La niña de Caracol me parece un hit. La historia lo tiene todo pero el giro final le resta puntos. No sé si la historia real es que al personaje de carne y hueso la envenenan, pero el manejo del médico que la vende a la guerrilla, que termina envenenándola, que tiene malas prácticas profesionales, no está a la altura de la producción. Los temas han sido tratados impecables, dejando lecciones fundamentales para un país que se prepara para un posconflicto. Pero presentar casos como el abogado del ex de la defensora de derechos humanos que con una llamada al banco casualmente de su víctima, hace que nieguen un crédito… un médico envenena a la protagonista, roba las muestras, cambia los resultados, se lleva las pruebas en las narices de todos, y nadie se la pilla. Si seguramente tendremos un final de esos novelescos en el que milagrosamente lo descubren … y se hace justicia. Pero el giro la verdad pudo ser mejor tratado.

En la construcción de paz necesitamos dosis de positivismo, novelas frescas sin tanta maldad, al menos menos coincidenciales con hechos en los que el protagonista entre por una puerta justo cuando el antagonista sale por la otra. No se trata de no mostrar la realidad pero con narrativas de esperanza, que nos permitan creer en un futuro y que nos alienten como nación a tener un proyecto colectivo más allá de la camiseta amarilla.