En estos MOMENTOS tan ESPECIALES: donde COLOMBIA se debate en la ACEPTACIÓN de un NUEVO estilo de VIDA, lo cual NO resulta NADA sencillo de COMPRENDER; nuestros DIALOGANTES fundadores se ven en la OBLIGACIÓN de MANIFESTARSE en aras del APORTE como ingrediente  esencial de esta RECETA que ojalá produzca un buen PLATO que ALIMENTE la ESPERANZA de una SOCIEDAD que es parte de un MUNDO que quiere y debe MEJORAR…

Por eso nuestro PADRE RAFAEL DE BRIGARD MERCHAN Pbro. quien desde su POSICIÓN trata cada VEZ que la ocasión lo amerita, dejar su PENSAR manifestado… hoy nos acerca su MIRADA tan particular… con la PROPIEDAD que le da el hecho de haber puesto esta PIEDRA fundacional de este BLOG que busca ejercer el derecho de DIALOGANTES o sea un CAMINO de IDA Y VUELTA … que INICIA así:

¨¡Cómo será de difícil el tema de la paz que ni siquiera los obispos católicos de Colombia se animan a acogerla con radicalidad! En su comunicado, después de la reciente reunión de la Conferencia Episcopal, traslucen una especie de compromiso para coger con pinzas. Mucha más clara y contundente es la homilía que pronunció el obispo Castrense, Suescún Mutis, en la celebración del Te Deum el día 20 de Julio en la Catedral de Bogotá. Este prelado se atreve a llamar la atención con cierta firmeza de quienes aún son escépticos con la posibilidad de llegar a acuerdos que generen la paz del país. En todo caso, tanto para los prelados, como para todos los miembros de la Iglesia y en general para la ciudadanía, tomar posición frente al actual proceso de paz no ha sido fácil porque este, como tantas cosas de la vida pública nacional, está oscurecido permanentemente por un velo de sospecha, mentiras, intereses ocultos, altísima vanidad de los protagonistas, etc. Y, sin embargo, el sentido común, que aporta pero es siempre limitado, invita a darse cuenta de que es buena paz, como dice el obispo castrense, el que las armas sean silenciadas y guardadas.

En el ambiente hay bastante miedo y desconfianza. Sobre todo frente a la guerrilla y sus verdaderas intenciones y también sobre lo que realmente esté concediendo el Gobierno Nacional para reclamar finalmente el anhelado trofeo de la ausencia de la guerra. Como ha sucedido a lo largo de la historia de Colombia, desde la llegada de los españoles, y seguramente antes también entre las tribus indígenas, todos tenemos la seguridad – da pena decirlo, pero así es- de que en todo esto hay algo oscuro o por decirlo más suavemente, de medias verdades. No quiere decir que no se vaya a dejar de disparar en extensa parte del territorio nacional, como de hecho ya sucede ni que no baje el tema del secuestro, aunque no tanto el de la extorsión, que es una ocupación habitual en algunas regiones del país. Pero, seguramente todo esto tendrá un precio que en los pactos de paz negociada siempre se paga. Y habrá, con toda seguridad, aspectos alarmantes y que en el común de la gente crearán sensación de impotencia y de ser conejillos de indias. Así ha sido siempre desde que los hombres se inventaron la guerra y los métodos para acabarla.

Pero hay un miedo que tiene que ver con el futuro y que me parece mucho más justificado que el actual que consiste en ver de saco y corbata a quienes son diestros en cargar fusiles y granadas. Ese miedo tiene que ver con la inamovible corrupción de la clase política colombiana, con algunas honrosas excepciones. Es innecesario abundar en las tropelías de esta casta que se apropia constantemente de los bienes públicos sin importar la salud de los enfermos, el hambre de los niños, las condiciones de movilidad de la ciudadanía, la inseguridad para sostener la vida y los bienes en nuestras calles, que legisla en contra de los valores más arraigados de nuestra sociedad, etc. Y todo esto, a la larga, será una verdadera escalera eléctrica para un posible ascenso de esta izquierda violenta a las sedes del poder político y económico de Colombia. Así ha sido la historia del arribo de las izquierdas violentas al poder. Casi que como una reacción natural al desgreño y al cinismo en que suelen sumirse las dirigencias políticas tradicionales, surgen otras fuerzas, en principio con aires de renovación y salvación, pero que, viniendo de estas izquierdas violentas, la historia lo ha demostrado, finalmente suelen ser todavía más desastrosas y siempre violentas. Panorama oscurísimo, si nuestra clase política de siempre no asume el arte de gobernar con eso que siempre fue importante: la ética. Sin ella, se trata del poder por el poder y, en el caso colombiano, para enriquecerse, que nada más suele moverlos.

Y todo lo anterior tiene un aliciente: la tradicional pasividad de los ciudadanos colombianos. Nuestra nación vive sumergida en un sopor, fruto de los vapores que emanan sin cesar de toda clase de alienaciones: el deporte, los ídolos, el espíritu festivo que nunca acaba, el alcohol, la burla que se hace de todo lo importante y trascendente –a eso se dedica la gran radio todas las tardes con religiosa puntualidad-, pero también por las amenazas violentas que siempre han existido en Colombia contra la movilización social y política. En realidad es un verdadero milagro el que hace tiempo el país no esté en situaciones tan desastrosas y anacrónicas como las hay tantas en este continente y en el viejo continente africano. ¡Será porque estamos consagrados al Sagrado Corazón de Jesús, me imagino! Pero en la situación actual, con todo servido y facilitado, hay que empezar a temer en verdad que la escalera eléctrica –la corrupta clase política colombiana- suba casi que en hombros a quienes serán sus verdugos y después los del resto del país. No hay razones para pensar que no habrá desquite ni despojo.

Resumiendo: si al actual andamiaje de los acuerdos de Cuba –la misma nación de la cual están llegando los miles de pobres emigrantes a nuestro país- no le sobreviene un hecho calamitoso e inmenso, hay que dar por descontada la famosa paz, con sus más y sus menos y nada la hará reversible. Genera temores pues de su sustancia la mayoría de los colombianos sentimos que poco sabemos. Pero conviene temer más el futuro si la clase política colombiana no asume la dimensión ética de la otrora noble tarea de dirigir pueblos y naciones. Si no sucede así, se prende, ya está prendida, la escalera eléctrica, que no va para el cielo y tal vez ese es el temor de los obispos, sino para un destino desconocido, pero con muy malas referencias (cfr: todos los libros de historia).¨

Nos deja esa IMPRONTA de la REFLEXIÓN  o VUELTA, está en cada uno hacerla o NO…

Mientras tanto que pensará el señor de esta ESCALERA ELÉCTRICA …

Todavía afortunadamente GRACIAS a DIOS hay gente que NO pierde su BELLA INOCENCIA y se deja sorprender de manera GRATA…

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LOS DIALOGANTES DE HOY

Padre RAFAEL DE BRIGARD MERCHAN Pbro.

ALEJANDRO LOPEZ CONDE A..

FOTOS : ALEXANDER PINZON