Hice parte de la Organización Ardila Lülle por allá en 1995; bueno, tal vez sea pretencioso decir «pertenecí». Tal vez lo mejor sea decir que trabajé durante cinco años y ha sido una de las mejores épocas laborales de mi vida. Fueron muy buenos jefes y pude capacitarme en seguridad electrónica, pero, sobre todo, en seguridad a personas. En ese entonces pude conocer de cerca al Dr Ardila, a sus hijos y a muchos periodistas que trabajaban en el Canal RCN. Alcancé a hacer proceso de selección para ser escolta de Claudia Gurisatti, quien estaba amenazada por las Farc, pero finalmente me salí de los opcionados porque tenía un hijo recién nacido y la periodista manejaba jornadas extensas cuando dirigía el programa La Noche.

Cuando el directivo al que cuidaba tenía reuniones en el canal, yo aprovechaba para pasearme por los estudios de Betty La Fea. También me tocaba asistir al estadio El Campín cuando jugaba Nacional o el Atlético Bucaramanga, y una vez en un campeonato interempresas me tocó meterme a la cancha porque estaban dándole mucha ‘pata’ a mi protegido y casi se forma una tángana dentro del campo de juego. Son buenos recuerdos los que tengo por una empresa (Cervecería Leona) que me trató muy bien, valoró mi trabajo, potenció mis capacidades y me dio la oportunidad de pensar en un techo propio en su momento. Precisamente por eso me duele que en la actualidad le den tan duro por el tema político en un momento en el que el país está totalmente polarizado y la gente ve los medios de comunicación como amigos o enemigos según su conveniencia.

 

Y debo decir que me parece valioso, que a pesar del ambiente hostil, los periodistas del Canal RCN no se hayan prestado para ser cómplices de un proceso de paz que a todas luces fue un engaño a los colombianos, que no se vendieran al mejor postor y que siguieran alertando, valientemente, sobre las irregularidades del engaño que hoy en día se concretó. Comunicadores sociales como Karla Arcila, Hassan Nassar y hasta la misma Guri han aguantado toda clase de improperios e insultos por opinar diferente, por no ser políticamente correctos y no subirse complacientemente en el bus de la falsa y muy mal negociada paz. Todo esto ha traído que el canal baje su rating (aunque no es el único motivo) y la animadversión que se ha creado injustamente hizo que la gente se perdiera producciones de calidad como la serie sobre Jaime Garzón, que contó con una maravillosa actuación de Santiago Alarcón y su esposa Chichila Navia. Otro ejemplo fue El Comandante, interpretado por el fenomenal Andrés Parra. Yo me las vi y me parecieron buenísimas.

Lo único que me genera todo el ‘palo’ que le dan a esta marca en redes es un sentimiento de solidaridad. Me indigno cuando veo que en las marchas la emprenden contra la fachada de RCN Radio, que aunque es una empresa diferente, hace parte claramente de la OAL. Conozco de vieja data la entraña del Canal RCN y de otras empresas de la organización que han dado empleo digno a muchos colombianos a través de décadas. Solo quiero decirle a sus directivas que sigan aguantando ya que «no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista», que me alegro que estén sacudiéndose un poco ahora con la nueva temporada de El Man es Germán (programa que vi completo en su primera temporada con mi hijo cuando estaba pequeño), y que somos muchos los colombianos que los seguimos viendo y que no nos olvidamos de excelentes producciones que se quedaron en nuestra memoria tales como Café con aroma de mujer, Azúcar, La Potra Zaina, Garzas al amanecer y la fenomenal Betty La Fea, que a propósito están repitiendo en horario prime y marca muy bien. «Unas viejeras», pensarán muchos; pero, sin lugar a dudas, productos de calidad que contaban la cotidianidad de nuestro país.

Afortunadamente RCN no tapa, no es alcahueta e informa de manera diferente y sin temores. ¡Afortunadamente existe RCN Televisión! Seguirá siendo, nuestra tele.