El hecho de que Willington Ortiz nunca haya vestido la camiseta de mi amado Santa Fe no me impide reconocer que es tal vez el mejor futbolista colombiano de todos los tiempos. Alcancé a verlo jugar en la época dorada del América de Cali y su gambeta corta endiablada recorriendo la cancha era maravillosa. Siempre anhelé una foto con él y siempre lo admiré de toda la vida. Pero lo que nunca me imaginé es que recorriendo las calles del barrio Prado Veraniego de Bogotá me encontrara de frente con la sorpresa de saber que había montado un restaurante de comida del Pacífico llamado «El Rincón del viejo Willy». Sin pensarlo dos veces entré en el sitio y comencé a ver una amplia galería de fotos del jugador al lado de Pelé, de Maradona, de Ernesto Díaz, de el tigre Gareca y en general de todos sus excompañeros en el América de los ochentas.
Me senté tímido en una de las mesas del lugar y mientras el mesero llegaba con la carta, de pronto me quedé estupefacto cuando dirigí la mirada a la mesa que estaba justo al frente mío. Ahí estaba, era el viejo Willy, que estaba comiéndose un pescado con arroz de coco y limonada de panela. El empleado del sitio algo me explicaba sobre los tipos de plato que ofrecían, pero yo realmente no lo estaba escuchando; cuando por fin volví en sí, le dije que si Willy aceptaba tomarse fotos con los comensales. Me dijo que por supuesto, que el «grone» era sencillo y relajado con el tema. Acordamos con el mesero que no le íbamos a interrumpir su almuerzo y que cuando terminara lo abordaríamos para hacerle la solicitud.
Cuando por fin se desocupó, me hicieron la señal de que parara y llegara acompañado a su mesa; Willington levantó la mirada y yo me presenté, le dije que deseaba escribir sobre su restaurante a lo cual accedió encantado. Me dijo que solo una vez lo habían entrevistado en una emisora, pero que jamás le habían hecho nada escrito. ¡Y se despachó el viejo Willy! me contó entre muchas cosas que en Bogotá los restaurantes de comida del Pacífico eran de chocoanos en su mayoría, y que la gastronomía de su región era mucho más amplia. Que su restaurante era de comida típica TUMAQUEÑA, que cuando arrancó con el negocio tenía cocineras del pacífico, pero que él quería unos platos bien presentados; por eso tomó la decisión de contratar un chef al que se llevó un mes para su casa en Tumaco y así poder que se empapara mejor sobre los secretos gastronómicos y los sabores de su región.
Lo mejor de su carta pasa por platos como el pargo encocado, el ceviche de piangua (un pequeño molusco parecido a la ostra que aunque no es muy popular en el centro del país, se le considera uno de los platos más apetecidos en el sur del Valle y el norte de Nariño), la cazuela de mariscos y los langostinos con tocineta en salsa de uva pasa. Me contó también que antes preparaba el Pusandao (plato típico del Pacífico) pero que lo había descontinuado por la dificultad de traer una carne especial que no se conseguía fácilmente en la capital.
De fútbol hablamos poco, ya todos sabemos quién fue el viejo Willy en la historia del fútbol profesional colombiano. Muchos pensamos que Ortiz tal vez si hubiera nacido en esta época del marketing deportivo perfectamente hubiera podido brillar en un Barcelona o un Real Madrid, o de pronto nos deleitaría con sus jugadas en un mundial de fútbol al que lamentablemente jamás pudo ir.
Les dejo la carta de «El Rincón del viejo Willy» para que vayan, disfruten un buen pescado, pidan una «limonadita de mango» (se consigue en el lugar) y tal vez tengan la fortuna, como yo la tuve, de tomarse la respectiva foto con un grande del deporte mundial.
*El Rincón del viejo Willy Calle 127d No 54-08 barrio Prado Veraniego, Bogotá