Siempre que visito un restaurante, además de ver su carta, me intereso por averiguar la historia detrás del emprendimiento. Esto lo hago porque, generalmente, encuentro un pasado lleno de sacrificios y derrotas que tuvo lugar antes de poder alcanzar el éxito. Y esta, precisamente, es la historia de Campesinos Maestros, un restaurante de cómida rápida ubicado al occidente de Bogotá, en el barrio Santa Rosita (muy cerca del Portal de la Calle 80).
Les cuento un poco: Nelson Robles y su familia tenían un negocio de venta de celulares, y accesorios para estos dispositivos, en la localidad de Engativá. Estaban posicionados y no les iba mal pero, de un momento a otro, la competencia aumentó y las ventas empezaron a bajar hasta que el negocio se fue a la quiebra. La situación era tan grave que al año siguiente de que el local quebrara, Robles no tenía los recursos para darle estudio a sus hijos, por lo que él y su familia tomaron la decisión de enseñar ellos mismos a sus pequeños mientras viajaban de pueblo en pueblo vendiendo la mercancía estancada que les había quedado. Dormir en el carro o en hoteles de camioneros fueron algunas de las incomodidades que tuvieron que pasar; afortunadamente los niños estaban pequeños y nunca vieron esto como una crisis sino, más bien, como una aventura.
En esa vuelta a Colombia por necesidad probaron sabores nuevos, conocieron la gastronomía de otras regiones y fueron adquiriendo experiencia que más adelante les iba a servir. Orgullosos de sus raíces campesinas e influenciados por su abuela boyacense que los había criado en el barrio Kennedy mientras su mamá salía a trabajar por un mínimo, Nelsón, su hermano y sus respectivas familias iban craneando lo que hoy en día es el restaurante ‘Campesinos‘. Pero antes hicieron ensayos vendiendo carne en las carreteras de Colombia con la receta y los aliños de su querida abuela. Éxito efímero, pues la policía de carretera les hizo recoger el puesto ambulante cuando solo habían vendido cuatro porciones a los turistas que pasaban por el sector.
No obstante, no desfallecieron. A su regreso a Bogotá, y con la plata que habían reunido de la venta de los repuestos para celular, montaron un pequeño negocio de bebidas y jugos artesanales en el que los clientes empezaron a pedir comida para acompañar, y ahí fue donde entraron las hamburguesas con el toque secreto de la abuela en la carne molida.
Hoy en día, los habitantes del sector de Quirigua y Santa Rosita saben que el mejor sitio para comer una buena hamburguesa sin tener que ir al norte, o a un centro comercial de la localidad, es el restaurante «Campesinos», cuyo éxito, aparte de el maravilloso sabor de la carne, es su concepto. Y esto ocurre porque en su carta ofrecen hamburguesas como la «Quillera» (chorizo artesanal, suero costeño atoyaguey, pimientos al carbón), la «frijolero» (salsudos fríjoles, chili,jalapeños verdes), la «picosa» (croquetas de jalapeños rellenas de queso cheddar, salsa de maíz y jamón pietrán), la «problemática» (porque tiene chicharrones, plátano maduro y miel mostaza), la «tropicampeche» (piña a la parrilla y doble jamón) y otras siete opciones igualmente buenas y con ingredientes novedosos.
Y es que, usualmente, cuando uno visita un sitio nuevo, se casa con algo que solo pruebe ahí o que sea exclusivo. Por eso en ‘Campesinos Maestros’ se inventaron una serie de muy buenas pizzas entre las que sobresalen mi preferida, «la cachaquísima», que es un ajiaco en forma de pizza (pollo desmenuzado, papa criolla, alcaparras, cuatro quesos y lo que no puede faltar, las guascas); «la catana» (peperoni, salami, cuatro quesos y hoja de coca deshidratada), «la chabacana» (salsa enchilada, pollo, totopos,cuatro quesos, cilantro) y una opción vegetariana que se llama «la solo matas» (pimientos asados, tomate cherry, champiñones, aceitunas rellenas, cuatro quesos).
Como dije anteriormente, en este lugar empezaron con bebidas. Es por esto que sus jugos, malteadas, limonadas y «gazimbas» de lychee azul, blueberry, cold brew, lavanda, menta, dátiles, manzana verde y pepino son una maravilla (fabricadas artenasalmente en el lugar, en donde no venden gaseosas comerciales). También tienen la opción de acompañar las pizzas o hamburguesas con cervezas artesanales bogotanas como Chelarte, Apóstol y Tres Cordilleras. Y de igual forma ofrecen «el porro», que es una infusión de cerveza Chelarte Zenaida, masmelo tostado, whisky y cold brew.
Realmente me gusta que a la gente a la que le ha tocado duro en la vida pueda lograr el éxito sin que se olvide de sus orígenes humildes. «El cura no se acuerda de cuando fue sacristán» decía mi mamá, y ella era hija de campesinos de Cundinamarca. Luego se casó con mi padre, hijo de campesinos del Tolima… Así que el que les escribe también tiene sangre campesina… ¡todos somos campesinos!