Cuando elegimos este tema para el CAPITULO LI, dio pie a una serie de comentarios y reflexiones, sobre la visión de ambas… coincidimos en INVITAR a uno de esos autores, para ampliar sus conceptos…

Para muestra sobra este CLIP ON…

Como introducción sirve para este CONTRAPUNTO; entre el  INGENIERO CARLOS FERREIRA SANDINO un típico BOGOTANO con sacerdotes en su FAMILIA; y visiones bien encontradas a las que brinda una FE que puede mover montañas…

Y nuestro querido PADRE LUIS FERNANDO MÚNERA SJ, quien le aporta mucho más que una CREENCIA… nos regala su FORMA de contestar a esos PRINCIPIOS, emanados del RIFE RAFE al que nos llevan ambos escritos…

Aquí está el resumen de la carta del INGENIERO y la respuesta del PADRE en los siguientes textos…

 

 

Ciencia, moral y religión

Por ING. CARLOS FERREIRA SANDINO

 

«…El primero la falacia de la superioridad moral de la religión y de una escala de valores construida en sus principios. La evidencia histórica sería más que contundente para derribar este mito, pero podríamos ver temas que están en la base de la pirámide cristiana.

El perdón del último momento, por ejemplo, exaltado por el propio Jesucristo en la cruz, al invitar al crucificado de al lado por su sincero arrepentimiento a ir ese mismo día con él al paraíso. Quién sabe que sufrimientos habría causado ese señor, o si era una pobre víctima de la injusticia del sistema, pero fue invitado a la vida eterna en el cielo, aquella que le está prohibida a quienes con su comportamiento transgreden las enseñanzas de la Biblia.

¿Que podemos decir de la intolerancia de quienes dicen llevar la caridad y el amor al prójimo como principios de vida? Empezando por lo jerarcas de la Iglesia, algo sacudidos hoy por un Papa diferente, y siguiendo con todos esos radicales beatos, hoy masivamente reclutados en ese mercantilismo teológico llamado cristianismo. ¿Como puede un creador generar principios que hagan a unos, los que se consideran que siguen sus reglas, superiores a quienes son diferentes?

En la moral religiosa se vanagloria el sufrimiento y se invita a llevarlo como una carga obligada, que será recompensada en un más allá que nadie ha visto.

En la moral laica, no caben estas situaciones. El mal, el romper las reglas de la sociedad debe ser castigado y por más sincero arrepentimiento no podemos construir impunidad. En la moral laica todos somos iguales y nadie está por encima de los otros. En una moral mundana no se puede aceptar que unos vivan mejor que otros, la pobreza no puede ser aceptada y los sistemas políticos deben construir igualdad.

El segundo tema es la posición del hombre en esa supuesta creación. El catecismo católico dice claramente, basado en los textos sagrados, que el hombre es la razón de ser de la creación. Es el rey de la misma, hecho a imagen y semejanza del creador e invitado a acompañarlo por siempre en la eternidad, si solo cumple unas cuantas reglas por apenas unos 50, 80 añitos, o incluso muchos menos.

Sobraría hablar de lo aburrida que debe ser la eternidad, así esté acompañada de querubines y conciertos de ángeles y ángelas, para usar ese ridículo lenguaje incluyente de moda hoy día. Me pregunto si unas cuantas horas de ocio un día frío y aburrido crean tanto desasosiego, ¿cómo serán millones y millones y millones de días igual?

Seguramente me dirán que la contemplación del creador es indescriptible y llena cualquier espacio de tiempo. ¿Pero ser consiente de mi mismo para siempre? ¿Cómo hacer en la eternidad para finalmente apreciar a algunos que nada me gustan en esta tierra, cuando se supone todos seremos hermanos? Bueno esta pregunta de golpe sería menos complicada si me niegan el cielo, en cuyo caso surge otra gran inquietud, ¿como puede ese Dios de amor y bondad condenar al sufrimiento eterno a alguien por haberse portado mal solo unos añitos de la eternidad? Hay que tener el cuero duro, muy duro, para coger a un hijo amado, porque todos somos por igual amados por Dios y aplicarle semejante condena. Sería mejor, más benevolente, para usar practicas revolucionarias, tan perdonadas hoy, desaparecerlos.

Pero el punto es que el hombre es el rey de la creación. Y resulta que la creación produjo un universo físico indescriptiblemente grande, abrumaduramente inmenso. No existe término que pueda describir ese tamaño, no existe imaginación posible que pueda dimensionarlo. Pero existe la ciencia que puede describirlo.

El universo que habitamos, como lo hemos descubierto en el último siglo, es un espacio gigantesco y cuasi vacío. El hombre habita un pequeño planeta, alrededor del cual, según la Biblia, gira todo. Haber osado con evidencia indiscutible debatir este dogma le costó a más de uno morir en la hoguera o pasar al ostracismo por su importancia, como el caso de Galileo.

Pero ese planeta es tremendamente pequeño en su propio vecindario, donde nuestro sol tiene el 99.9% de la materia de todo el sistema solar. Sistema solar que es solo uno más de unos cientos de miles de millones que tiene la galaxia en que estamos, la vía láctea y está a su vez es una más de las más de cientos de miles de millones de galaxias que puede tener el universo. Es tal el tamaño del universo, que se dice que hay más estrelllas en el cielo que granos de arena en la totalidad de playas de la tierra.

Y resulta que ese universo que vemos, es solo el 5% del total del universo que existe. El otro 25% es una rara forma de materia que llamamos materia oscura, la vemos actuar, la podemos medir, pero desconocemos que es. Y quedan 3/4 partes aún por fuera. La llamamos energía oscura y será la que defina el destino final de todo lo existente. En una batalla entre esta energía y la gravedad se definirá si el universo crecerá hasta que nada quede cerca a nada o algún día, empezará a contraerse para autodestruirse en una implosión de dimensiones apocalípticas.

Lo anterior en términos de tamaño, donde el ser humano no tendría nada de rey o lo sería de reinos que nunca, jamás, conocería ni gobernaría. Porque en términos de tiempo la cosa es similar. La creación, linda palabra con implicaciones místicas, algo del gusto de todas las religiones, fue hace 13.500 millones de años pero el hombre apenas acaba de hacerse presente.

La razón de ser de todo, según la religión, el hombre, llegó al final de lo que ha sido el evento hasta hoy. Bueno así lo describe la Biblia, podría afirmarse en defensa de la religión y reconfirmarse con un «para que afán si adelante esta la eternidad…», pero si redujéramos a la duración de un día terrestre todo el tiempo desde el Big Bang, tendríamos que el hombre siendo ya las 23:59:59 de ese día aún no ha hecho su entrada triunfal. Así como se lee, en solo el último segundo del día equivalente de la creación está escrita toda la historia de la raza humana.

Entonces, ¿cual rey? No somos nada en términos cósmicos. Nada. Pero los textos sagrados nos han hecho el centro de todo. Creo que la situación podría ser al revés. No fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre en su infinita ignorancia y arrogancia, quien creó a Dios y en ese camino se nombró a si mismo divino e inmortal.

Ya hemos pasado por encima, a pesar que me he alargado más de lo que pensaba, por dos puntos, que de todas maneras quedan incompletos. El del valor moral de la religión y el de la dimensión física del universo y ese supuesto rey que somos nosotros. Faltaría el tercer gran pilar que derrumbó mi fe y ese fue el papel de Dios en la vida. Esbozado en algunos puntos anteriores, pues todos de cierta manera se entremezclan, pero del que quisiera puntualizar otros aspectos.

El tercer punto podría comenzar con una pregunta ¿Por qué le aplicamos a Dios un nivel de tolerancia que jamás permitiríamos de alguien cercano? Y tal vez vuelvo a referirme e invitar a leer a Mahfouz.

Todos los días oímos de milagros de Dios, es más mi historia personal a ojos de mi familia es un ejemplo viviente de un milagro. Pero sucede que todos esos actos supraterrenales suceden en esa frontera donde la ciencia no ha llegado. Pero milagros de verdad nadie ha visto. Que a alguien le corten una mano y esta vuelva a crecer. Que alguien pierda un ojo y este espontáneamente se reconstruya jamás ha sucedido y dudaría que llegara a suceder.

A Dios le adjudicamos el éxito de un nuevo trabajo, de la salud recuperada, pero jamás osamos criticarle su indiferencia y silencio ante el dolor. Ese Señor amoroso y bondadoso al que le ofrendamos el pan de nuestra mesa, es totalmente indiferente ante la desgracia humana. Refugiados que se ahogan por centenares, perseguidos políticos, niños abusados, terroristas que destrozan vidas, jamás han recibido una mano divina. Jamás se ha visto un barco volar o una bomba contenerse dentro de sí misma en su explosión.

Y eso hablaría muy mal de Dios. Vuelvo al punto de moral, donde la dicotomía era de si Dios actuaba o no. Prefiero dejarlo fuera de todo lo terrenal, le hace más fácil el trabajo a ambos, a él y a nosotros sus criaturas. A Dios porque lo deja allá, en la eternidad, esperando. A nosotros porque nos hace plenamente responsables de esta vida.

Me pregunto también como es que ese Dios omnipresente, decide elegir a unas tribus nómadas del desierto como los depositarios de su verdad. No hubiera podido enviar mejor legiones de angeles por doquier a propagar su mensaje. ¿Por qué descalificó a africanos, asiáticos, americanos, europeos, cuando decidió mostrarse en la tierra? ¿Por qué compartió 120 millones de años con dinosaurios y no los hizo inteligentes?

¿Por que Dios tiene sexo, por qué es masculino (con el perdón de los teólogos)? El hombre físicamente supera a la mujer, de ahí que en sociedades cazadoras primitivas fuera el sostén de sus crías y sus miembros líderes de las comunidades. Lógico imaginar un Dios masculino, pero sus consecuencias, en las tres grandes religiones monoteístas han sido la degradación de la mujer a un papel secundario. Superado en tiempos modernos con ese laicisismo que gobierna hoy la cultura occidental. ¿Pero si Dios nos creó hombre y mujer y además conoce todo atrás y adelante, por qué no fue más claro en cuanto al papel igualitario de la mujer?

Mi conclusión es que si Dios existe, arrogante e ignorante sería afirmarlo o negarlo plenamente, nosotros no somos su alter ego.

Que la vida debe vivirse en armonía, más allá de lo que creamos, respetando diferencias, actuando honestamente y construyendo espacios para todos.

Que el futuro depende de nosotros y que en ese sentido las características del presente que vivimos son exclusiva responsabilidad de cada uno en particular y de ese colectivo llamado sociedad que debemos saber construir.

Que la religión no es faro iluminador de la oscuridad sino un reflector cegador de conciencias y libertades.

Que de prevalecer los dogmas religiosos nos mataríamos unos a otros, por creyentes todos, por infieles todos.

Que esos preceptos religiosos no hubieran permitido el desarrollo de la tecnología como la conocemos hoy. Lo cual dificultaría que estas reflexiones se pudieran compartir y la condena por hereje que sin duda hubiera enfrentado…»

Apreciado Carlos,
Reciba un cordial saludo.
En un primer momento, quiero agradecerle por haberse tomado el tiempo de pensar sobre el problema de la religión para usted: un hombre contemporáneo e ilustrado en la cosmovisión que nos presenta la ciencia moderna. Ciertamente usted recoge inquietudes y problemas que desafían y cuestionan nuestra visión de Dios, del mundo y de la religión hace ya bastante tiempo.
No pretendo responder a sus preguntas ni refutar sus posiciones. En primer lugar, porque creo que en esto no consiste un diálogo sincero y, en segundo lugar, porque me parece más provechoso que podamos poner de presente distintas perspectivas y dejarnos alimentar mutuamente.
Mi mirada es liberal en el sentido clásico del término. Considero que en el pluralismo propio de las sociedades contemporáneas coexisten distintas posturas acerca del sentido y los fines últimos, con tal de que sean tolerantes y razonables. Estas posturas cobijan perspectivas creyentes de distintas tradiciones y también perspectivas no creyentes de distintas tradiciones. Las decisiones políticas, que nos conciernen a todos, ocurren en un espacio donde dialogamos a partir de razones que tocan nuestra identidad, nuestros modos de vida, pero donde lo fundamental es la posibilidad de dar buenas razones dentro de un marco de respeto e inclusión.
El primer punto es la perspectiva moral de la religión -católica-. Una de las dificultades con que nos encontramos es que en muchos procesos educativos la religión se instrumentalizó para buscar disciplinar a las personas. De allí surge la idea del Dios que premia/castiga, el Dios que ve todo lo que hacemos, etc.
Quizá sea bueno irnos a la Escritura. El Pueblo de Israel tomó consciencia de la presencia de Dios en la historia e hizo de su historia nacional un lugar teológico, el lugar de la revelación de Yahvé. La Teología Bíblica de Israel hace una relectura de la historia y asume que todo aquello que construye la vida del pueblo es la voluntad de Yahvé: yo seré para ustedes un Dios y ustedes serán para mí un pueblo. A partir de allí, Israel empieza a caminar junto con su Dios y hace de las leyes que construyen y mantienen la unidad del pueblo un lugar sagrado: la ley del Pueblo viene de Dios.
Por supuesto que hay tensiones: los Profetas representan la más fuerte: hombres profundamente religiosos que, desde su propia experiencia de cercanía con Yahvé, cuestionan la tradición y las instituciones de Israel. También hay una tensión entre la universalidad de la promesa hecha a Abrahán y la concreción de un pueblo elegido. Pero la revelación es histórica y hay momentos de captación de esa historia, avances y retrocesos.
La fe en el Dios creador es antes que nada la expresión de esa fe en Yahvé. Si nuestro Dios es el Dios que salva, su amor tiene que trascender el tiempo y el espacio: Yahvé es el origen de todo. Hay una unidad estrecha entre la experiencia de salvación -fundación del pueblo elegido- y la experiencia de creación -el amor de Dios más allá de nosotros-.
Como un trozo del cosmos que ha tomado conciencia de la divinidad, el ser humano ocupa un lugar especial: se hace responsable de secundar la acción salvífica de Dios que llegará a su plenitud en el final de los tiempos. Más que Rey de la Creación, el ser humano es consciente de que hemos sido creados por amor y que la creación tiene un sentido en su relación con la divinidad, por ello es más justa la metáfora de “administradores de la creación”. La fe en la creación pone el sentido más allá de nosotros mismos, asume la vida como recibida y nos pone en la dinámica de cumplir el designio creador: que las cosas sean.
Una de las mayores singularidades de la fe cristiana, es la creencia en un Dios omnipotente y misericordioso. Una de las oraciones más antiguas de la Iglesia se dirige a Dios de la siguiente manera: Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia. El Dios que nos revela Jesús es antes que nada un padre misericordioso, capaz de tener compasión de los seres humanos, de agacharse a escuchar. El poder de Dios es el poder del amor capaz de esperarlo todo, de soportarlo todo; ese amor es el que permite a Jesús atravesar la muerte y sacar vida de la cruz. Esa sabiduría de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.
Cristo se entrega a la muerte siendo coherente con la misión de anunciar ese Dios que subvierte las formas tradicionales de religión; la lectura del sacrificio expiatorio -presente en algunas posturas teológicas-, tiene muchos problemas y no se sostiene con una lectura juiciosa del Evangelio.
Jesús anuncia con gestos y palabras a un Dios que rompe las fronteras de lo sagrado y lo profano, de lo puro y lo impuro, de lo santo y lo pecador. Jesús acoge a los pecadores, a los leprosos, a los que están al borde del camino; los “abandonados de Dios” son los más cercanos a su corazón, los bienaventurados del Reino de los Cielos.
Esta religión abierta, en salida al encuentro del otro, es, por supuesto, un reto y un cuestionamiento constante para los que nos decimos creyentes. Ser fieles a Jesús y a su mensaje es una tarea de toda la existencia y la Iglesia tiene que reconocer -con humildad pero con esperanza- que hay mucho pecado, que hay mucho camino por recorrer.
Le agradezco una vez más su sinceridad y su altura intelectual. No pretendo responder a sus cuestionamientos ni demostrar a Dios o la religión; creer es una opción libre y otras posturas son respetables. Simplemente, quiero aportar mi reflexión como creyente para abrir un diálogo entre seres humanos con preguntas y con el deseo de hacer de esta vida algo que valga la pena.
Atentamente,

Luis Fernando Múnera SJ

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