Comencemos por decir que he conocido virtualmente a gente muy valiosa en esa red; un llanero que compone música desde el exterior, una experta en vinos de la cual he aprendido mucho porque yo soy más de cerveza, chicha y guarapo, una economista que sabe mucho del tema y nos da luces a los que poco nos gustan los números, y hasta un carpintero campesino que se siente orgulloso de su trabajo, pero sobre todo de sus raíces. Ese es Argiro Castaño; un arriero paísa que causa furor en Twitter por su forma desparpajada de opinar y que genera ampolla en los que no están de acuerdo con él. Pero yo me identifico más con ese tipo de sabiduría popular, y no con quien presume de haber pasado años en una universidad y de tener especializaciones y títulos en su palmarés.

El buen Argiro no tiene community manager, nunca ha salido en televisión y hasta donde tengo entendido jamás ha sido entrevistado en radio. Pero su forma sencilla de opinar lo ha convertido en toda una celebridad en redes, siendo él solo, capaz de generar tendencias cuando trina o cuando escribe en el portal independiente ‘El parche del capuchino’. En ese espacio de opinión habla de cosas cotidianas, como su época de niño en medio de la violencia del país, de como era la vida del campo antioqueño y de enseñanzas de sus ancestros arrieros que hacen parte de él, que no niega y que corren por sus venas.

Amante de sus caballos, del salchichón frito, de los fríjoles, del chicharrón y de la morcilla, logra que muchos lo leamos y aunque a veces parezca un poco tosco, nos ríamos con sus ocurrencias y con la narrativa que maneja. Este carpintero ha luchado durante 59 años para tener lo que hoy posee; un taller, un punto de venta, ocho empleados y una casa que le permite darle una vida digna a su «negra», como llama cariñosamente a su esposa, y a sus hijos. Varias veces han tratado de silenciarlo en Twitter porque es poco diplomático y da unas batallas políticas que le han generado enemigos en cantidades. Pero también estamos sus copartidarios virtuales; los que aún sin conocerlo estamos de acuerdo con él, compartimos ideas de fondo, aunque en ocasiones no de forma, pero que sentimos que lo que ha vivido le permite opinar con autoridad.

Espero cuando se pueda viajar a Medellín poder conocerlo, compartir con don Argiro un buen par de aguardientes, conocer Muebles Castaño (en donde hace sus productos elaborados 100 % en madera maciza de bosques de cultivo), que si está de acuerdo me reciba en su casa para que me cuente esas historias de arrieros y acompañados de una buena picada de «frutos de cerdo». Es Argiro Castaño un sabio popular que hace falta en estas épocas de tanto «doctor».

PD: Espero que también me haga el tour por la casa del bombillo rojo.