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Entender el proceso de paz desde una perspectiva antropológica y humanística no es una galleta fácil de digerir. Para los colombianos este proceso es simple: quien apoya, es santista y quien no, es uribista. Si. Ya sabemos que muchos colombianos apoyan el proceso de paz y no avalan el gobierno de Santos y no todos los que ven con desconfianza el proceso con las FARC siguen al Senador Uribe.

Debo confesar que el Presidente Santos no me despertaba los mas profundos amores. Pero también debo confesar que lo escuché en un simposio y en 5 minutos que duró su intervención despertó mi admiración. No soy santista pero si le reconozco a este personaje que su tenacidad y hasta terquedad hoy nos tienen de cara a un país en posconflicto. No sé qué hubo tras bambalinas en la negociación pero si que Colombia tiene una oportunidad para reconstruirse, reinventarse y renacer. Eso no significa que Santos sea el único autor y propietario de la paz en el país. Para llegar a donde estamos necesitamos de lo que hizo el Presidente Uribe que les demostró que por el camino de las armas no llegarían a ningún lado y que si era posible debilitarlos, y quien sabe, hasta derrotarlos. Todos sus antecesores contribuyeron a llegar a donde estamos.

En Europa se ve con admiración el proceso de paz y hasta diría que Colombia es un tema cool del que hay que hablar. Me encontré en Madrid, París, Barcelona gente de la calle, personajes cotidianos que querían saber de Colombia, cómo era el conflicto, cómo era el proceso, cómo se vivía la situación. La emoción con que preguntaban lo embargan a uno como colombiano de un orgullo de nación increíble.

La paz que debemos construir está en la vida cotidiana, en esos actos diarios que reflejan el verdadero ser que somos. La pregunta no es ¿Qué van a hacer los políticos y las FARC por la Paz sino… ¿qué vamos a hacer cada uno de nosotros por la PAZ?

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