En repetidas ocasiones me llegaron por redes variedad de contenidos sobre el destino gastronómico en el que se estaba convirtiendo de unos años para acá el popular mercado de Bazurto en Cartagena. Aproveché mi cercanía, ahora que estoy viviendo en Santa Marta, para en uno de los viajes de trabajo, pasar por La Heroica y vivir de primera mano la experiencia, y así comprobar si era tan bueno, tan barato y tan placentero almorzar en una plaza de mercado, como en el pasado lo había hecho en Bogotá en sitios como La Perseverancia, el Siete de agosto y la central mayoritaria de Abastos.
Llegué un sábado a eso de las dos de la tarde, y preguntándole al señor taxista me dijo que lo mejor y más seguro era entrar por la parte trasera, teniendo más fácil acceso a la zona donde se encontraban las comidas. Al abrir la puerta del vehículo sentí un olor nauseabundo, pero pensé que era apenas normal en una plaza donde existían muchos desechos de alimentos. En la entrada, unas ventas de pescado callejero con unas condiciones sanitarias lamentables. Trabajadores escamando y sacando las vísceras al pescado, tirándolas en el piso o en la pequeña ciénaga que hay en frente del lugar. Cantidades de pelícanos y otros pájaros volando alrededor para aprovechar la “comida gratis” que se consigue en la zona. Adentrándose ya en lo que era el mercado, unos pasadizos lúgubres que presagiaban una mala experiencia; sin embargo yo no iba a perder el viaje y quería probar cómo estaba mi estómago de gamín al comer en un sitio de estos.
Me decidí por sancocho de pescado, un bocachico frito, arroz de coco, plátano en tentación, yuca frita y una ensalada de pasta con verduras que me costó $18.000; económico por tratarse de un almuerzo con pescado en Cartagena. Al ofrecerme la bebida preferí pedir una gaseosa porque no se con qué tipo de agua preparaban la limonada o los jugos de aquel restaurante. El plato llegó frío pues a esa hora los fogones de leña ya estaban apagados, mucho calor y malos olores mientras consumía los alimentos, mala manipulación entre billetes y comida.
Pero lo que más me incomodó fue ver llegar a grupos de turistas, algunos extranjeros, que tal vez habían visto los videos de Nicolás de Zubiría, Iro Ramírez o Tulio Zuluaga, y que tenían expectativas muy altas sobre el sitio. A medida que se iban adentrando en el lugar se les notaba la incomodidad y la cara de angustia; caminaban hasta el final del pasadizo donde se une con la parte de la venta de las verduras y el líchigo, se daban la vuelta, tomaban un par de fotos y salían despavoridos sin atreverse a probar nada, tal vez por miedo a una intoxicación. Fuimos solo dos los valientes que a pesar de todo decidimos sentarnos en una los comedores improvisados con mesas y sillas Rimax, con manteles plásticos de flores, y con unos ventiladores viejos que más que refrescar, alborotaban más es olor hediondo de la plaza.
Permanecí alrededor de 40 minutos al interior de la plaza, me di cuenta como por ejemplo la cuchara con que servían la ensalada se hundía en la ponchera con agua y verduras, y la cocinera metía sus dedos sucios para volver a sacarla y servir el alimento. Yo que me considero que tengo calle, que comí pelanga en la primero de mayo con 50 a la madrugada cuando fui taxista, que probé el caldo de raíz en la central de abastos, me sentí muy inseguro en el sitio por el tema de salubridad. Al terminar mi almuerzo, llamé al taxista que me había llevado a Bazurto y le dije que cuando llegara se parqueara en el mismo sitio donde me recogió para salir rápidamente de esas calles viejas, sucias y abandonadas.
La reflexión final que me queda es que los influencers, los foodies, y los que en general escribimos o generamos contenido con temas gastronómicos, debemos ser muy responsables sobre lo que le aconsejamos a la gente. No se pueden generar falsas expectativas ni vender humo solamente por promocionar un destino, que, como Bazurto, está bastante alejado de la realidad de lo que cuentan los que han hecho los videos invitando para que lo visiten. ¡Definitivamente, Bazurto no es como lo pintan! y jamás regresaría. Es una lástima que la alcaldía de Cartagena no aproveche ese boom del sitio para hacer mejoras y que realmente sea una agradable experiencia para la ciudad turística por excelencia de Colombia. Pero por lo que yo vi, tendrían que hacer una implosión y empezar desde cero.