Para muchos de nosotros es bien sabido que Bucaramanga es un excelente destino gastronómico, y en especial cuando se trata de comida rápida. Desde hace varios días se viene presentando una polémica porque un foodie regional hizo una crítica sobre una marca de pizza llamada Radioactiva, que surgió en plena pandemia y que por supuesto se dedica a los domicilios. La discusión que en principio fue local, creció hasta volverse un tema de nivel nacional, se inundaron las redes de memes, comentarios, y se posicionó como tendencia durante muchas horas en donde propios y extraños opinaron sobre «Manjaran». Para opinar sobre el curioso caso, porque tiene tanto de largo como de ancho, hay que dividirlo en dos frentes; el de la forma de criticar del foodie y el de la reacción de los dueños de la pizzeria. Pero en general todo estuvo mal. En principio cuando leí la publicación que pusieron en Instagram los señores de @foodandplaces_bga la crítica no me pareció exagerada, negativa e irrespetuosa. Pero quise acudir entonces a un verdadero especialista en el tema para que me diera más luces y así tener sobrados argumentos para hacer este escrito.
El mejor crítico gastronómico de este país (con quien tendré una entrevista exclusiva la próxima semana para este blog), el señor Santiago Otero @tatootero79, dijo en su Twitter lo siguiente: «Comenzamos con lo místico; cada quien recomienda lo que se le da la gana. (Ese principio básico lo tengo claro) y no se requiere ser un «mesías» para poder hacerlo. Bajo esta premura, nacen aquellos que disfrutan la comida y se invaden las redes de foodies lo cual a mi parecer, no tiene ningún problema. Por otra parte, están los cocineros; esta profesión la respeto infinitamente. Veinte, treinta y hasta cuarenta años detrás de unos fogones creando sabores, largas jornadas de trabajo (12, 16 horas) a temperaturas infernales, cuchillos afilados que no perdonan un error y todo para que usted disfrute de ese plato. ¿Qué está mal entonces? Antes de juzgar un plato, recomiendo entenderlo y si no se entiende, pregunte. No quiera lucirse con cosas que no conoce o no entiende. Una pizza puede tener muchas líneas; masa madurada, texturas crocantes o esponjosas y protagonistas diferentes. Si una pizza se llama de pepperoni ¿adivinen quién debe protagonizar? Lo que se escribe puede dictar un error, pero de pronto no lo es y ahí es donde está esa delgada línea para juzgar un producto. Si la pizza de «Manjaran» no brilla por su masa crocante ¿entonces es un error? El queso es grasa pero hay quesos que vuelven una pizza grasosa y otros (de mejor calidad) cuya grasa le aporta sabor, salinidad, textura, aromas y no necesariamente el adjetivo debería ser grasoso, para referirse a ella. Esta serie de desconocimientos hacen daño y así lo puede sentir su cocinero. Lo demás es el gusto y esto es otra cosa. Señores foodies e instagramers; pregunten qué quiere interpretar un cocinero en un plato. Lo artesanal no lo da un horno, lo da las manos de un cocinero que hace una masa que no es industrial. No le digan a la gente que el «toque» artesanal lo da un horno. Cada foodie tiene mucho por descubrir en un plato y bien por darle visibilidad a aquello que consideran «bueno» a su paladar. Pero todo tiene su ciencia y no todo es tan sencillo en un plato por común que sea, tiene un creador que quiso darle ese algo que quiere presentar a su comensal». Finalmente Santiago aclaro que esta opinión de ninguna forma representaba un apoyo o guiño para los dueños de la pizzería, que claramente reaccionaron mal.
Después de escuchar al especialista pude reafirmar que efectivamente muchos de los mal llamados foodies son atrevidos cuando van a un restaurante o piden un domicilio, tal vez obnubilados por la cantidad de seguidores que tienen en redes y que les aplauden como focas todas las estupideces que en ocasiones dicen. Yo de manera empírica también me dedico a hablar de comida, pero nunca me he sentido cómodo con ese término foodie porque me parece que está prostituido. Y los dueños de algunos restaurantes están cansados de que lleguen estos personajes a ofrecer una historia de Instagram que dura 24 horas con la contraprestación de llenarse de comida gratis él y 4 amigotes más. Eso no está bien, eso es ser mercenario e irrespetuoso y se está gestando una animadversión generalizada en el gremio de los restauranteros por la manera abusiva en que se portan estos «foodies» opinando de lo divino y humano, pero sin mayores argumentos. En mi caso, que solo me considero un «recomendador de comida» (sobre todo popular) si un sitio no me gusta salgo y me voy, nunca vuelvo, tal vez lo comento en privado, pero no me pongo a destrozar en público o en redes sociales a un restaurante porque pienso en el esfuerzo del dueño, en los empleados que viven del negocio, y principalmente porque lo que para mi puede ser malo, a otros si les puede gustar.
Pasando ya al tema de la negativa reacción de los dueños de la Pizzería Radioactiva, tengo que decir que tienen un ego desproporcionado (en el Instagram del sitio no siguen a nadie), que un restaurante que no acepte una crítica, que conteste de manera agresiva a sus comensales o seguidores en redes, está «miando fuera del tiesto». Mucho más si nos tratan de ignorantes con argumentos pegados con babas como «es que a ustedes les falta mundo», «es que ustedes no han viajado y nosotros si», «es que esta es una pizza Neoyorquina de one dólar, two dólar», «es que ustedes no salen de Lebrija y no han ido a Manjaran» etc. Estos «muchachos» salieron con la cabeza caliente a publicar historias de Instagram (que después tuvieron que borrar y pedir disculpas) argumentando que la mayoría de bumangueses los apoyaba y que los que se atrevieran a criticarlos eran unos ignorantes. Y cuando se creía que la marea estaba bajando siguieron cometiendo más errores mandando audios personales retando agresivamente a los que no estaban de acuerdo con ellos. Tal vez pensaron que lo que llaman los especialistas «el efímero éxito del morbo» les iba a representar recordación de la marca, sin imaginarse el daño que a largo plazo les está causando. En mi caso, que hasta antes de la pandemia viajaba seguido a «Manjaran» no me quedaron ganas de entrar nunca a la tal pizzería esa; pueda que si resulte siendo la mejor pizza del mundo, inclusive mejor que la de Nueva York (que allá si tengo menos posibilidades de ir), pero por la actitud grosera, agresiva y egocéntrica de los dueños me quedaré con la duda. Tampoco visitaré nunca más los otros restaurantes y hamburgueserías que tienen estos «pelaos» en la ciudad, por más buenos que sean.