El episodio de la semana que termina en donde la periodista deportiva Andrea Guerrero criticó por sus antecedentes de violencia contra la mujer, la convocatoria de Pablo Armero a la selección por parte del técnico José Néstor Pékerman, me puso a pensar cuántas veces he sido injusto en redes sociales con personas y en particular con mujeres que ni conozco. Por ejemplo con la actriz Amparo Grisales, de la que he tenido comentarios desobligantes y de burla por el tema de la edad; y es que cuando no se conoce verdaderamente a un personaje público, se pueden cometer este tipo de errores, de los cuales no he sido ajeno y me he dejado llevar estúpidamente por dármelas a veces de irreverente.
Con la propia Andrea me pasó; expresaba que era una bobita ridícula que poco o nada sabía de fútbol. Eso sin sospechar que cuando fui taxista la iba a conocer frente a frente. Una amiga de ella a la que yo le prestaba mis servicios de transporte me referenció y me contó que una vez casi le hacen el paseo millonario, con la buena fortuna que alcanzó a tirarse del taxi antes de ser atracada; este episodio le había generado un miedo terrible a volver a tomar un vehículo de servicio público individual. Después de acceder a recogerla (y con el temor de que no se diera cuenta de las críticas que le había hecho) fui cambiando mi percepción sobre lo que es Andrea como profesional, pero ante todo me fui dando cuenta el gran ser humano que representaba. Pasaba el tiempo y tenía la posibilidad de conocer a los integrantes de su familia, que al igual que ella, me trataban dignamente y depositaban en mí toda la confianza para poder hacer agradable mi labor.
Pude enterarme en cada carrera que le hacía de detalles privados que obvio jamás voy a revelar, pero que denotaban que era una verdadera guerrera y que el sitio que se había ganado en la empresa para la que trabajaba, había sido por sobrados méritos y no por roscas o por ser tan solo una cara bonita. Ella había decidido incursionar en un escenario totalmente machista como lo es el periodismo deportivo, pero nunca le importaron los comentarios desobligantes en su contra porque amaba su labor y estaba convencida de que podía sobresalir a pesar de las adversidades. Andrea Guerrero es una mujer valiente, agradable y sobre todo leal con las personas que se ganan su corazón. De temperamento recio como buena cucuteña, va diciendo lo que siente sin temor al que dirán. Tal vez por eso se ha ganado la animadversión de muchos a los que la sinceridad les parece un defecto.
El día de las polémicas declaraciones en contra de Pablo Armero, y al ver que el tema se había salido de control hasta con amenazas de muerte incluidas, le mandé un mensaje interno en el que le expresaba toda mi solidaridad y apoyo por el acoso cibernético al que estaba siendo sometida. Hace más de un año que no hablaba con ella y sin embargo no se demoró dos minutos en contestarme agradeciendo el respaldo; en ese momento reconfirmé la calidad de persona que es, al tomarse el tiempo de responderme sin importarle la compleja situación por la que estaba pasando. Afortunadamente la vida me dio la oportunidad de pedirle excusas personalmente por todas las barrabasadas que en el pasado dije sin fundamento alguno, como tampoco tienen fundamento los que la atacan en las redes (muchos de esos trolls tristemente son las propias mujeres que la odian sin razón).
No soy amigo de Andrea, nunca me he tomado un café con ella, no me gusta, no es mi tipo, nunca he compartido un almuerzo ni mucho menos una copa de licor, pero puedo decir que después de tener la oportunidad de conocerla, que son muchos los que se equivocan tratándola de racista, mala periodista y todas las mentiras que de ella se han dicho. De hoy en adelante trataré de bajarle a las críticas y a las burlas a personajes de la vida pública (no aplica para Gustavo Petro) con los cuales me he portado patán e injusto. Los que me lean también deberían tratar de hacer un ejercicio de reflexión y «mea culpa».