Los programas e iniciativas para el postconflicto no tendrán marcha atrás, aun si no se firmase el acuerdo en La Habana. Invertir en los territorios, desarrollar infraestructura, ampliar la cobertura en educación, salud y recreación es una necesidad que no requiere de un acuerdo. El único acuerdo que necesita es que todos los colombianos entendamos que con guerrilla o sin guerrilla el futuro está en nuestras manos.
La firma del acuerdo de La Habana es solo un documento que da inicio a una etapa de concientización del país. Si las Farcs cumplen y no hay nuevos enfrentamientos, si desmovilizan a toda su gente, si trabajan por esas regiones anónimas y olvidadas…. ¿a quién le echaremos la culpa de lo que pasa? Fuimos educados bajo el ojo del «coco». Con el tiempo cobró forma y nombre: la guerrilla. Nuestra generación se crió pensando que todo lo malo que pasa en el país es culpa de la guerrilla. Corrupción, desempleo, falta de educación y de viviendas, inseguridad, dólar, sistema pensional, impuestos, todo lo que no funciona es culpa de la guerrilla. Terminar el conflicto con la guerrilla no nos garantiza que la situación actual de la mayoría de los colombianos vaya a ser diferente. Claro a menos que sea un desmovilizado, una víctima por reparar, un desplazado sujeto de restitución de tierras, un militar, esta paz de La Habana no nos cambia la vida a los demás.
Para los territorios, como han llamado a esa Colombia anónima y olvidada, a esa parte del país que la mayoría desconoce, esta paz sí les traerá cambios. ¿Pero luego la paz no es para todos los colombianos? Los territorios son Colombia, las ciudades también, la capital también, todos somos Colombia. Hay que trabajar por las regiones que más sufrieron el conflicto, sí, hay que hacerlo. Hay que llevarles infraestructura, educación, salud; también hay que llevarles esperanza, confianza, amor patrio, visión del futuro, tranquilidad. Pero no podemos seguir hablando de dos países, de dos Colombias, sino que debemos integrar las acciones para que todos los colombianos seamos parte de la construcción de un futuro compartido.
Por eso desde el Ministerio del Post conflicto se debe liderar una gran integración nacional donde quepamos todos los rincones del país, donde no haya discriminación de ninguna forma, donde nos preparemos para que las nuevas ciudadanías se sientan acogidas y todos juntos nos echemos el país a la espalda. A días de firmar el acuerdo, el colombiano promedio está confundido, no encuentra un liderazgo positivo, la desconfianza se apoderó de todos los corazones y hoy vivimos en dilemas éticos que nos llevan a aferrarnos a posiciones radicales para, desde ahí, evitar la discursiva que significa tratar de entender, sin enloquecerse, los sucesos diarios de este país lleno de paradojas y contradicciones.
Lo único que tenemos claro es que nos ilusionamos con la paz, con alcanzar el sueño que nunca llegamos a contemplar como posible. Es la hora de aunar los esfuerzos, de entender que todos debemos remar para el mismo lado. Que nuestro único riesgo sea triunfar por encima de las miles de voces pesimistas, negativas o cargadas de resentimiento y rencor. La Paz, más allá del cese de un conflicto, es responsabilidad de todos pues, sólo si nos vestimos de paz, podremos construir un país para todos los colombianos, curando heridas del alma, reseteando mentalidades, fortaleciendo la ciudadanía desde la revisión colectiva del contrato social bajo el cual todos deberíamos actuar.
Atrevámonos a ser ciudadanos de paz, cuyo comportamiento inspire a otros ciudadanos a imitarnos. Ser íntegros y transparentes en todos nuestros colectivos, fomentar con acciones ejemplares cotidianas nuestros valores, ser dignos de vestirnos de colombianidad, no sólo cuando juega nuestra selección, sino todos los días. Imaginemos por un instante cómo es la Colombia que queremos.