree una directriz respetuosa de comportamiento cuando se sale a la calle. Finalmente es su imagen la que está en juego y no puede permitir acciones indebidas de los que están a su cargo.
Yo tuve un buen jefe y aunque ya estoy retirado desde el año 2005 siempre agradeceré lo mucho que me aportó a nivel laboral y personal. Todavía me hablo con él, soy amigo de su esposa y de sus hijas que fueron como hijas mías. Sufrí cuando ellas estaban enfermas y aunque hace mucho tiempo no las veo, sé que guardan un buen recuerdo de mí. Puede que este tipo de lazos de amistad no se presenten mucho entre empleados de seguridad y directivos, pero son la clave para un buen comportamiento en las calles por parte de escoltas que recorren diariamente las calles exponiendo su vida por un «desconocido».
P.D: Gracias a Germán Salazar Castro, el mejor jefe que he tenido.
Recomendada la película «hombre en llamas» sobre el tema de los escoltas.