CALABACÍN o COURGETTE, es una película animada SUIZO FRANCESA que compite esta noche por el OSCAR, nos sirve de ejemplo para esta columna de nuestro querido PADRE RAFAEL.

En ella se cuenta la historia de CALABACÍN; es un nombre extraño para un niño de 9 años, aunque su historia es sorprendentemente universal. Tras la repentina muerte de su madre, este se hace amigo de un simpático policía, Raymond, que lo acompaña a su nuevo hogar de acogida con otros huérfanos de su edad. Él lucha al principio por adaptarse a este ambiente extraño y hostil. Con la ayuda de Raymond y de sus nuevos amigos, aprenderá a amar y a confiar en los otros…

¿Sin moralismos?

Por Rafael de Brigard, Pbro.

A medida que asoma con más fuerza la realidad de la corrupción en todos los ámbitos de la realidad nacional, surge la pregunta sobre qué se debe hacer para combatirla. Las primeras sugerencias suelen tener poco trabajo de reflexión previa y por tanto no suelen ser realizables de ningún modo. Pero en ellas hay sobre todo un tono policivo: vigilar, sancionar, encarcelar, extinguir el dominio de bienes adquiridos por medios fraudulentos, poner cámaras y micrófonos escondidos, etc. Lo que se oculta detrás de toda esta parafernalia policíaca es el supuesto de que todo el mundo seguirá siendo corrupto y que lo único que se puede hacer es tratar de agarrar a la gente con las manos en la masa. Y estas propuestas tiene hasta cierto punto su explicación pues en el medio colombiano pocos parecen saber exactamente qué es tener un comportamiento ético y cuál el sistema ético que nos rige. Entonces, lo que hay que hacer es vigilar día y noche, cosa que es imposible en la práctica.

A todo lo anterior se le añade un clamor bastante curioso: ¡“sin moralismos”! Supongo que lo que quieren decir quienes usan esta expresión es que no comencemos a hablar ahora de una tal cosa llamada moral. Tampoco de ética. Mucho menos de normas o mandamientos de la conciencia. Pero, entonces, ¿de qué hablamos en estas circunstancias? ¿No es exactamente eso lo que está fallando? Las empresas o el Estado no son corruptos. Son las personas, con nombre propio, quienes actúan en forma correcta o incorrecta y las que sacan adelante los proyectos o las que hunden empresas y Estado. La persona corrupta es la que recibe o da un dinero en forma injustificada, la que logra torcer una decisión de una junta directiva, la que hace que un funcionario público decida oscuramente o un directivo empresarial ofrezca dádivas indebidas. Alguien, hombre o mujer, es el que tiene o no tiene moral, tiene o no tiene ética, o las tiene pero no las sigue a la hora de actuar. La empresa o el Estado, en este sentido, no son sino la fachada de lo bueno o lo malo.

Aunque no sea una idea vendedora, es hora de emplear más tiempo y recursos difundiendo un discurso ético que sirva a toda la sociedad. ¿Hablar dónde? En todas partes y en toda oportunidad posible. Es muchísima la gente bien vestida, muy estudiada, muy viajada, con buenos puestos y gruesa billetera, que en temas de ética parece no haber cursado ni el prekínder. Nunca se han detenido a mirar el tema. Quizás nadie les ha hablado del mismo en forma convincente. A lo mejor algo saben, pero la cruda realidad y la suciedad de las relaciones comerciales, han terminado por convertirlos en peones de esta inmundicia. El Estado, los gremios, la academia, las iglesias, los medios de comunicación social y todo el que tenga posibilidad de ser escuchado deberían entrar en una dinámica de pregonar y hacer crecer el discurso ético. No se debería gastar más dinero en tanto foro inútil y lleno de lagartos, sino convocar a las mejores personas de nuestra sociedad y también de otras naciones, para que se dediquen a hablarle a quienes toman decisiones sobre lo que está bien y sobre lo que está mal.

Preguntará alguno: ¿Y cuál es el discurso ético válido para todos? En general las nociones del bien y del mal son prácticamente universales. La honestidad, el trabajo, el respeto a las personas y a las comunidades, los sueldos justos, la excelencia, etc, son nociones que son vistas con carácter bondadoso en todo el mundo. El robo, el soborno, la explotación de las personas, la chambonería en el trabajo, el no pago de los salarios, etc, siempre han sido cosas censuradas por las diferentes culturas contemporáneas. Y en la cultura colombiana hay una fuerte matriz cristiana que también vale la pena explorar y explotar para incentivar a los ciudadanos a comportarse con altura ética y a oponerse a lo que sea contrario. “Moralismos” rezongarán algunos. Puede ser. Pero es que en su ausencia está el boquete por donde se nos metió esta plaga que nos está carcomiendo con más fuerza que la guerrilla, los paramilitares y todas las otras taras de nuestra agitada vida nacional. Aunque no sea una idea muy “in”, lo cierto es que a los colombianos nos está haciendo falta que nos den clase de moral,de ética y hasta de religión. Que le vamos a hacer!

 

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