Cuando en las pasadas elecciones de octubre de 2019 lamentablemente los votos de Claudia López fueron más para alzarse con la Alcaldía de Bogotá prometí no criticarla durante un año, pues me parece que ese es el tiempo prudencial para empezar a medir la gestión de un gobernante. Limitada al presupuesto y obras del alcalde saliente, en este caso Enrique Peñalosa, es muy difícil que salgan a la luz resultados palpables en tan poco tiempo. Inclusive al principio llegué a ilusionarme aplaudiendo algunas medidas y nombramientos que daban continuidad a proyectos muy importantes como el metro de para la capital de la República.

Con la llegada del coronavirus a Colombia me fue imposible cumplir esa promesa; un comportamiento oportunista, pendenciero y hasta verdulero por parte de Claudia López echaron por la borda esa buena intención de apoyar y pensar que si a ella le iba bien, a Bogotá le iba bien. Parece que la primera autoridad de la capital todavía estuviera en campaña, parece que su sed de poder es insaciable y después de usar la tal consulta anticorrupción como trampolín político al segundo cargo más importante de Colombia, ahora usa la alcaldía más importante del país como trampolín para la presidencia. Hasta a veces he llegado a pensar que es posible que haga la «mockusiana» de dejar tirada la alcaldía para lanzarse a la presidencia de la República, lo cual sería irresponsable e inoportuno, esperemos que no sea así. Pero en todo caso en tan pocos meses son demasiadas cosas que hay que criticarle; en principio su falta de gallardía para estar unida con las directrices del presidente Iván Duque en esta crisis que nos tiene en cuarentena. Le está quedando difícil que la máxima autoridad de los colombianos tenga más protagonismo que ella, y su ego le está jugando una mala pasada al punto de realizar pronunciamientos a la misma hora de la alocución presidencial. Se comporta como una rueda suelta en momentos en que deberíamos estar unidos para salir de esta dura prueba que estamos viviendo. Se lava las manos atacando al presidente, controvierte todo, no muestra liderazgo coordinado a nivel distrital y la ciudad está a la deriva por cuenta de su incompetencia e ineptitud.

Pero como al bogotano promedio le gusta que le hablen bonito pero que no hagan nada, (ya lo vivimos con Gustavo Petro) pues ese discurso es vendedor. Hay muchos que la alaban solamente porque le lleva la contraria al presidente; estamos hablando de ese tipo de periodistas incenciarios como Félix de Bedout, que ni siquiera vive en Bogotá pero que encuentra placentero joder a la distancia, porque es la oportunidad perfecta para poner palos en la rueda al actual gobierno. Y por si las moscas, y para asegurarse que le vaya bien en los sondeos, contrata una millonaria encuesta de percepción mintiéndose a si misma. No creo que el 95 % de los bogotanos estemos felices con lo que hace, pero sobre todo con lo que dice y con su forma de actuar ante una crisis de salud tan grave. Bogotá tiene actualmente casi el 50 % de los casos reportados por covid-19 y en una ciudad pluricultural y de indisciplinados se necesita mano dura para no seguir creciendo esas cifras.

No estoy de acuerdo en la actualidad con revocarias, hay que ser un buen perdedor pues de esto se trata la democracia, de que ganemos o perdamos en las urnas. No siempre el mandatario de nuestra ciudad o de nuestro país resulta siendo de la entraña o del gusto que quisiéramos. Pero hay una realidad y es que hasta ahora Claudia López ha demostrado ser «popular pero ineficiente».