¿Conocen ustedes bien su ciudad? ¿Se consideran unos buenos anfitriones de Bogotá? Creo que es una tarea obligatoria de todo el que se precie de ser un buen cachaco el saber mostrar su capital al visitante, exaltando los lugares icónicos que tiene la otrora «Atenas suramericana». Es importante hacerlo en una ciudad tan golpeada por la falta de sentido de pertenencia de los mismos que nacieron acá, pero también de los que viven, que han echado raíces y han forjado su futuro en la urbe más grande de Colombia. Esta misión debería ser tarea diaria de todo el que se considere un buen bogotano; en vez de atentar contra ella, destruyéndola, afectándola en su movilidad con protestas, dañando sus bienes públicos, monumentos y atacando su sistema de transporte.
Las comparaciones son odiosas, pero ciudades intermedias como Medellín, Barranquilla y Bucaramanga han tenido un mayor desarrollo precisamente porque sus habitantes mayoritariamente la quieren, la cuidan, la respetan y saben que su hogar es sagrado. Hoy, que nuevamente la patria chica está de cumpleaños, deberíamos hacer un compromiso para ser buenos embajadores de Bogotá, realizando pequeños actos que engrandezcan a la capital tan maltratada por malos gobernantes elegidos popularmente, y por ciudadanos cómplices que permiten que populistas usen ese puesto para sus intereses personales y aspiraciones presidenciales.
Son muy pocos los que realmente han hecho algo que valga la pena por mi ciudad; Jaime Castro (el administrador), Antanas Mockus (el educador) y Enrique Peñalosa (el gerente y transformador). Bajo su batuta, Bogotá ha avanzado realmente como la ciudad líder de Colombia, con mucha oposición, pero sin hablarle bonito ni pintando fantasías irrealizables a los que vivimos acá. Los grandes cambios culturales y de infraestructura se han gestado en esas alcaldías. El transporte masivo, los megacolegios, la cultura ciudadana, el esquema de recolección de basuras, la red de bibliotecas, los grandes parques metropolitanos para que cualquiera los disfrute, etc.
Yo me siento orgulloso de ser bogotano, pero lo sufro; me duele ver a una nueva generación de ciudadanos que pintan mamarrachos en las paredes, que arrasan como langostas a su paso todo lo que encuentren cuando salen a protestar, que rompen vidrios e irrespetan a las autoridades de policía adoctrinados por estos líderes que padecemos y que muchas veces no son de acá, que confunden Tunjuelito con Ciudad Bolívar, o lo que es peor, que ni siquiera se saben el himno de la capital. Pero hay que seguir dando la pelea para volver a ser esa ciudad soñada que todos querían conocer, visitar, venir a vivir o a estudiar pensando en el progreso y el futuro de sus hijos.
Hoy renuevo mis votos de amor por mi ciudad y seguiré como buen embajador destacando lo mejor que tiene el sitio donde nací.
¡Feliz cumpleaños mi sufrida Bogotá, te amo!