Deambulaba una mañana por un barrio algo desconocido para mí en el oriente de la ciudad; el trabajo no estaba muy bueno y yo ya me empezaba a desesperar después de más de media hora de que nadie me sacara la mano. Hasta que toda una familia muy agitada me hizo la parada; era padre, madre, un muchacho como de unos doce años y una niña de tres aproximadamente. Llevaban maletas grandes y sonrisas de oreja a oreja, el jefe de la familia me saludó de mano y me pidió el favor de que le abriera el baúl mientras el resto de personas se subían con rapidez al taxi.

— Hermano, por favor llévenos al aeropuerto, vamos a conocer San Andrés ¿usted ya ha ido?

– Yo me demoré en ir pero ya hace 5 años fui y es un paraíso. Después de eso he vuelto dos veces más, una de esas ocasiones con mi hijo y le gustó mucho.

— Bueno pues vamos por la ruta más rápida y me va contando como es. Para nosotros es la primera vez; es más, hasta hoy, nunca nos hemos subido en un avión y tal vez por eso el alboroto de estos chinos. Yo más bien estoy es como nervioso.

– Jeje, no se preocupe que hay más accidentes de buses intermunicipales que catástrofes aéreas. Volar es muy seguro.

Terminé de guardar las maletas y tomamos el camino hacia la terminal aérea. Los hijos de mi cliente estaban muy ansiosos y su felicidad era incomparable. Él se fue en la parte de adelante conmigo y su esposa se acomodó atrás con sus pequeños. Me dijo entonces:

— Usted no se imagina lo que este viaje significa para mí; yo de niño no tuve la oportunidad de viajar mucho. Mi infancia fue más bien llena de restricciones económicas por la situación financiera de mi padre que era el único que trabajaba, pero usted sabe que uno no quiere que la historia se repita, uno como padre quiere que los hijos tengan mejor y mayores oportunidades. Este viaje es el resultado de muchos días de ahorro, trabajo incesante y me siento orgulloso de poder darle esto a mi familia.

Mientras el hombre decía esas palabras su esposa le sobaba la cabeza como agradeciendo el esfuerzo y de sus ojos brotaban lágrimas de alegría.

– Pues me alegro por ustedes porque escogieron un excelente destino, el mar de San Andrés es el más bonito del país y unas de las mejores playas del mundo. Por algo le llaman el mar de los siete colores; otra cosa que deben aprovechar es para hacer compras. Allá son baratos los perfumes, cremas, champús, dulces, chocolates y el licor.

— Gracias por las recomendaciones hermano, sí llevamos algo de platica para darnos gusto. Sobre todo a ellos que son mi razón de ser, para mí si acaso una pantaloneta de baño que necesito, hace como cinco años que no la cambio.

De pronto entró en profundo silencio y se quedó mirando hacia el horizonte como pensativo, suspiró un par de veces y su rostro se tornó melancólico. Yo miraba a su esposa por el retrovisor buscando explicación a su cambio de estado de ánimo, pero ella al parecer tampoco tenía la respuesta. Después de unos minutos más por fin rompió su silencio y me dijo:

— Soy el mayor de cuatro hermanos y en algún momento de nuestra infancia mis padres tuvieron una crisis económica. Bueno, de hecho yo sentía que jamás estábamos bien de plata, pero él era un luchador y se las arreglaba para medio cumplir en la casa. Pero en la peor época mi padre tuvo un accidente laboral, se quemó las manos arreglando una lavadora industrial y le dieron dos meses de incapacidad. Los zapatos del colegio tenían que durar todo el año y mi mamá rogaba para que fueran de buena calidad y duraran los diez meses que los usábamos.

Yo escuchaba su relato con atención mientras los niños atrás dejaban de gritar y el movimiento del carro los arrullaba para que se fueran quedando dormidos. Él con determinación seguía hablando desahogándose conmigo mientras nos íbamos acercando al aeropuerto.

— Como le decía mi mamá hacía milagros para que el mercado alcanzara, era una buena administradora de los pocos recursos que mi padre le daba. A veces él tenía dos trabajos para poder mantener la casa, alguna vez fue taxista como usted. En el día le hacía mantenimiento a las máquinas industriales y manejaba en la noche; pero una vez el cansancio le pasó factura y se quedó dormido al volante por allá cerca al terminal de transportes. Fue a dar contra un poste y si no es por sus colegas que lo sacan y lo llevan a un hospital, se hubiera muerto.

– ¿Cuántos años manejó taxi su papá?

— Tuvo dos épocas, pero juntando todo como tres años. Pero después del accidente ya no volvió más; gracias a Dios consiguió un empleo estable después de eso. Pero en la crisis que le cuento yo, que soy el mayor me daba cuenta de muchas cosas. Además porque tuve que ser creativo para no pedirles a mis padres para lo que no había. Cuando los zapatos no aguantaban el año yo los remendaba con cartones cosa que a veces no era tan eficiente cuando llovía; entonces fue cuando cogí las tablas de las cajas en donde venían los bocadillos veleños y se las puse de plantillas a mis tenis. Se sentían más duras al caminar pero funcionaban por ser más resistentes. Hoy en día ya no usan ese tipo de empaques pero en su momento fueron de gran ayuda.

Soltó una carcajada como riéndose de su desdicha de niño pero a mí lo que me produjo ese relato fue un nudo en la garganta y ganas de llorar. Definitivamente hay unos a los que les toca más duro que a otros. En ese momento intervino la mujer y como queriendo que él cambiara el tema y dejara de estar melancólico le dijo:

— Mijo, pero no se ponga así, afortunadamente eso ya pasó y hoy usted nos va a dar gusto porque es un hombre bueno y trabajador.

— Lo sé mi amor, yo no quiero que nuestros hijos pasen por lo que yo tuve que pasar.

Después dirigiéndose a mí me dijo:

— Yo también he sido un luchador, cuando empecé a trabajar tuve que vender cuchillas de afeitar, esferos y otras maricaditas varias en las tiendas del sur de la ciudad para poder pagarme mi universidad. Trabajar de día y estudiar de noche. Afortunadamente encontré después de graduarme un trabajo estable que me permite llevar una vida medianamente tranquila para mí y para mi familia a la que amo inmensamente.

– Pues me alegra eso caballero, disfrute mucho su paseo, descanse y disfrute con su familia. Usted se lo merece.

— Gracias, usted tiene razón, yo me merezco esto. Ahora siempre que tengo problemas de plata, porque no todo puede ser perfecto, aplico el consejo de mi madre. Se lo cuento para que usted también lo tenga en cuenta:

«Cuando tenga problemas económicos nunca mire hacía adelante de la fila a los que están en mejores condiciones. Mire siempre a los que vienen atrás y están más jodidos que uno».