De la ENCÍCLICA del PAPA (e) BENEDICTO XVI… HOY este APARTADO…

 

En este homenaje; a partir de ahora PÓSTUMO; dice el PAPA (e) BENEDICTO XVI..:

La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer  de lo mio al otro; pero nunca carece de justicia, lo cual lleva a dar al otro lo que es suyo, lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. (C.V. 6)

CAPÍTULO CUARTO

DESARROLLO DE LOS PUEBLOS, DERECHOS Y DEBERES, AMBIENTE.

II. EL DESARROLLO Y EL AMBIENTE NATURAL

48. La relación del hombre con el ambiente natural

a. La naturaleza don de Dios

El fema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Ese es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad

Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias.

El crevente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar

responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades, materiales e inmateriales respetando el equilibrio inherente a la creación misma.

Sí se desvanece esta visión se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.

La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la plenitud en Cristo al final de los tiempos ( EF 1,9-10;

COL 1,19-20 ) también ella, por tanto, es una vocación.

b. Guardar y cultivar la naturaleza

La naturaleza está a nuestra disposición no como un montón de desechos esparcidos al azar, sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para guardarla y cultivarla.

c. La naturaleza y la persona humana

Se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma.

Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista.

Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es solo materia disponible a nuestro gusto sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una gramática que indica finalidad y criterios para un uso inteligente no instrumental y arbitrario.

Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de esas maneras de pensar distorsionadas.

d. Naturaleza y cultura

Reducir completamente la naturaleza a un coniunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Esta, en cuanto se compone no solo de materio, sino también de espritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura.

El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante lo cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable atenta a los dictámenes de la ley moral.

e. Solidaridad y justicia intergeneracional

Los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural.

Cualquier parecido con la REALIDAD es mera COINCIDENCIA.

Aún se recuerda el CONCEPTO inspirador de la ENCÍCLICA que tanto APORTA …

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LOS DIALOGANTES DE HOY

Mons.ENRIQUE SARMIENTO ANGULO

ALEJANDRO LOPEZ CONDE A.

FOTOS : CAROLINA SANCHEZ MONTEALEGRE