Una de las reflexiones positivas que me deja esta cuarentena en medio del encierro por cuenta del coronavirus, es que prometí no volver a criticar a Avianca; atrás dejé (por fin) el malestar que me produjo un episodio de pésimo servicio al pasajero hace ya casi siete años. No estoy de acuerdo en que la empresa desaparezca, pues de ella dependen miles de empleos de colombianos que en este momento la están pasando mal, pero tampoco puedo defender lo que sembró esta empresa en el pasado y que ahora está recogiendo, y es esa animadversión de la opinión pública que se opone a que ahora que están pidiendo ayuda del estado, se les de la mano para sobrevivir. Todos sabemos que Avianca ya no es una aerolínea colombiana, así que salir a agitar esa bandera nacionalista no les queda bien; el Gobierno Nacional no debe usar posibles créditos o ayudas estatales para tapar huecos financieros de una aerolínea que ya venía pasando afugias económicas por un paro de pilotos y por malas decisiones de sus antiguos directivos.

Ese es el problema cuando se depende de una sola empresa que acaparó el mercado y en donde la gente, para algunos destinos como Popayán y Pasto, no tiene más opciones teniendo que pagar cifras astronómicas por un vuelo que no sobrepasa la hora de duración. Muchas veces sale más barato viajar a Miami que a la capital de Nariño; y la gente no olvida eso, por eso mayoritariamente no los apoya. Otros le enrostran a la aerolínea que cuando cerraron la vía al llano se aprovecharon de la situación duplicando en ocasiones el valor de los tiquetes, para un vuelo de 20 minutos, en vez de darle la mano a los llaneros compadeciéndose de su situación.

Después de la pandemia volverá a ser un lujo volar en avión; la gente estará más preocupada por sus necesidades básicas, que por hacer turismo. Por eso es tan importante ser amables con los viajeros, que al hacer cuentas tengan al avión como una opción para viajar. Esto ya lo hacen en la actualidad otras aerolíneas como Wingo y Viva Air, inclusive Latam, que ofrecen al pasajero tarifas al alcance de la gente del común teniendo mejores estándares de calidad y de lo que para mi es más importante cuando adquiero un pasaje de avión, que no es otra cosa que la puntualidad.

Avianca es necesaria, pero no indispensable. Ya otras empresas del sector aeronáutico, que tienen unas finanzas buenas y a las cuales la cuarentena no las cogió con los pantalones abajo se han pronunciado y han manifestado que son capaces de cubrir el mercado nacional si Avianca se va a la quiebra. Pero no podemos pasar de un monopolio a otro, lo ideal es que la cancha esté más equilibrada y que la torta sea repartida en partes iguales para ellos, para Latam, para Wingo, Viva Air, Easy Fly y obvio para la verdadera aerolínea colombiana Satena, que aunque no tiene aviones grandes y gran capacidad operativa, sí realiza una labor importante en municipios apartados de Colombia.

Que Avianca entienda que es una oportunidad de oro que tienen para reinventarse, para volver a tratar bien al pasajero, para que se den cuenta que el que les compra un tiquete es el más importante y así la opinión pública no les de la espalda como lo está haciendo en este momento de crisis mundial. Yo por mi parte estoy dispuesto a regresar a la aerolínea, eso si, si son competitivos con calidad, tarifas justas y un excelente servicio al cliente. Todo pasajero debe ser importante, el que hace el esfuerzo económico y viaja una vez al año, y el que viaja una vez a la semana y tiene un poder adquisitivo alto. Eso lo han entendido otras aerolíneas, pero parece que Avianca no.

Una última cosa; sería un error garrafal del presidente Iván Duque darle la mano a Avianca, él no le puede dar ese papayazo a la oposición por un reconocido conflicto de intereses, pues la hermana es una alta directiva de esa empresa. La prioridad en esta crisis es el sector salud, pero si por ahí raspando la olla encuentra que puede dar una manito a las aerolíneas, que sea a todas las que operan en el país. ¡El cielo de Colombia debe ser de todos los colores!