Se tiene que tener mucha mezquindad para alegrarse por la quiebra económica de alguien o para burlarse de sus lágrimas en una entrevista de televisión. Eso fue lo que muchos hicieron con el chef Harry Sasson; tal vez llevados por el resentimiento o adoctrinados por ese discurso recalentado del comunismo, en donde el empresario, el que da empleo, es el enemigo. Lo que muchos no percibieron es que el dolor que expresaba el chef era porque desde pequeño le apasiona lo que hace y que estaba preocupado por su gente, porque de él se puede decir que es exigente, pero muy buen jefe. La historia de Harry, para los que no la conocen, está llena de anécdotas que demuestran que nació para cocinar; tuvo que enfrentarse a las críticas de sus compañeros de colegio del Anglo Colombiano por tomar la decisión de irse a estudiar al Sena. Recordemos que en ese entonces no existían academias de gastronomía ni estaba de moda ser cocinero. Sus prácticas las hizo en el hotel Hilton de Bogotá y ahí estuvo 6 años antes de viajar a especializarse en Canadá.

Carlos Ortega / EL TIEMPO

Yo tengo mi propia anécdota con el reconocido chef; cuando fui escolta durante una década, y teniendo un muy buen jefe, pude conocer los restaurantes más prestigiosos de Bogotá. Donde el directivo que yo cuidaba comía, yo también comía. Así pude conocer a Harry cuando abrió su primer restaurante en la zona T. Tenía vía libre para pedir lo que quisiera y me atendía personalmente y con igual esmero que la mesa donde se ubicaba mi jefe, que finalmente era el que pagaba la cuenta. Cuando por cosas del destino me retiré de ese oficio me quedó el gusto por la buena gastronomía, y ya saliendo de mi bolsillo hice un esfuerzo para llevar a la que era mi esposa al restaurante de Harry con motivo de su cumpleaños. Hice la reserva telefónicamente y cuando se llegó la fecha entramos al sitio con un poco de temor por no saber cómo íbamos a ser atendidos. Pues resulta que para el dueño del lugar mi cara ya era familiar; se acordó de mi, me preguntó que estaba haciendo actualmente y nos recibió yo diría que con mayor amabilidad y respeto.

Mi acompañante se dejó aconsejar por Harry y pidió un steak pimienta (uno de sus platos estrella) y yo como ya conocía la carta recuerdo que me decidí por un filete de pargo en salsa hawaiana. Fue una velada excepcional y Sasson estuvo siempre pendiente para hacernos sentir especiales; de paso yo quede como un lord porque ella creyó que yo era íntimo de Harry.

Así que ¿por qué me voy a alegrar? Por el contrario me dolió verlo triste porque puedo percibir lo que está sintiendo en estos momentos. Muchas veces juzgamos a las personas sin conocerlas, y aunque después de ese día jamás lo volví a ver personalmente, puedo dar fe de la calidad humana de él. Es un señor que merece todo el éxito que tuvo y que seguirá teniendo, porque tengo fe, que por la calidad de sus restaurantes resurgirá cuando todo esto haya pasado.

¡Saludos Harry! ¡Pa’ lante mi hermano, que usted es un príncipe!